Los peruanos vivimos en una realidad paralela: el candidato Guzmán, que hace unos meses pregonaba con orgullo su chapa de correlón, acusa a López Aliaga de correrse del debate. Y para colmo niega ser un mantenido, cuando él mismo declaró ser recontra mantenido.
Los dimes y diretes entre “Porky” y el “Mantenido” van más allá de ser una simple acusación. El Perú pasa por una crisis insuperable y estos dos candidatos intentan visibilizarse como las opciones de recambio. Es natural que sus ataques apunten a una falta de valentía en el contendor: lo cual se interpretaría como una debilidad a la hora de gestionar los graves problemas que aquejan al país. Sin embargo, más allá de las chapas virulentas y los apodos para la tribuna, ninguno de los dos candidatos tiene una propuesta clara. Ambos “se corren” de plantear una propuesta seria y coherente en estos tiempos convulsos.
Es comprensible que Guzmán se sienta indignado al recibir el rechazo de López Aliaga: hace unas horas sacó una batería de acusaciones contra el candidato celeste. Sin embargo, habría que recordar la ignorancia olímpica a la que fue sometido López Aliaga durante los primeros meses de campaña. De algún modo López Aliaga es hechura de los últimos reveses políticos. La debacle de los morados y las actitudes corsarias de la lampa, han movilizado a López Aliaga hasta la preferencia de los electores.
Ahora que el monstruo se infla, todos quieren debatir con él. Quizás los moraditos tendrían que comprender qué hay detrás del fenómeno Porky: algunas convicciones populares, que ellos no ven porque no conocen al pueblo, aunque Guzmán la pegue de fercho bamba.
Desde la tienda celeste, por el contrario, se demuestra una soberbia absoluta. Porky debe ser consciente que lo suyo no es fijo, que la subida en las encuestas responde a una agresiva campaña publicitaria y a cierta irreverencia que le ha granjeado, temporalmente, los afectos de un sector poderoso del país. Sin embargo, esta ayuda y esta confianza, que la derecha peruana y un sector extremista ha depositado en Porky, no debería endulzarlo en las mieles del poder.
Para forjar una sociedad decente Porky tiene que comenzar a responder por las acrobacias económicas que le han permitido hacer un fortuna en nuestro país. Porky, aunque lo intente, no es un cerdito bonachón, sino una alcancía llena de monedas y detritus.