El salón Atlántico B, del Teatro Provincial, fue el marco perfecto para que cientos de privilegiados disfrutaran de una Master Classmemorable. Ricardo Darín y José Martínez Suárez se pasearon distendidamente por una gran variedad de temas. El Presidente del Festival demostró un gran conocimiento sobre la vida y obra del actor, que estuvo predispuesto a todas las preguntas. Por momentos en plan comedia, por momentos inmersos en la nostalgia y muchas veces manejando una seriedad profunda, ambos parecían estar en el living de su casa, como en esas charlas de amigos que se conocen desde siempre y se admiran.
“Empezaremos con una pregunta fácil: ¿Cuál fue su primera experiencia homosexual?”, bromeó Martínez Suárez y marcó la línea distendida que se mantuvo hasta el final. Darín le retrucó: “¡Qué raro que usted no se acuerde!”, y el público comprendió que estaba en presencia de una charla que quedaría en el recuerdo. Al ser cuestionado por la relación con la parte técnica y direccional de los films, el protagonista de El hijo de la novia acordó con José en la teoría de las tres direcciones: tanto en el guion, como en el rodaje y en la posterior edición, se manifiesta la posibilidad de diferentes formas de reescritura de una idea. El actor explicó lo revelador de “estar sentado en una sala de montaje y comprender que al cambiar el orden de algunas escenas se puede favorecer al relato”, y se lamentó de que “nadie nos explique esto a los actores”. El director de Noches sin luna ni soles le planteó la posibilidad de elegir entre “el mejor técnico o un buen técnico amigo”, a lo que Darín respondió que el segundo caso significa tener el “camino allanado”. Así, dejó ver la importante relación que debe establecerse entre los numerosos departamentos que intervienen en la creación de un film, para obtener un resultado satisfactorio. Explicó que admira a “los directores que disfrutan del contacto con los actores y que están enfrascados en su historia”, ya que pueden proponer cambios sobre la marcha que beneficien a todos, aunque se admitió como un “discutidor profesional” que necesita ser convencido de las modificaciones al momento de rodar.
Entre pregunta y pregunta, Darín se permitió bromear ante el desperfecto persistente de una luz que se prendía y se apagaba, como “un Boeing 747 que se aproxima y pasa”, y hasta propuso contar un chiste, que anticipó como malo pero que causó prolongadas risas en todo el auditorio. Posteriormente, el Presidente del Festival llevó la charla al lado más nostálgico del actor, al hablarle del director Fabián Bielinsky y su trabajo en El aura. Ricardo contó la experiencia de componer a Esteban Espinosa, el taxidermista epiléptico, y narró la escena en la que sufre un ataque en el bosque, que terminó con el llanto de ambos luego de la toma, como resultado de ese túnel al que habían entrado sin conocer la salida.
“Una película que no es de las que más ha trascendido, pero que me encanta, es Un cuento chino”, confesó Martínez. Darín agradeció el halago y resaltó el talento de su director –Sebastián Boreszntein– con quien logró hacer una comedia “sin que la temática sea una banalidad”, ya que “allí se tratan aspectos como el prejuicio, la intolerancia y la incomprensión de lo distinto”, encarnados en el huraño ferretero. Aunque admitió que en un principio no buscaba tanta profundidad, al estar finalizada vio “con mucha contundencia estos mensajes”. “Esa es la magia del cine, a veces ocurre, a veces no”, y reflexionó que, en definitiva, “todo se resume en lo mismo: queremos que nos cuenten un cuento bien contado. Si, además, nos puede generar sensaciones, o tiene críticas a la sociedad ¡Bingo!”.
La Clase con Maestros se adentró en el terreno de la seriedad cuando José Martínez Suárez indagó en las cuestiones culturales a nivel mundial: “¿Estamos perdiendo o ganando posiciones?”, preguntó. El actor se demostró optimista al confesar su esperanza por las generaciones jóvenes que “critican aspectos como el manejo ambiental”, en que el sentenció que “estamos totalmente equivocados”. Además, resaltó la perversidad de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Si bien destacó que algunas actividades, como la lectura, están un poco más restringidas, valoró la veloz estructura mental de los jóvenes, capaz de entender y criticar el bombardeo de información que crece exponencialmente desde hace algunos años.
Llegando al final, el Presidente del Festival le propuso un “ping pong de palabras”, a las que el actor accedió gustoso. La televisión como herramienta poderosa, muchas veces mal utilizada; el dinero, como algo con lo que no se lleva bien y que puede generar trampas al perseguirlo como fin; la preferencia por Cortázar antes que Borges como “una cuestión que creo generacional” y su grata experiencia en España, fueron respuestas, basadas en anécdotas, que les permitieron a los presentes acceder a sentimientos y concepciones del actor ancladas en su vida más allá de los films.
Luis Brandoni, Eduardo Mignona y Alberto Migré estuvieron presentes en las preguntas. Las respuestas resultaron emocionantes al resaltar los aspectos profesionales y personales de cada uno, y la clara incidencia que tienen en la historia emocional del actor. “La vida”, disparó luego José, y Ricardo agradeció la propuesta para contar que está muy atrapado por la filosofía del presente. “El pasado es el pasado, el futuro no existe y lo que vaya a ser dependerá de lo que hagamos nosotros, aquí y ahora”.
Previo a las preguntas del público, y tras una inquietud de José Martínez Suárez sobre Escenas de la vida conyugal e Ingmar Bergman, Darín aprovechó para aclarar que la obra de teatro homónima, que actualmente está en cartel, nada tiene que ver con la película “ni mucho menos con el tono” de la misma. La obra teatral, con dirección de Norma Aleandro y actuación de Valeria Bertuccelli, es “una pieza aparte” que el director sueco escribió en tono de comedia.
Tras una hora y media de una charla magistral, el actor respondió las preguntas del público. Una de ellas, sobre Elefante Blanco, lo llevó a Darín a contar su experiencia de filmar en las villas. Explicó que “el 95 % de la gente que vive allí tiene una dignidad admirable” y agregó: “Me ayudaron más ellos a mí que yo a ellos”.
Tras esas palabras, que demostraron el compromiso social que está instalado en el actor, llegó el reconocimiento del público. De pie, no queriendo que se vayan, e intentando guardar ese momento en cámaras y celulares, se oyó, prolongada, la ovación. Son el fantástico actor y el célebre director; son Darín y Martínez Suárez, pero ayer, y ante tanta gente, fueron Ricardo y José.