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RABIA DE NAVIDAD

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Uno se cansa de ser bueno, de dar abrazos como si fueran hostias. Uno se cansa de decir siempre lo  mismo y encontrarse todos los días, meses y años con la misma gente que no entiende por qué lleva una cadena en el cuello o por qué babea ante la última publicidad de Cocacola, Saga o Ripley. Uno se cansa de decirle bestia a la bestia, de decirle perro al perro y gato al gato.

Quizás lo mejor sería actuar y dejarnos de vainas. Ya tanta palabra solo sirve para amontonar cuartillas de papeles tras papeles que luego venderé a un ropavejero por un sol el kilo. Y, por eso mismo, por lo que no podré escupirles ni vomitarles en la cara, he decidido, para estas “fiestas”, dejar los modales a un lado y romper en pedazos estas tarjetitas Unicef que había comprado para darle a cada uno de mis “mejores” amigos, en su mayoría déspotas, aprovechadores y estafadores de sí mismos; y, cómo no, tirar a la basura estos otros regalos que había comprado a plazos endeudándome hasta el 2016, porque el mejor abrazo es el que se da uno mismo frente al espejo. Y lo ideal sería comprarse un revólver y darle el tiro de gracia al primer gracioso que se cruce el semáforo en rojo con el sonsonete de “felices fiestas. Merry christmas, my darling, amigo poeta”.

Esta navidad voy a comportarme como el troglodita que soy –o que dicen que soy– y primero, voy a darle de patadas al panetón de carreta que me van a regalar. El chocolate Cuzco para taza lo voy a embutir en el wáter a ver si de una vez se le atora el desagüe al vecino burócrata que le pega a su mujer y tortura a su hijo con películas de zoofilia.

Voy a agarrar al pavo horneado con las dos manos y después de abrazarlo como quien baila la Balada Número Uno de Chopin, lo voy a lanzar por la ventana, quizás las cucarachas, arañas y moscas tengan más hambre que yo. Y eso sí, no dejaré de ir a misa de Gallo, para darle un par de puñetes al cura pederasta que le roba las limosnas a un ciego y le menta la madre a los niños pobres de un conocido comedor popular (estoy hablando de ti, monseñor españolete de la Iglesia Cocharcas).

También iré a una tienda por departamentos, de esas que dicen que trabajarán 24 horas por días de fiesta, esclavizando a su personal a los que solo les darán un sencillo por convertirlos en poco menos que cobayos, ratas de laboratorio, fieles al castigo, chillando en la caja registradora: “paguen con sencillo”, “no hay cola preferencial”, “desea donar su vuelto para los mineros indigentes de Antamina”… ¡Mierda! De repente, termino por convertirme en piromaníaco o en bonzo humano al modo de los monjes budistas de Nepal. Después no digan que no se los advertí.

Reventaré a palazos todos esos parlantes que atruenan las calles con esa musiquilla idiota jingle bells jingle bells, Jingle all the way… en las casas de los cristianófilos, night clubs, casas de masajes, prostíbulos y vehículos de transporte urbano donde los choferes tienen barba blanca y ladran ho ho ho. Y los choros-policías con escarapela y vestidos de sastre te roban la billetera. Y uno tiene que ponerse recio ante el bombardeo publicitario que no piensa dejar títere con cabeza. Uno tiene que sacar su chaira y cortar los cables de esas luces infrarrojas y ultravioletas de navidad que hipnotizan y convierten en zombis a los transeúntes.

Y hay que aplastar esa falsa modestia y ese pasito tun tun de los simuladores y comediantes teatrales, clasemedieros cuya bondad de fin de año por deshacerse de todo lo que ya no le sirve o necesita renovarse y se “donado”, solo les dura hasta el primero de enero cuando les pase la borrachera y empiecen a apestar en sus vidas-letrinas, en su pujo emético, chiquero-oficina y chiquero-hogar pensando en que quizás lo más conveniente fue meterse al mar con resaca y ahogarse en esa charco de excrementos y aguas servidas que es el mar de Lima.

También me daré un tiempito y pasearé por esas calles hipócritas que cuelgan papanoeles de las paredes y hermosos renos de exhibición que tiran de un trineo espacial con arbolitos de navidad hechos de plástico, tecnopor y material de chatarra (san Jacinto-autopartes robadas) para cerros con pesebre que aunque sea puedan reproducir en miniatura lo que el hombre destruye todos los días.

Mientras liquidadores radioactivos llenan los muros de Jericó con guirnaldas, bombillas multicolores y regalos vacíos en papel metálico que brillan incandescentes a la luz de la luna o sobre pinos imitación de Monsanto o muñecos de nieve con nariz de zanahoria en pleno verano. Y escupiré en esos paneles de ofertas y en esas marquesinas donde una mujerzuela no sabe si arenga a unos electrodomésticos o a las prótesis de silicona para mastectomías.

Porque uno  sabe perfectamente que en vez de colgar esos muñecones nórdicos con ropas térmicas que, supuestamente, bajarán orondos por una chimenea ficticia –alienación, destazamiento mental progresivo–, lo que en realidad están tratando de decir es que quisieran colgar del cuello a los sub-obreros, empleados, emergentes, microempresarios y provincianos jodidos hasta el tuétano para quienes la “navidad” significa sólo deudas impagables, mora, intereses, hipoteca vencida por hacerle caso a la mujer-consumo y a la estafa inmobiliaria (“la gente bonita vive en casas bonitas”), Infocorp y el infierno de la mutilación económica que empieza con el consabido estribillo: “su casa ha sido embargada, tiene 24 horas para abandonar el predio!” ¡Pay or die!

Y por eso, lo mejor en estas navidades de desagüe es dejarse de palabrerío, dejarse de saluditos cojudos y coreografías de happy end y salir con un fierro de construcción o una cachiporra a darle duro en la cabeza a todos esos charlatanes de Telemercado Las Américas o “viva ahora y pague mañana”, “realice el viaje de sus sueños a Rumanía”, “conozca Disneylandia, Cancún, Varadero, Tierra Santa, El Cuerno de África y Somalia”; y romperle las canillas a esos cretinos y mequetrefes mercantilistas, a esos presentadores de televisión que se prestan para los psicosociales y, en especial, a esas modelitos de pasarela, hormonadas y con traseros acromegálicos, que te tratan como contenedor de basura en donde pueden aventar cualquier cojudez que solo sirve para sobarte el ego y hacerte creer que puedes comprar algo, aunque sea un rollo de papel higiénico, un dildo o una tumba a tu exacta medida para ti y tu triste familia porque la agonía y la muerte son negocios que se pagan a plazos o en contante y sonante, al cash.

Tú eliges, de eso se trata, de creer que eliges.

Y otra vez: Feliz Vanidad y Próspero Engaño Nuevo.

-Otros artículos sobre la natividad de RY:

http://rodolfoybarra.blogspot.com/2008/12/ybarrario-241208-feliz-vanidad-y.html

http://rodolfoybarra.blogspot.com/2012/12/spot-publicitario-de-navidad.html

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