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Porky se “muñequeó” en el debate: “El formato me obligó a leer”

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¿Eso es to … eso es to … eso es todo, amigos? Rafael López Aliaga estuvo deslucido en el debate. Luego de mantener en suspenso a sus electores y adversarios, condicionando su participación en el evento, se decidió a ir; pero decepcionó. Apareció nervioso, con la cabeza gacha y haciendo poco contacto visual con la cámara. Se la pasó balbuceando su mantra de siempre, intentando ensartar frases que se le escapaban: parecía un secuestrado, leyendo las condiciones de su rescate.

Las montañas parieron un ratón. Luego de tanta incertidumbre, “Porky” Aliaga fue al debate; pero no brilló. Todo el preparativo que rodeó su esperada presentación, hace recordar  la parafernalia que armó el recordado personaje del “Niño Goyito” cuando preparaba su viaje. Su participación, que era esperada por sus partidarios y enemigos —a partes iguales— no dejó alguna impresión positiva y memorable en la audiencia.

Es cierto que López Aliaga había declarado previamente, en una conferencia de prensa, que no estaba de acuerdo con el formato del debate; pero luego de haber basado su campaña en el pullazo y el ataque contra sus enemigos políticos, se esperaba algún tipo de confrontación o desenmascaramiento de las  posturas de sus adversarios: algo que no hubo. Por el contrario, se le vio tímido y nervioso, como un escolar que no ha aprendido bien sus materias y que es sacado al frente de la clase.

Se debe reconocer que la performance de López Aliaga le permitió moderarse. Su lectura le sirvió de corsé: no se salía del esquema y no derrapó. Pero esto develó su otro flanco: no tiene la educación del estadista. Es cierto que —como él lo dice— no es un político tradicional, aunque sí un empresario acostumbrado a medrar en los intersticios del poder.

Sin embargo, esto no puede servir de óbice para no desenvolverse adecuadamente según las circunstancias. Su formación de gerente le jugó en contra: no se puede explayar en un diálogo, le gana la soberbia y sólo tiene en mente las frases consabidas para su público, frases que repitió en cada bloque de distinta manera y de modo atropellado: botar a Odebretch, prensa mermelera, Vizcarra corrupto y su promesa de ir a U. S.A., en persona, a traer las vacunas.

Luego del debate “Porky” Aliaga pretextó su afonía y la ingesta de corticoides como causas de su pobre desenvolvimiento (si los corticoides te vuelven así, hay que prohibirlos). Su vicepresidente dice que estuvo leyendo durante todo el tiempo para ordenar mejor sus ideas, su portátil dice que no es un político tradicional y que su carencia de pasta política es —por el contrario— una credencial. Sus electores, que esperaban el desarrollo de sus propuestas y la concreción de sus planes: un aterrizaje con estructura y detalle, han entrado en un espiral de confusión.

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