Octavio Paz tuvo la fortuna de hacer coincidir en su persona a varios personajes importantes, el poeta finísimo, el pensador agudo, el intelectual comprometido, el polemista, el diplomático, el hombre influyente, el poderoso, el sabio, el esteta.
Dominó la literatura mexicana durante décadas y no hubo ningún saber que escapase a su conocimiento ni a su curiosidad. Hizo confluir la estética, la política y la ética de una manera nunca antes vista en Latinoamérica, quizás, irrepetible. Su profunda comunión con la belleza produjo odios entre los canallas. El odio infrarrealista, por ejemplo, que creo yo (lo sabe cualquiera que sepa leer) no se debía a su poesía (incuestionable) sino a su poder y su elitismo.
Los infras, entonces, perfectamente impresentables, deben haberse sentido abrumados por el éxito, en todos los sentidos de Paz y como no podían acceder a los privilegios dados a otros escritores e intelectuales merced el favor del autor de El laberinto de la soledad, lo despreciaban. Sin embargo, hicieron bien, desde su minusvalía, al insurgir contra el patriarca en un momento en el que para ellos (como para cualquiera con cierto espíritu) era necesario ser confrontacional, pero no pudieron superarlo, no tenían el talento ni la disposición adecuada para tal fin. Pese a ello o, quizás, porque Bolaño empezó a escribir en serio, este entendió y señaló que en su madurez no cabía en sí sino admiración por el gran polígrafo, etc.
Como contraparte de cualquier paseo imaginario de Ulises Lima-Mario Santiago en Los Detectives Salvajes, recuerdo ahora una conversación entre Borges, Paz y Salvador Elizondo acerca de la poesía de nuestro tiempo. Se llevó a cabo en 1982 en la Capilla Guadalupana del Palacio de Minería del D. F., lección mayestática de genialidad y aprecio compartido entre dos escritores latinoamericanos que, con toda la seguridad han de ser leídos aun en el ocaso mismo de la vida humana sobre esta tierra.
Elizondo, en aquella ocasión, solo pudo relegarse a completar un tercio simbólico sin nada que decir. Esto no obra en contra de él ya que a cualquiera le habría pasado lo mismo aun si se hubiera llamado Gabriel García Márquez o cualquier otro que podamos considerar un gran escritor. Acaso solo Pound o Joyce habrían estado a su gusto y en paridad junto a Borges y Paz en aquella velada, etc.
En lo personal, empecé a leer a Paz en la adolescencia al mismo tiempo que a Vargas Llosa. Cada uno era el escritor más representativo de su respectivo país, ambos habían sufrido un terrible desencanto respecto del comunismo y habían abrazado el credo liberal (aunque Paz con mucha mayor altura, matices y varios años antes que el arequipeño) y sus obras estaban al alcance de la mano en cualquier feria o librería de viejo.
En aquellos tiempos, hasta los publicaban en las selecciones de literatura latinoamericana y mundial de cuanto diario hiciera una de ellas Llegué así a Libertad Bajo Palabra, volumen deslumbrante y diverso, obra total, llena de contrapuntos y distintas manifestaciones de formas y voces, modelos clásicos y experimentales y un denodado culto por la belleza pura aunque con ciertos momentos de ruptura que eran provocadores. Recuerdo, así, un poema en el que, el fino Octavio se apasiona y putea a las palabras.
Piedra de Sol, su clásico y conocido gran poema, está incluido en este libro que es una suerte de antología, pero que supera dicho propósito pues engarza su producción poética como una muestra de unidad, privilegio que solo pueden tener los grandes poetas. Su lectura fue y es una muestra de felicidad que, como Borges explicó más de una vez, solo sucede con la literatura que de veras importa.
Para dar una muestra de su clarividencia estética a ultranza y su entrega plena a la escritura y sus misterios recomendamos que busquen en Google su poema titulado La Poesía donde sintetiza y expone su devoción y compenetración con las musas: “Pero insistes, lágrima escarnecida, / y alzas en mí tu imperio desolado”, definición perfecta de alguien que vio más de una vez el rostro mismo de la poesía, privilegio de muy pocos entre tantos que se dicen a sí mismos y a sus alcahuetes que son poetas.
