Seguramente, sin la presencia de fotógrafos como Martín Chambi, Jorge Bouroncle (arequipeño radicado en la ciudad imperial), Alberto Guillén, y Daniel Cisneros Cáceres se hubieran perdido para siempre aquellas imágenes que nos hablan del Cusco de principios del siglo XX y décadas posteriores, pues estos hombres de la cámara chica tuvieron la virtud de captar ambientes, personajes y costumbres de ese mundo de antes del terremoto de 1950, cuando aún era posible vislumbrar una ciudad idílica, típicamente mestiza y autóctona.
“UN REALISMO IMPACTANTE”
Como “momentos de un realismo impactante”, definió Pierre Fraixanet de la Universidad de Toulouse los trabajos de Daniel Cisneros, uno de los pilares de la fotografía cusqueña, a quien recordamos en la fecha cercana a su natalicio.
Nacido en la ciudad de Sicuani un 22 de abril de 1901, siente la vocación que lo llevó primero al estudio arequipeño de los Vargas y más tarde a La Paz en donde perfeccionó sus conocimientos con el alemán Kablin.
De ahí en adelante, Cisneros se empeñaría en encontrar su propio camino llegando a mostrar “un mundo totalmente en claroscuro, nítido, contrastado” como diría Jean Andreu, crítico de arte de la Toulouse. Para más adelante agregar, “aquí todo es quietud y serenidad. Se nota incluso una necesidad de hombres y de mujeres de mostrarse auténticamente como son.”
La fotografía de Daniel Cisneros-que también incursionó en la pintura produciendo telas al óleo de gran belleza-, es testimonial, no del tipo postal, rompiendo con la costumbre de hacer posar a los personajes. El en cambio, captura circunstancias cotidianas grupales, quitando a los sujetos elegidos, ese halo de tristeza con que solían mostrarlos.
En las escenas cotidianas, el fotógrafo y las personas que retrata, logran una gran familiaridad, pues como decía la antropóloga norteamericana Déborah Poole: “Por un lado, las fotos de Cisneros nos quedan como registro del pasado, pero también de su sensibilidad estética y curiosidad humanística por el Otro, que marcó distancia de aquellas ideologías indigenistas en que el indio figura como un triste y silencioso testigo del pasado”. Esta preocupación, resume la visión inclusiva y social que poseía el artista, adelantándose a su época.
En esa selección de fotografías, encontramos las de “El comedor de los agachados”, “vendedoras de papas”, “Escuela de Música” y esas inolvidables callecitas cusqueñas donde se pierde el recuerdo.También hallamos la calle Mantas donde se ve transitando a indígenas junto a sus acémilas; el famoso balcón de Pilatos, camino al templo de Belén derrumbado por acción del terremoto del 50; el puente de Paucartambo, sin olvidar la impresionante serie de fotos tomadas en la ciudadela de Machupicchu, donde cuidó al detalle ángulos, espacios y conjuntos para darnos a conocer la gran arquitectura de esta ciudad de leyenda.
Siendo Junio el mes en que se realizan las celebraciones por el Día del Cusco recordamos a uno de sus hijos, el artista plástico y fotógrafo Daniel Cisneros Caceres, cuya extraordinaria obra fue denominada «EL LENTE INVISIBLE» por la Alianza Francesa.