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Reflexiones matutinas sobre la Poesía en su ‘Día Mundial’, por Percy Vilchez Salvatierra

Lee la columna de Percy Vilchez Salvatierra.

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En la vida, resolver problemas lo es todo. No importa si eres un contemplativo o un hedonista, para poder atender con rigor a tus contemplaciones y placeres, debes tener un estado existencial libre de complicaciones, es decir, nada de problemas.

En este sentido, ¿qué problema resuelve la poesía y cuál es su utilidad?

Siendo que la poesía no resuelve nada (y acaso complique más todo) es importante exponer que, pese a ello, nos da la oportunidad de explicar las mayores contradicciones y sinsentidos (hasta se le ha configurado, en algún momento, como si fuera la única ‘coincidentia oppositorum’ real). En todo caso, da espacio, como ella sola, al deslumbramiento de la palabra ante el misterio mismo de la vida y todas sus posibilidades y variantes.

Esto último es difícil de definir y no hay ningún autor (poeta, filósofo, etc.) que haya logrado una forma unánime, una definición absoluta de lo que es la poesía pues ninguna otra palabra evoca tantas maravillas como ella. Y, así, la  poesía no es sólo un ornamento o una suma de palabras bonitas como se suele creer. Es, sí, una suma de imágenes que provoca en el lector el deseo o la añoranza de realidades inalcanzables e imposibles de aprehender salvo que se acceda a ellas a través de esta propuesta verbal. El desvelamiento de emociones ordinarias que se suele contar como una manifestación poética es, en este orden de cosas, un error.

En ese sentido, medio mundo en algún momento ha oído la patética expresión “eso era lo que yo quería decir, pero no pude hallar una forma adecuada”. Eso es superfluo y conformista puesto que la poesía  implica exponer y enseñar conocimientos o perspectivas respecto de dichos conocimientos que sean singulares y potentes,  emocionantes sin claudicaciones tanto en la inteligencia como en la sensibilidad.

Luego, tenemos gente que escribe ‘mal’ y dice poco y gente que escribe ‘bien’ y dice menos aun. Pero, la poesía no suele encargarse de tales minucias.

Además, la poesía no te hace más bueno ni más malo, ni más fino ni más sensible, acaso más audazmente imaginativo y, generalmente, más profundamente retorcido. Y, sin embargo, su contemplación basta para saciar una vida hasta su agotamiento o su máxima exaltación. Así, en ‘El espejo y la máscara’, la Poesía es una palabra única que engloba el máximo pecado, conocer la belleza que es un don vedado a los hombres, según la fábula de Borges. Siempre  orientados por el último vidente latinoamericano, hallamos que en ‘Undr’, la Poesía es, así mismo, otro vocablo misterioso y lleno de poder.

Claro que esto depende de la poesía que disfrute el lector pues ahora se escribe tanta ‘poesía’ que, todo está permitido y pésimamente pocas personas interesadas en esta forma espléndida disciernen entre la hez y la luz.

La figura del poeta es otro aspecto muy importante para reflexionar. Así, Holderlin nos enseñó que los poetas son ánforas sagradas que contienen el vino de la vida, y resguardan el alma  de los héroes. Y, sin embargo, Bukowski refirió con lucidez asombrosa (en la famosa entrevista que le hizo Sean Penn en 1987 para Interview) que cuando era un niño la palabra poeta sólo representaba, en su escuela,  a un tipejo muy afectado y ridículo, objeto del escarnio y de todas las burlas posibles. Esa escuela no sólo era su escuela sino que nos sirve como un reflejo del mundo contemporáneo y nos lleva a preguntarnos, ¿qué cosa pasó y qué varió entre las circunstancias de  Holderlin y Bukowski?

Bueno, pasó todo un cambio de mentalidad y un tremendo giro de época (en términos sociales y políticos) pero eso no llega a justificar la variación. Sucedió, en cambio que la poesía en verso dejó de proponerse conceptualizaciones totalizantes salvo rarísimas excepciones y así el poeta pasó a ser un oficiante menor en la liturgia magnífica de la alta creación literaria. Así, durante el Siglo XIX hubo muy pocos poetas que congregará la ambición y los resultados de los grandes maestros de la novela. Así, los poetas prefirieron sus propias cuitas y eso de generó en los autores menores a proponer formas cada vez más y más pauperizadas y yoistas, no en balde Rimbaud, en arrebato genial aunque coherente con su debilidad, tuvo que orinar sobre la mesa de los principales ‘poetas’ franceses de su tiempo como un emblema de rechazo al promedio burocrático en que había degenerado el oficio poético.

Esto no puede seguir así. Por lo tanto, hay que cambiar la imagen que se tiene del poeta como un inservible y un marginal (la imagen en boga) y hay que recordar que hubo poetas que vivieron muy bien y tuvieron grandes ambiciones (incluidas las políticas) y no eran una partida de afectaditos (Goethe o Dante, que pagó carísimamente su ambición e inteligencia, serían antípodas respecto de sus resultados sociales, pero ambos jugaron un mismo juego, el del poder).

Otros tuvieron grandísimas aventuras y cantaron epopeyas y grandes hazañas (todos los poetas épicos).

Los hubo, también, fantasiosos y metafísicos (estos inventaron a Dios y se sirvieron de él pues instituyeron los cultos y el mundo de lo sacro). Su contraparte oscura creo la magia, la nigromancia y todo tipo de conjuros.

No faltaron los licenciosos y sensuales, los locos, los juglares, los trovadores, etc.

Por todo ello, ver a los poetas como una caterva de desesperanzados hombres sin brío es una cosa reciente y si no se retoman los caminos antiguos, la poesía (casi agotada plenamente en este momento) desaparecerá como género o como forma versada. Por suerte para la humanidad, sin duda, la Poesía sobrevivirá en cuanta forma escrita o audiovisual proponga un testimonio de la magia y de la maravilla que es sentir y pensar de verdad en este mundo.

Esa garantía o esperanza es lo único que faculta a entidades como la UNESCO respecto de instituir una solitaria fecha conmemorativa para la Poesía (21 de marzo de cada año) cuando, en realidad, conmemorar a la poesía debería ser cosa de todos los días pues celebrar a la poesía es celebrar a la vida.

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