Hacer un recuento de autores peruanos contemporáneos valiosos es un acto imposible. Salvo que haya genios escribiendo en las sombras que no hayan ofrecido aun a la luz pública sus proyectos, la literatura peruana es baja, insignificante y aburrida salvo por algunas excepciones insuficientes y absolutamente desprovistas de grandeza., característica habitual no solo de la literatura peruana sino del país entero.
Entonces, si solicitan que se recomiende a autores peruanos talentosos aparece una paradoja inquietante puesto que, ¿acaso es posible que existan escritores sin talento? y lo peor es que, editorialmente, existen y proliferan sin cargos de conciencia ni culpa, aunque realmente no sean ‘escritores’.
En realidad, muchos son esforzados profesionales (otros son solo aficionados), pero ni siquiera es suficiente el talento. De hecho, en la actualidad sería mezquino negar que en los predios de la literatura peruana hay gente con habilidades formales y hasta tenues estilos (aunque como en toda disciplina, lo que más abunda es el conjunto de mediocres habituales), pero la literatura (el arte en general) no puede limitarse a eso, sino que debe pretender lo imposible.
Una pregunta alternativa digna de ser controvertida sería, ¿entonces, existen grandes escritores peruanos contemporáneos? ¿Prospectos, siquiera? Nada que ver y por eso la facilidad con que se endilga el adjetivo “grande” a cualquiera es una de las graves taras que tiene la cortesana literatura peruana y este es el tiempo de aniquilar esa falsa expectativa.
En narrativa, luego de MVLL y Gutiérrez, existe un obvio estancamiento y un detrimento de la ambición totalizadora que debe perseguir todo novelista.
En poesía, desde Juan Ojeda no existe una intención de lograr una poesía absoluta salvo por el proyecto trunco de Enrique Verástegui.
Proliferan los estilistas que pueden escribir con cierta corrección, pero no tienen nada que decir, los cosmetólogos de la palabra, los entusiastas experimentales y los que escriben mal, pero tienen buenos amigos solícitos con las reseñas, los “discursos” de las presentaciones y las “críticas fundamentadas y enjundiosas”.
Un medio donde cualquiera ataca en las redes sociales con total cobardía, donde no existen críticos que digan la verdad, donde se huye de la polémica y se tergiversan las ideas de los contrarios no puede dar mejores frutos que los ampliamente conocidos, un escenario absolutamente lamentable para los amantes de la literatura.