Cultura

Ramiro Pareja (o la dualidad simbólica)

El artista peruano afincado en Madrid regresa después de 4 años con una sobria descarga en abstracto-figurativo.

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Acaba de aterrizar de Madrid y lo primero que hace es ir a La Galería de San Isidro para terminar el montaje de «Moebius», su último conjunto pictórico que alude a esa superficie de una sola cara y un solo borde cuya propiedad matemática es ser un objeto no orientable. El maestro pintor lo ha traducido en un conjunto de nueve grandes formatos en acrílico que engarzan con otros cinco en técnica mixta sobre papel.

Como se sabe, Ramiro Pareja (Arequipa, 1954) es tan dúctil y versátil con las técnicas y estilos como con la materia que lo plasma. Pasible de someter a la acuarela, el óleo o el acrílico, el maestro mistiano discurre por el paisajismo, la plástica precolombina o el pop art con la misma naturalidad que tiene para hacer cubismo. O bodegones y naturalezas muertas. Digamos que su estilo es ir por la vida fusionando corrientes.

Y si en su penúltima individual, «Nudo Gordiano», aludió a la metáfora griega para amarrar 12 grandes formatos en tensión sobre lo visible y lo invisible, esta vez instrumentaliza la superficie reglada del matemático alemán August Ferdinand Möbius y la transporta hacia una sucesión en abstracto-figurativo, formato en el que parece sentirte más cómodo. «El formato es un espacio escénico y en este caso ha sido una necesidad», dice.

Dice también que no encuentra una génesis puntual en la preparación de sus individuales. «Las obras se gestan poco a poco en el tiempo y en algún momento se confirman como proyecto o serie. Muchas veces coinciden en el mismo tiempo, solo que algunas maduran antes. Es la maduración de la idea y la imagen. Eso permite entrar en lenguajes y espacios diferentes que luego en el formato mayor encuentra una mayor participación, incluso física».

Formado desde los 20 años en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y luego en Viena, exactamente en la Hochschule für Angewandte Kunst, regresaría a la capital española para obtener una licenciatura en la Complutense. Entre idas y vueltas a nuestro país, el 2018 quiso establecerse en Arequipa. Pero dos años después decidió reinstalarse definitivamente cerca de la diosa Cibeles, el centro neurálgico del madridismo.

Felizmente instalado allá, no piensa en volver. «Veo que la situación no va a cambiar en el país. Me siento triste y desconcertado también por el estado del arte, hay mucha avidez de éxito y enriquecimiento fácil como fin primero. Los acontecimientos del covid y otras situaciones políticas sociales resultan deprimentes y se ve su contagio en todo ámbito», concluye.

Y entonces nos vuelve a transportar hasta ese maremágnum de colores que compone su obra. Una trama fabricada con puntos espaciales y módulos especiales. Un juego de planos que se yuxtaponen con insólita coherencia Un campo abierto de ritmos y colores. Pastiche y memoria. Para que todo, al final, armonice con el vuelo limpio de un artista clave en nuestra pintura contemporánea.

El dato

Lugar: La Galería (Conde de la Monclova 255, San Isidro).
Fecha: Del 13 de abril hasta el 6 de mayo.
Horario: de lun. a vier. de 11 a.m. a 8 p.m.; sáb. de 4 a 8 p.m.
Ingreso: libre.

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