Pensemos en el siguiente experimento: se eligen poemas de autores humanos y de la inteligencia artificial con el fin de analizar cuáles gustan más. Después, a un grupo de 700 personas, sin formación literaria previa, se les consulta sobre sus favoritos. El resultado da por ganador a la IA.
¿A qué se debe este fenómeno? Por un lado, consideremos el desafío de leer un poema: es un salto a la otredad, un vínculo mental con un desconocido. ¿Cuántos estamos dispuestos a escuchar al otro? Pongamos una prueba. Voy a citar dos poemas sin mencionar la autoría y comprobar si hay o no un reto lector que condiciona lo que entendemos por gusto. Veamos:
Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.
Si bien los últimos versos son frontales, los primeros resultan desafiantes, tanto en su forma como en su estilo. La idea de “corajosos brutos como postizos” puede no definirse bien, y ser un tema para trabajos hermenéuticos. Ahora, leamos:
Amanecer de carbones
Llora el tambor del alba,
un ojo de leche cuaja en la grieta del luto,
el aire, ciego, tropieza con los escombros del canto.
Se quiebra la espina de un reloj en su jaula:
¡tic! la sangre late,
¡tac! un grito mastica el polvo,
y al fondo del pecho,
los carbones dibujan un sol hambriento.
Todo es hambre aquí,
menos el eco, que devora su sombra.
En este poema encontramos dos imágenes: el alba y el tiempo. La primera imagen nos habla cómo en este espacio, tanto físico como interior, se produce el canto, o poema. El tiempo surge como imagen condensada en el latido del corazón, que se devora a sí mismo, es decir, es péndulo de vida y muerte.
Si bien el poema tiene imágenes oscuras, la idea es simple y directa: en la vida (el amanecer) se canta, aunque el tiempo nos aniquile. De ahí que el título “Amanecer de carbones” sean una imagen paradójica: el amanecer como inicio y el carbón como fin. Por otro lado, en el primer poema la estructura es ondulante: se pasa de la confesión desgarrada a las imágenes herméticas.
Si a usted, lector, le gustó el primer poema entonces prefiere la poesía de César Vallejo, pero si el segundo verso le fascinó entonces si elección es por el Chat GPT.
¿Cuál es mi punto de vista ante esta coyuntura? Primero, que la poesía es un género que implica concentración, estudio, rigor.
Muchos libros, como Trilce o Contranatura, los leí durante años y hasta ahora encuentro nuevas rutas interpretativas. Lo difícil es hermoso, aunque nos cueste más. Si bien hay poetas que tienen la claridad como espada, hay otros más exigentes. En la actualidad, gracias a las redes sociales, hay mucha poesía en diversos estilos y formatos.
En esta diversidad, es fácil notar que los poemas con mayor favoritismo suelen ser los que trabajan los ejes del amor, de manera más simple, sin exigencias. En ese sentido, el Chat GTP usa formas concretas para crear sus poemas, sin aquel “nervio humano”, que se siente en la poesía de mayor atrevimiento.
Por todo lo leído, podemos concluir que la poesía escrita de manera virtual no agota todos los registros y tonalidades humanas. Es obvio. Incluso hay otro factor: el gusto políticamente correcto, es decir, sin riesgos. El resultado de la IA no es imparcial, dado que se condiciona por algoritmos determinados. En ese sentido, el gusto no es sinónimo de calidad: la poesía de Góngora no gustó mucho en su tiempo, y hoy es parte del canon universal.