La apelación propuesta por los Humala Heredia fue desestimada por la Segunda Sala Penal de Apelaciones del Poder Judicial y quiere verse en ello, una revancha política. Sin duda, lo es pero eso no niega que sea un hecho justo, acorde con el derecho y una lección necesaria, acaso dura, pero necesaria.
Es una venganza política en el sentido de que las fuerzas políticas que priman en la actualidad satisfacen hasta el exceso todas las formas de impunidad posible y no han permitido que la inexistente representación “nacionalista” obrase de alguna forma que termine favoreciendo a los fundadores de su partido, toda vez que este está extinto tras el suicidio que fue retirarse del proceso electoral de 2016 en la que no aseguraron siquiera algunos integrantes del congreso y todo eso a cuenta de no favorecer a Urresti, que hubiera capitalizado para sí mismo el mínimo aval popular que todavía le quedaba al PNP y probablemente, lo hubiese hecho crecer pero ya no con los Humala en la dirección.
Ollanta y Nadine se expusieron sin defensa alguna ante las hienas y ahora vemos los deplorables resultados de su falta de tino y su exceso de angurria.
Paradójicamente, al no querer perder el poder en el “Partido” Nacionalista Peruano a manos de Urresti, perdieron el partido, también, toda forma de representación política activa al no tener congresistas de su lado y, finalmente, la libertad.
Sin embargo, no debemos compadecer a los Humala por lo descrito ya que son deudos y responsables absolutos de su propia estupidez ni debemos quejarnos porque Keiko y otros que han realizado acciones muy similares, no están presos.
Debemos hacer entender a los fujimoristas la clase de podredumbre que el fujimorismo representa –me resisto a creer que todos sean estúpidos o perversos– y procurar que en su momento todos los políticos que han usado malamente esta ideal forma de servicio y de ejercicio del poder sean procesados y debidamente sancionados.
Repárese en el hecho de que Alberto Fujimori está preso hace años y, sin embargo, el aval popular a su persona no ha cesado, a tal extremo que ahora dos de sus hijos son prácticamente presidenciables.
No incurramos en la imbecilidad de simplificar el problema diciendo: “estos fujimoristas son todos unos vendidos sin sesos que apoyan la ignominia solo porque reciben un taper”.
En verdad, debemos preocuparnos por ofrecer alternativas que convenzan a la población de que nuestras opciones son las correctas sino seguirán apoyando a los Fujimori porque, simplemente, no encuentran una opción mejor entre las propuestas que existen en la escena política peruana actual.
Reparemos también en otro “pensamiento” vulgar que ha cundido últimamente entre aquellos que dicen: “es una vergüenza para el país que todos los ex mandatarios estén involucrados en actos de corrupción y que dos, hasta este momento, ya estén presos, aunque sólo uno haya sido condenado”. Esto se debe a un error de óptica. Los que expresan este tipo de ideas no se percatan de que en realidad es honroso que se les haya sancionado, y ahora sólo falta sancionar a todos los otros y recordar que el lavado de activos no es lo único que se les puede imputar. Baste citar el Caso Madre Mía, para evidenciar la impropiedad, incorrección y ciertamente la impunidad parcial de la que goza Ollanta Humala respecto del extremo propuesto. En fin.
No basta con encerrar a García, a Toledo y a Keiko para obtener una debida reparación por el infierno que simbolizan, también, se les debe vencer con las armas que brindan la inteligencia, la ética y la grandeza.
Esta es la única opción para la supervivencia moral del Perú y si no lo logramos, el hecho que sigamos existiendo físicamente, no valdrá la pena ni el esfuerzo ni el sacrificio.
P.S.
La debacle de Humala nos enseña que no debemos ser tibios nunca. Si acaso hubiera puesto empeño en materializar el proyecto de la Gran Transformación, ahora mismo el pueblo protestaría y manifestaría, al menos, su apoyo y solidaridad, pero no, su falta de carácter e inteligencia hizo que fuera duramente ablandado por los que rigen el poder económico en el país, que no contemplase que su única posibilidad de trascendencia y el motivo por el que fue elegido era ofrecer una propuesta distinta a la del fujimorismo y no sólo un mero cambio de nombres en la nómina de Palacio de Gobierno.
Por todo ello, fíjense en su lúgubre final. Un débil y grisáceo ex presidente preso por actos compartidos por otros políticos. Entre ellos, cabe señalar a uno con vínculos e influencias en todos los estamentos jurisdiccionales, García y a otra con la fuerza que corresponde a tener una “notable” mayoría parlamentaria, Keiko. Humala, en cambio, sólo goza del rechazo de la “izquierda” a la que bien pronto “traicionó” y el desdén de los políticos a los que débilmente intentó perseguir.
A Ollanta no lo apoya nadie; a Keiko, casi la mitad de la población electoral que participo de la segunda vuelta en la que PPK resultó ganador por poco menos del 1 %, apenas 0.248%. Esto indica que pese a la declaración externa de formas democráticas, el pueblo peruano no tiene ninguna vocación ni deseos de ser partícipes de un modelo político en el que tengan plena representatividad ni mucho menos indicio alguno de dignidad pero como ya expuse, también, demuestra que no existen alternativas que puedan orientarlos a ser mejores. Esto desanimará y debilitará a los espíritus más bajos; en cambio, los fuertes seguirán resistiendo, luchando y tratando de servir al el Perú desde la lucha permanente que corresponde al esclarecimiento de la turbia realidad que padece actualmente nuestro país.