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¿QUIÉNES VOTAN A TRUMP? LA REVOLUCIÓN DEL MARKETING POLÍTICO: DECIR LO PRIMERO QUE PIENSAS

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 “La noche es para los animales. Prostitutas, negros, maricas, traficantes, drogadictos… borrachos, enfermos, corruptos. Algún día un buen aguacero arrasará con toda la basura de la calle”. TRAVIS. TAXI DRIVER.

No son desquiciados suicidas ni tampoco una bola de apocalípticos rednecks los que votan a Trump; son más normales de lo que parecen, sobre todo el bolsón de votante escondido. Y es precisamente ese sector (de la clase media suburbana no tan moderado) el que puede dar la sorpresa. Y es que dentro de todo fulano hay un Taxi Driver con una Magnum 44 bajo la chaqueta metálica.

Especialmente lo integran la clase trabajadora blanca, el sector rural y todo aquel descontento por status y situación económica gravada a partir de la crisis de 2008, así como la inmigración y los beneficios sociales percibidos como injustos que recibe las cada vez más privilegiados minorías étnicas. En resumen son los blancos que se sienten como los que pagan por todo y que están hartos  de su sistema político.

En especial hay un deseo de justicia hacia lo que una rama, la más radical considera elementos parasitarios (negros, inmigrantes, etc.) y otra más moderada percibe como perversiones del aparato del Estado federal.

A continuación una breve descripción del perfil bicéfalo del votante de Trump:

 

LA BASE DURA DE TURMP: EL NACIONALISMO BLANCO ESTADOUNIDENSE

Especialmente en las zonas rurales del sur y el oeste. Defienden a rabiar su derecho constitucional a portar armas, y son el brazo civil y armado de la todopoderosa Asociación del Rifle.

Van de los grupos religiosos a los seculares patrióticos que enarbolan el viejo fundamentalismo nacional de lo que los gringos llaman su Destino Manifiesto, piedra angular de USA, en cuanto ideología, la idea dogmática de que son un pueblo especial que tiene una misión en el mundo, expandir la democracia entre las naciones.  Tienen un fuerte componente racista y se sienten marginados,  desplazados en su propio país.

Indudablemente el hecho de haber tenido por ocho años a un presidente negro y estar amenazados por el cambio demográfico alerta y asusta a estos grupos que comienzan a  movilizarse más activamente.

EL VOTANTE RELATIVO: EL DEMOCRATA CRÍTICO

Tienen formación universitaria, padres de familia, algunos son obreros especializados, gente arriba de los 40 años que ha sido golpeada especialmente  por la crisis de 2008. Tradicionalmente demócratas ahora viran su voto hacía Trump, más frustrados que convencidos. Las deslocalizaciones de empresas sumado a la precariedad del empleo generada por la supuesta recuperación económica de  Obama  los convierte en el bolsón electoral más peligroso para Clinton.

Especial arraigo tienen en este perfil electoral  el escepticismo hacia la figura de Clinton (percibida como poco honesta y persona que oculta muchas cosas) así como una cada vez más generalizada desconfianza a las instituciones políticas. Perciben la política como enferma, y que un presidente  no debería provenir de hacer una carrera política.

PUBLICTARIAMENTE: ¡ES LA CREDIBILIDAD, ESTÚPIDA!

James Carviller, el jefe de la campaña de Bill Clinton en 1992, el hombre que acuño el  famoso slogan “¡Es la economía, estúpido!” manifestó a The New Yorker  semanas  atrás que “la campaña de Trump no es una mala campaña. No es una campaña caótica. No es una campaña disfuncional. No hay campaña. Todos los que se dedican a esto (los publicitas y marketeros)  y les pagan por esto  dicen: Dios, imagina que funciona. Nos volveremos inútiles. Habrá destruido una profesión entera”.

Por otro lado la campaña de Hillary suena a  vieja, demasiado políticamente correcto, incapaz de ver el problema de credibilidad institucional por el que pasa USA. Además se la  percibe fría, falsa, una cruza entre Nadine Heredia y Mr. Burns.

Mientras que Trump se le percibe en palabras del periodista  Antonio Navalón como alguien  que “sigue destruyendo paradigmas (…) y demostrando, primero a sus conciudadanos, y después al mundo, que todo lo que  creíamos haber avanzado  y conquistado en los últimos  60 años era pura ficción. Lo políticamente  correcto se está yendo  por el vertedero de la Historia”.

Katrina Pierson, portavoz de la campaña republicana  declaró el jueves  20 de octubre lo siguiente: “Él (Trump)  es el líder de un partido  donde mucha gente  piensa que  Clinton es asquerosa  y si él lo piensa, debe decirlo. Los medios  están obsesionados  con la corrección  política”.

Esa corrección política es la que sepulta la candidatura de Clinton y a su vez hace perder los papeles a los periodistas ante alguien como Trump. La prensa pierde seriedad al tomar en serio todo lo que dice Trump. Esa es la paradoja electoral.

Al mismo tiempo hay que resaltar que Trump habla con  el mismo tono y mensaje para todo el país, mientras Hillary  lo hace en diferentes tonos y mensajes, adaptados a las audiencias.  Aunque no es eficiente la manera de comunicarse de Trump es sincera y tiene línea de coherencia.  Los políticos tradicionales  son percibidos como poco sinceros por falta de esta coherencia en el discurso.

EL ESTILO CHAVISTA

Trump representa la revolución del s. XXI, una revolución que la derecha más radical  le ha arrebatado a la izquierda. Una revolución digital engendrada  y desarrollada en las redes sociales.  Representa el  cuestionamiento, el rechazo a la clase política. Trump cuenta con 11 millones de seguidores  en Twitter desde cuya plataforma  se convoca a ataques de odio, se viraliza, reproduce como una forma de guerra de guerrillas digital, cuasi terrorismo blanco.

Desde las redes se invoca y convoca  a aquel sector estadounidense  frustrado por no  estar beneficiado por el sistema.  Es el grito democrático de ¡YA BASTA! Porque no son tontos los que  votan por Trump, son gente que está harta de no tener alternativas. Y es que Trump no es Bush, ni Reagan, es el Hugo Chávez de la derecha Gringa.  Si Hugo viviera estaría  orgulloso.

Por ahí, y paradójicamente tomando como representante a un magnate inmobiliario y especulativo se expresa el odio de los estadounidenses  que odian a aquel sistema que  desató la crisis financiera de 2008 y que hasta ahora duele. Cuando Trump amenaza en su cara  a Clinton de que si gana hará que ella  vaya a la cárcel,  simplemente está correspondiendo  a ese sentimiento de linchamiento de redes sociales que expresa lo más tórridos que habita en el interior  del gringo suburbano promedio, como si de un personaje de una película de David Lynch se tratara. Y todos sabemos muy bien cómo acaban esas películas de David Lynch.

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