Posesiva de mí es un rockumental folk sobre el grupo Del Pueblo (o Del Pueblo, Del Barrio) donde se escarba en la historia de esta particular banda, sus controvertidos miembros, los amigos de juergas, sus peleas, búsquedas y sueños, y la construcción de ese rock de protesta que creció en medio del caos y la convulsión social de Lima de los ochenta.
El antihéroe de este trabajo es, a no dudarlo, Piero Bustos y sus inesperadas locuras: bajarse el pantalón en pleno concierto, lanzar huevos podridos a los pogueros, carajear, mentar la madre, escupir, etc., etc. Silva sería el director de orquesta, el Andy Wharhol matutino (por Matute-La Victoria), siempre intentando algún reconocimiento del gran público y/o el mercado, hecho que lo llevaría a participar en un reality show en televisión abierta; y “el negro Acosta” vendría a ocupar el lado de la oposición, siempre a la izquierda y siempre antimercado.
La trama, por decirlo de alguna manera, se centra en la evolución de la banda, desde su fundación, los primeros músicos en integrarse, y cómo, en un determinado momento, implosionaría en dos grupos enfrentados entre sí: uno, el “oficial”, con contrato en la CBS (Silva); y, el otro, marginal, con un disco y un casete grabado al “guerrazo” y luchando por hacer respetar sus derechos de autor (Bustos-Acosta). Cabe señalar que, después de casi treinta años, la pugna interna permanece. Incluso “el negro Acosta”, entrevistado para el cortometraje, ha enviado cartas notariales para no ser incluido en Posesiva de mí y sigue considerando al resto de miembros como “traidores”. (Sic).
Por la naturaleza casera y familiar de este documental, y por la sinceridad de los personajes, sobre todo en el momento que Piero Bustos se asume, con orgullo, como “cholo de mierda”, hijo de una empleada doméstica y estudiante de colegio nacional, o cuando Silva habla de su época de “brichero” y su lucha por abrirse paso, como músico callejero, en Europa o las quejas de los otros miembros que no sabían a quien apoyar (Silva/Bustos), se hace de vital necesidad para entender el rock peruano marginal de los ochenta, la idiosincrasia roqueril de los grupos suburbanos, el que evoluciona desde el setentero El Polen, de los hermanos Pereira, hasta los retruécanos de tecno fusión andina con Micky Gonzáles y en los dos mil con Novalima. Pues a pesar de que Del Pueblo, Del Barrio ha tenido, y tiene, una influencia subterránea y una muy limitada difusión de las disqueras y radios locales, muchos otros grupos, como Pachacámac, el desaparecido Ñaupamachu, o el mismo Manuelcha Prado y su grupo Kavilando, y el metalero de Kranium, etc., bebieron de sus fuentes. Otro asunto es el medio no comercial y los grupos subterráneos que al principio no entendían el mensaje de Del Pueblo, Del Barrio y lo trataban de combatir y negar, pero, poco a poco, se fueron limando las asperezas y todos comprendieron que eran de la misma camada y la misma familia.
Ciertamente, este documental es Imperdible y no solo por el asunto de biopic (película biográfica con dramatización y personajes reales) o el carácter confesional del trabajo, sino porque nos va entregando datos, imágenes inéditas y viejos recuerdos de conciertos perdidos cuando los jóvenes de entonces se debatían entre la ilusión y la barbarie. La aparición de la musa poeta Dalmacia Ruíz Rosas o de testigos de su tiempo y virtuosos como Chano Días Límaco o el desaparecido baterista Mino Mele, van conformando un zócalo necesario para entender que Del Pueblo, Del Barrio fue también una apuesta generacional, un nadar contra la corriente y una voz que gritaba en el medio del caos y la confusión.
Lleno total en el estreno en La Derrama de la avenida Arequipa. Todos los créditos para el novel y diestro director Andrés Mego. Aquí tienen el tráiler:
PD: Este detalle de la foto no aparece en el vídeo y fue hecho por el autor de esta nota especialmente para este post.