Cada vez que intento hablar con alguien, recuerdo que no puedo hablar, ya que cada vez que intento decir que pienso, se presentan varios impedimentos, uno de ellos es que no escuchan. Aparentan escuchar pero no lo hacen, son simples espectadores, mientras uno esta actuando, interpretando el papel que me dio la vida, la gente solo mira. Y por último ni siquiera aplaude. Preso en el centro penitenciario “EL RECUERDO”.
Atrapado en esa celda llena de soledad y de tristeza. Refugiado, cansado de gente avestruz, que ocultan sus cabezas para evitarte; buscando a ese amigo que te escucha, aquel que no te falla, pero por años esa búsqueda fue en vano, cada cual con sus problemas, cada cual en su mundo, en los días de hambre, pasas por restaurantes y miras como la gente se satisface comiendo ese pollo, ellos mascan y yo lo saboreo, ellos pagan y a mi duele, es que hay días que no tienes ese sol para el pasaje, o esa china al ovalo, días de necesidad, un día escuche a alguien decir un pensamiento “Paren el mundo que me bajo” y muchas veces quería bajarme y cuando ya estaba con el pie derecho fuera del estribo, es donde quería darle a la vida otra oportunidad, fue un día hermoso, el primero lleno de fuerza y vitalidad mucho ánimo, el segundo fue un día regular, quise platicar con algunos amigos y lo logré, lo malo fue cuando se fueron y me quedé solo, viendo como era transportado a esa fría celda, vi que se abría y me mostraba que yo pertenecía a ese lugar, el tercer día al amanecer observé que cada uno de mi entorno hacía sus quehaceres y yo, había perdido la brújula, fue cuando vi aquella celda que se cerraba y fue tal la soledad que no hubo ni una sola persona que cerró la celda, sino que se cerró automáticamente, agarrando esos gruesos barrotes y sintiendo lo helado del metal, jalé la silla y la puse junto a los barrotes, subí y amarré mi correa en mi cuello, luego en el fierro más alto, saque mi pie derecho entre los barrotes de la celda y dije “Paren el mundo que me bajo”.
Quise poner punto final aquellos familiares que en el momento que más los necesite, no estaban, aquellos amigos que me fallaron, aquel sistema que no funcionó conmigo y, mis últimas palabras fueron “Dios si existes ya no quiero vivir así”, di ese salto al vacío fue un salto al pasado, en donde aparecieron aquellos momentos desagradables pasar velozmente, aquel oscuro recuerdo, cuando de pronto observé como poco a poco aparecían esos rayos del sol. Y luego aparecí en la puerta principal de aquel centro penitenciario “El Recuerdo”, libre al fin. Lo vi por última vez en aquel atardecer, los ojos me brillaron y empezaron a caer las lagrimas, viendo esa puerta vieja y oxidada, esa pintura que con el viento se descascaraba, esos arboles secos, le di la espalda con una inhalación de aire que hinchó mi pecho y, di el primer paso conforme iba botando el aire, a empezar una nueva vida, hasta nunca C.P.E.R (CENTRO PENITENCIARIO “EL RECUERDO”)