-¿Por qué te interesa retratar hechos que suceden en la
ciudad? ¿Cuál es tu objetivo?
Hay algo así como una anatomía
psicológica de la ciudad. La ciudad es un libro que puedes leer, una película
que no cesa frente a tus ojos. La cámara puede sacar radiografías de lo que se
te ha vuelto invisible por haberlo visto las suficientes veces como para ser
ocultado a tu propia conciencia, a tu capacidad de pensamiento crítico. Como en
ciertas películas de terror o de sci-fi, la ciudad podría estar habitada por
sonámbulos, espectros, zombis y robots replicantes. La cámara graba
‘apariencias’ pero puede atravesarlas. Grabar la ciudad es por tanto un acto
moral, una vuelta a la conciencia. Ahí puede producirse la formación de un
pensamiento, de un pensamiento-imagen o de una imagen-pensamiento (mientras
camino, mientras voy ‘a ninguna parte’, mientras vivo).
-¿Has pensado ir a zonas más rústicas de nuestra sierra o
selva?
Puede ser, pero solo para hacer lo mismo que ya vengo haciendo (y que es, debo decirlo, muy diferente a lo que se suele hacer); re-aprender una y otra vez a ver, VER de nuevo, ¿cómo se ve algo por primera vez? ¿cómo se ve lo que nunca se ha visto antes? porque no vemos, porque casi solo vemos estereotipos, lugares comunes, clichés, mentiras, lecciones aprendidas, deseos y miedos, vemos lo que nos ordenan ver, estamos horriblemente condicionados, y eso incluye las películas que vemos. Debemos desalienarnos, debemos volver a ver lo que es: con nuestros propios ojos, con nuestro propio ser. Debemos seguir o redescubrir o reinventar a cada paso nuestro propio camino.
-¿Qué lugares desearías grabar?
Uno de los nombres que finalmente
no elegí para mi primer largo “Cuaderno de notas” (2018) era El espíritu de
los lugares. No se trata de grabar meramente ‘lugares’. No trabajo para
Marca Perú o Promperú ni vendo paquetes turísticos. No quiero vender a
compañías extranjeras ni a festivales exotismo o miseria peruanas. Lo valioso
de la cámara es que lo ‘invisible’ puede hacerse literalmente visible.
Como dice Deleuze, puedes convertirte en cierto modo en ‘vidente’. El cine es
capaz de hacer eso. La ‘realidad’ o situación más plana e insignificante puede estar
llena de energía, misterio, riqueza inaudita de significados. Eso en vez de
practicar la obediencia rastrera a Hollywood y los mercados, los mass media -los
psicosociales a escala planetaria. Por favor: no lo pierdan todo para sumarse a
la infamia de imágenes estúpidas y mentirosas. Es perfectamente posible hacer
algo digno con la propia vida.
-¿Qué personajes desearías
grabar, y cómo sería esa grabación (un día en la vida del personaje,
entrevistándolo, en un documental, etc.)?
Depende de a qué llames
personaje. El principal personaje puedes ser tú, mirando la película,
convirtiéndote en todos los personajes, en todo lo que se ve y no se ve en la
película. El concepto usual de personaje puede llegar a ser algo muy aburrido e
irreal para mí.
-¿Qué significa la vida para ti a partir de tus
películas?
Desde pequeño recuerdo que sentía
que captaba más de lo que podía decir. ¡Y no era bueno hacer como si nada de
eso no existiera! Siento, ahora, con mis películas, que he captado y conservado
algo que no hubiera podido captar de ninguna otra forma, o que luego de haberlo
captado no de esta forma precisa, lo hubiera perdido, lo hubiera olvidado. Y
eso que se perdía u olvidaba era una muerte de algo mío, un crimen. Me gusta y
me parece cierta la idea de que las imágenes piensan antes que el pensamiento. El
cine no sería así más que nuestras imágenes interiores, el cine entonces siempre
ha existido, somos nosotros mismos. Quise hablar de mi mundo interior (o desde
mi mundo interior) ¿y de qué más puedes hablar? eligiendo ‘imágenes
exteriores’. Hasta lo más lejano podía, milagrosa y naturalmente convertirse en
lo más cercano. Lo otro se convertía en yo y yo me convertía en lo otro.
-¿Se podría decir que la vida
en todas sus facetas, siluetas, perfiles, opuestos, bueno, malo, rústico,
elegante, religioso, ateo, es la verdadera vida para ti, una vida en su
totalidad?
Está claro que en lo que hago hay
unión-choque de contrarios y que hay un gusto y una necesidad por electrocutar
provechosamente al espectador con este juego. Tal vez, mis películas son más cubistas
de lo que creo. La secuencia-sucesión de planos puede ser algo bastante
inesperado e imprevisto que desorienta en tanto que relativiza la linealidad pero
busca el misterio en el corazón mismo de lo que suponemos estúpidamente lo menos
misterioso: lo cotidiano. El intento renovado de captación de una realidad
sutil y fugitiva en medio del caos o de la manifestación de la secreta unidad
en la máxima pluralidad no sé si sea un ‘método’ pero compruebo en mí y también
en otros que el choque que se produce entre planos ‘que nada tienen que ver’ obliga
a repensar estructuras mentales impuestas (tanto la ‘propia’ mentalidad del
espectador como de la película propiamente dicha, que son por supuesto equivalentes).
-Se nota una oposición a los
dogmas, al poder, a lo establecido en tus películas, ¿cómo nace en ti ese
sentir?
Yo simplemente hago películas
para liberarme y lo que soy y lo que siento de la vida, mi propio punto de
vista, queda grabado ahí.