Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Retrato de un antireferente social a la deriva

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Catilina era como Fouché, pero encontró a su máximo crítico en Cicerón, que lo destruyó. El otro se supo mover con más sigilo y ese acaso sea su mayor mérito.

Sobre los hombros de Catilina y Fouché no puede edificarse nada sino las heces de una nación. Sin embargo, sin alcantarillas, ninguna entidad moderna se sostiene. Es decir, acaso la existencia de gente como ellos sea necesaria y hasta funcional, pero no sirven para fundar una nación, sino un club de ladrones o una sociedad bien organizada para delinquir a todo dar.
Todo esto no significa que los grandes hombres no sean, también, grandes maliciosos que hacen y deshacen todo tipo de negocios, pero no solo son eso.

En este sentido, Roma fue César, pero también, Cicerón…e, incluso, Catilina.
El Perú, en cambio, no es ni una cosa ni la otra aunque proliferan émulos tácitos de Fouché que ni siquiera saben de la existencia del retorcido francés y seguidores inconscientes de Catilina (los que son legión).

El Perú, ante esta circunstancia, solo sigue muriendo y no hay ni homenajes ni ejemplares individuos que enaltezcan y superen a los grandes tribunos del pasado que nunca llegaron al poder (acaso una exhibición del ensañamiento de la fortuna contra el país entero), pero que tuvieron óptimas condiciones personales para ejercer el gobierno. Y esto es doblemente grave porque fueron muy pocos los merecedores de este honor (es obvio que el país siempre tuvo un déficit de grandes hombres, etc.) y al ser tan pocos deberían ser enaltecidos, el doble, el triple…

Así, se ha pasado el 13 de Febrero sin que a nadie le importe Sánchez Carrión y este mismo 22 que ya casi acaba, sin que ni los apristas (mayoritariamente) hayan ensalzado a Haya de la Torre. Siendo que estas dos fechas deberían ser conmemoraciones de júbilo nacional, las ruinas actuales del país, no hallan una mejor fundamentación que esta ignorancia y esta desidia que va a la par del encumbramiento de tipejos que no deberían servir ni siquiera como operadores políticos, pero que asumen no solo cargos públicos, sino, incluso, de representación en la estructura de sus propios “partidos”. ¡Anathema!

Tal es así que podemos indicar sin exagerar que una de las mayores desgracias nacionales es que cualquiera llega a ejercer el poder sin tener ningún talento para tales funciones
Si se atribuye todo esto al favor de los dioses y no se advierte que todo esto es solo el ensañamiento de todos ellos no solo contra el país sino contra los supuestos favorecidos, no se ha entendido absolutamente nada. Véase, sino, el destino final de los presidentes del presente siglo.

P.S.
Fouché era genial (aunque repudiable, al mismo tiempo), pero no era un hombre como Mario o Sila. Entiendo porque le fascina a mucha gente medianamente instruida, pero ni la misma Francia se habría levantado teniéndolo al frente. Lo que es curioso porque no se habría levantado sin tenerlo en las catacumbas.

Acaso sea necesaria la presencia de gente como Fouché, pero no constituye ni puede desearse que constituyan a una nación.

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