Sus distintas facetas (el finísimo poeta, el pensador agudo, el intelectual comprometido, etc.) ameritan varios centenares de páginas. Bastará apuntar para finalizar por hoy que su vasta producción ensayística fue exhaustiva respecto del ser nacional de México y el ser latinoamericano sin dejar de lado al ser humano en general, como creo que ninguna otra obra en este lado del mundo.
De hecho, la vastedad de temas que atienden su curiosidad intelectual y espiritual lo hace solo comparable con Borges, pero con una profusión y un riesgo mucho más grande y sistemático, acaso menos excéntrico, pero igual de temerario y eso es poner las notas en un punto dimensional que corresponde a arrojos titánicos.
El sereno poeta cuyo propio apellido parece haber delimitado su vida y su carácter era, en el fondo, varios hombres como todos, pero consciente de esa diversidad, eso sí como muy pocos. Varios de ellos eran gamberros y pleitistas, por eso destacó como polemista,pese a la suavidad de sus maneras. Otros, un sereno contemplador de la vida y del espíritu, un erotómano, un bon vivant, un sabio, un místico.
Para dar una idea de la importancia de Paz y su magnitud durante todo el siglo XX, puede decirse que participó en los famosos congresos antifascistas de 1937 en defensa de la república española (junto a Malraux, Vallejo, Hemingway, Huidobro, Tzara, Auden, dos Passos, Carpentier, Neruda, Machado, Alberti, etc.) y cincuenta años después participó en el congreso que hizo memoria y crítica del primero (junto a Vargas Llosa, Savater, Semprún, Vázquez. Montalbán., etc. donde, pese a todo, se notaba ya un proceso de decadencia en la intelectualidad mundial que no cesa hasta la fecha). En todo caso, en ambos periodos fue formidable.
Convivió, además, con los surrealistas durante varios años, en la ciudad luminosa, luego de la Segunda Guerra Mundial y, según diversos entendidos, los introdujo en la literatura de Pound y otros norteamericanos con lo que se cierra el círculo de aquellas épocas de vanguardia en la que Paz fue un activo partícipe.
También, debemos consignar que nuestro autor vivió bien casi siempre y usó sus influencias como corresponde, pero no fue un tipejo acomodaticio sino un individuo inquieto con una gran tendencia a la disidencia.
Cuando los juicios de Moscú o en el periodo inmediato a estos y siendo muy joven rompió con el comunismo y, más precisamente, con Stalin, a diferencia de un personaje como Neruda que pese a ser un gran poeta fue un individuo tortuoso como muy pocos.
Denunció con nombre propio los campos de concentración soviéticos cuando la izquierda intelectual, como siempre, se hallaba callada y era cómplice de la barbarie. Contradictorio, como siempre, o abierto a la pluralidad, se sabe que aprobó, en algún momento, a los tupamaros y que concedió a Mao una suerte de amplitud que no coincidió con la realidad.
En el 68, pese a disfrutar de una vida muy holgada como diplomático en la India, luego de la matanza de Tlatelolco, rompió toda relación con el gobierno priista de Gustavo Díaz Ordaz y renuncio a su cargo diplomático.
Valiente y consecuente tipo. Cuando todos creyeron que iba a abanderar a la izquierda, insistió en el liberalismo y fue crítico de los regímenes izquierdistas de Cuba y China…
Al mismo tiempo, fundó y dirigió revistas como Plural y Vuelta en las que la política, la literatura y la crítica se dieron la mano con un rigor no exento de gracia y encanto, más una permanente actitud de combate.
Este es el periodismo cultural y político que uno debe aspirar a alcanzar y no la bajeza de lo cotidiano, la coyuntura y el cálculo oportunista o, peor aún, rentado. Espero que basten estas líneas para recordar a uno de los más grandes escritores y pensadores de la lengua española de todos los tiempos sin olvidar que todo encomio y remembranza de su figura (no exentos de crítica como debe ser) son un acierto (del mismo modo que el autor en cuestión) metafísico. Ojala hubiera más individuos y escritores como él.
P.S.
He escrito este documento porque este último 31 de Marzo de 2024 de ha conmemorado el 110° aniversario natal de Octavio Paz y porque nombré a mi programa Libertad Bajo Palabra no solo por la clásica figura jurídico procesal sino por el autor al que se han dedicado las presentes líneas.