Después de casi un año de intenso trabajo y laboratorio, el grupo Aroma de Octubre, dirigido por la actriz y activista: Fabiola Alcázar, nos presenta Prometeo Encadenado, una versión libre y vanguardista de la obra griega de Esquilo, en la que el destino de los dioses o semidioses conspira por la libertad y el sino de los hombres, a partir de una afrenta o desafío, el cruento castigo y posterior libertad a manos de otro elegido: Hércules.
La obra inicia con un baile a tres cuerpos y al unísono de “Sorba, el griego”, las voces se juntan, los brazos se enlazan, es el pueblo que habla por la boca de estas mujeres, además luchadoras sociales, heroínas de un tiempo ido que puede ser el actual y en la que el preámbulo no solo es la “caída” de una deidad –al fin y al cabo, una metáfora– sino el transcurrir de la historia, de los hechos que se desencadenan a partir de una acción aparentemente réproba o equívoca: el robo del fuego de Zeus o, lo que es lo mismo: el conocimiento, el valor y la fuerza otorgada o “devuelta” a sus verdaderos dueños.
Prometeo es el elegido que, en vez de seguir la profecía y los designios divinos, se rebelará contra toda norma, apoyará la moción de libertad y el conocimiento de los hombres; es el hermano mayor que velará los sueños de una humanidad dormida o adormecida. En las tablas, Prometeo es Miguel Blásica, performer, líder de la emblemática banda ochentera Masoko Tanga, quien nos va relatando su dolor y sus quejas en un mundo coaptado por un poder regente.
Los personajes se desdoblan, salen de sí, se convierten en Hefesto, Fuerza y Violencia, un niño esclavo da de beber a los invitados, estallan carcajadas, palabras que son versos vuelan de uno a otro lado. Cabe resaltar que esos diálogos, monólogos y frases sueltas que se integran al discurso, son textos sacados de libros de César Vallejo, Manuel Scorza, Khalil Gibran, etc., seleccionados especialmente para darle una atmósfera poética a una obra que en sí es un poema, un artefacto que se va desplegando alrededor de una hora y que mantiene la atención del espectador quien, en determinado momento, deberá cuestionarse si lo que está presenciando es un mito o la exposición de la realidad.
A esto hay que agregar las impecables actuaciones de Rina Corzo haciendo de una musa helénica vestida de blanco; Diana Véliz o la princesa guerrera cuya firmeza no admite dudas ni cavilaciones; y la misma Fabiola Alcázar explayándose con maestría en el controvertido papel de Hefesto. Las luces que, como un fuego psicodélico, acompañan cada acción, las cadenas que se despliegan del “cielo”, la roca que a su vez son varias sillas superpuestas y en las que Prometeo es sometido y asegurado para que no vuelva a “errar” el camino. Nótese o escúchese el bombardeo, el sonido de la metralla y los aviones de guerra, y el trabajo de los cuerpos con una manta de varios metros que se transmuta en cobijo, protección y mortaja.
Al final, ese Prometeo que luchó al lado de los hombres, es liberado por las masas cerrando el círculo de la historia, la misma que solo se puede repetir ya no como tragedia ni como farsa, como diría Marx, sino como un aprendizaje necesario para retomar el destino que nunca debió caer en otras manos que no sean las nuestras.
PD: No dejen de verla. Al final, siempre hay un after party para conversar con los actores e intercambiar opiniones, ideas, propuestas, etc. Imperdible.