Escribe Jorge Delgado
Las elecciones presidenciales de este 2016 plantearon a los candidatos que definan ¿cuál es el principal problema del Perú?. Casi por unanimidad e impulsados en parte por los medios de comunicación y una opinión pública urbana más pragmática que reflexiva, todos, sin diferencias ideológicas, han planteado que la Seguridad Ciudadana. También se menciona la corrupción, el decrecimiento económico, el cambio de matriz productiva, la educación, etc. Lo obvio y previsible de atender ante nuestras remanentes y seculares carencias sociales y precario desarrollo.
Optimistamente el Perú podría eliminar los problemas de la inseguridad ciudadana, crecer al 10% anual, destinar el 6% de su presupuesto a educación, cultura, ciencia y tecnología, tener el mejor servicio de salud de América Latina, desaparecer la pobreza, etc, etc, etc y, sin embrago, seguir siendo lo que somos: Un país sin proyecto nacional reconocido, “un territorio habitado”, como decía Manuel Scorza, esto, porque no hemos resuelto todavía el conflicto principal heredado desde la fundación republicana: La conformación del Estado-Nación y con ello la forja de una Identidad Nacional, en realidad, las dos caras de un mismo destino.
Por la particularidad de nuestra Historia, la sociedad peruana de hoy es muy compleja. Es una de las más originales del mundo y además diferente a las de la propia región sudamericana. La gran herencia de todo ello es que tenemos una cultura muy rica y muy diversa, pero este legado lejos de ser una fortaleza hoy es una debilidad, porque al no haber hecho de nuestra historia común una identidad compartida, no podemos tener un futuro compartido como nación.
Las diferentes ideologías que interpretan nuestra realidad tratan de entenderla –a pesar de sus diferencias- desde un mismo patrón conceptual: dividen a la sociedad en clases sociales y la explican como una sumatoria de partes o desde el conflicto entre ellas.
Es así que tenemos el análisis según el rol que desempeña cada clase en la división social del trabajo y en la propiedad de los medios de producción: burguesía, clase obrera, campesinado, pequeña burguesía, etc. Otro tipo de análisis divide a la sociedad en segmentos del mercado según su capacidad de consumo y de acceso a los beneficios que el sistema genera, así nos clasifican en A, B, C, D…. o alto, medio, bajo, emergentes, etc, siempre y únicamente de forma clasista.
Estas formas tienen aciertos que permiten entender el comportamiento, las aspiraciones y los conflictos entre los diferentes sectores y clases, pero estos puntos de vista terminan siendo unilaterales porque no abordan la complejidad y el entramado de las clases y sectores respecto a su pertenencia dentro de nuestra diversidad y diferencias culturales.
La construcción de la identidad nacional ha sido una preocupación importante en los más representativos intelectuales e ideólogos peruanos y a pesar de ello no se ha logrado convertir en una tarea nacional y en un programa político. Hoy sigue siendo una necesidad a pesar de estar relegada por lo urgente y coyuntural