Por Tino Santander Joo
Los que votamos por Pedro Castillo, lo hicimos para evitar la guerra civil en el Perú, pero jamás imaginamos que el triunfo popular se iba a tirar al tacho de basura traicionando una vez más las promesas de campaña. Nunca, imaginamos tener un gobierno de pájaros fruteros, personajes que esconden dinero en los baños o que Pedro Francke, que hacía videos contra el monopolio de los bancos y de las farmacias en la campaña de Verónica Mendoza, ahora este callado frente al monopolio financiero y que el logro más importante de su gestión ministerial sea que sus hijos contraten con el estado.
Los bancos controlan el poder judicial, la SBS, algunas bancadas del parlamento (el fujimorismo), imponen los precios de las medicinas y tienen una legislación ad hoc para mantener un sistema de esclavismo financiero y nadie dice nada. El gas cuesta S/ 65.00, la gasolina, el precio de los alimentos ha subido 30%; las empresas privadas de servicios públicos (Luz, Movistar, Claro, Entel) suben las tarifas prepotentemente, porque, tienen la anuencia y complicidad de los organismos reguladores. Nadie dice nada, no tenemos parlamento, ni gobierno, los gobiernos regionales y municipales son un caos de corrupción e incompetencia.
Los hospitales, colegios, carreteras están abandonados, el crimen organizado se ha impuesto en el Perú, mientras tanto la clase política discute como vacar a un presidente errático, autista y comprometido con la corrupción más ramplona. La derecha fascista alucina tener el respaldo popular, no sabe que es repudiada por su racismo y porque quieren mantener este sistema que no da más. Solo buscan proteger privilegios en nombre de la inversión privada y la economía de mercado. No han creado riqueza jamás, no han construido nada, no representan a los verdaderos empresarios que exportan, que pagan impuestos, que luchan en las calles y, que se enfrentan al estado que los oprime.
Mientras la lucha por el poder toma ribetes tragicómicos, el país se desborda, la esperanza en el cambio se ha perdido, las redes sociales se han convertido en el desfogue de resentimiento, frustración y, la ira gana las emociones de millones de peruanos. Nadie cree en nadie y todos somos sospechosos de algo, todos se miran con temor y prudencia como estudiando al enemigo antes de agredirlo. El espíritu de la tribu, el símbolo propio, el ídolo, el jefe, los ritos y, los gritos de guerra se han instalado en el corazón de los peruanos. Solo, la selección de futbol y Ricardo Gareca, generan confianza y consenso, porque, se percibe sinceridad y transparencia.
La institucionalización de la violencia es el triunfo de sendero, es la derrota de las elites incapaces de gobernar, consensuar y, planear el país. Ahora, son los sans-culottes los que dirigen la vida política. La ideología, es un asunto del pasado, lo importante es mandar, la sensualidad del poder se ha impuesto y se ha extendido a todo el país, la ansiedad por el estatus, el reconocimiento esta en el alma de la nueva clase política.
No somos un país- reitero-, somos una confederación de tribus que hace tiempo sentencio que ¡Que se vayan todos!, lo más grave es que no hicieron una revolución social violenta, sino una silenciosa y que se expresa en el repudio, desprecio y odio generalizado que tienen las tribus por la clase política. Este sentimiento generalizado no sé a dónde nos conducirá, pero estoy seguro que es el inicio de una nueva etapa en el Perú.