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El problema de la novedad, por Fernando Bogado

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El pasado miércoles 15 de noviembre se registró la última comunicación de un submarino perteneciente a la Marina argentina, conocido con el nombre de ARA San Juan (S-42). De origen alemán, el submarino forma parte de las embarcaciones de la fuerza militar nacional desde 1985, y ahora se encuentra desaparecido con 44 tripulantes a bordo. Recientemente, varios países como Estados Unidos o el propio Perú prestaron su colaboración a través de aviones y embarcaciones con el fin de poder hallar al submarino y rescatar a estas personas sometidas a una situación de grave peligro.

Familiares de los tripulantes reclaman la tardía solicitud de ayuda internacional por parte del gobierno. Además, señalan que los modos en los cuales algunos miembros del Ministerio de Defensa dieron información a la prensa con respecto a las novedades en torno al caso han sido por demás erróneas. Jugando con el impacto y el mantenimiento de la esperanza, cada cierta cantidad de horas, alguien (ya sea miembro de la Armada o del Poder Ejecutivo) aparece diciendo que se escuchó “un ruido”, como si todo fuera cuestión de mantener en vilo a la sociedad. Además de especular con los sentimientos de las personas cercanas a los marinos. En el día de ayer, miércoles 22 de noviembre, el vocero de la Armada, Enrique Balbi, apareció diciendo que el mismo día de la desaparición del submarino se recibió una “anomalía hidroacústica” que podría ser fruto de una explosión, según comenta el diario Clarín de este mismo día. Los ruidos dejan de sonar a esperanza y empiezan a confirmar el peor pronóstico.

Las tensiones entre el Ministerio de Defensa y la Armada, mientras tanto, “afloran” (tal como titula el diario La Nación). Aparentemente, la noticia de la desaparición le llegó al ministro de Defensa, Oscar Aguad, a través de los medios de comunicación y en pleno viaje por Canadá, no vía un comunicado interno enviado por los miembros militares. ¿Cómo se puede entender tal tipo de desprolijidad entre el poder ejecutivo y los órdenes militares bajo su control?

Entre tensiones que parecen recordar lo peor del periodismo de espectáculo y una estrategia de informar “minuto a minuto” la nada misma, la desaparición del submarino impacta en la sociedad de la peor manera. Recordando las formas de reclamo popular, muchos salen a decir que “los que estaban en el submarino no cortaron ninguna calle”, como si eso los hiciera más dignos de recibir la ayuda estatal. Esos juicios de valor revelan lo peor de la ideología argentina, cuya tendencia militarista ha sido demostrada en la historia más reciente. El rescate de los tripulantes es algo urgente, que debe constituir una prioridad para algunos espacios del gobierno, pero la manipulación de la prensa y la publicación de notas que tienden a esta segmentación entre quiénes son dignos de ayuda y quiénes no provocan, en el corto o mediano plazo, un clima de hostilidad que puede hacernos perder de vista lo urgente. Mientras tanto, la Armada y el ejecutivo argentino debaten quién puede dar la próxima “última noticia”.

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