Opinión

“Porky” Aliaga se almuerza a Keiko

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Lidera el chiquero de la extrema derecha. De acuerdo a la última encuesta de Ipsos, Rafael López Aliaga gruñe desde el tercer lugar, pisándole los talones a “Autogol” Forsyth y “Pepe Le Pew” Lescano. Atrás quedó el romance entre Keiko y los plutócratas. “Porky” se ha convertido en la baza de la derecha y la extrema derecha. Y ha salido de la piara con la pata en alto.

A un mes de los comicios, la ola celeste levanta a varios candidatos. Su novedad y el billete desplegado en la estrategia de marketing lo mantienen en ascenso. López Aliaga ha sabido conectar con el hombre de a pie; le habla en su lenguaje, es pragmático y ha identificado los cucos de una parte del electorado: Odebretch, los comunistas, la corrupción, los monopolios. Ese fue el bolsón de Keiko; pero las acusaciones de corrupción en su contra, la herencia de la dictadura, el manejo avieso de sus congresistas, la contracampaña y el antivoto la han relegado. La derecha empresarial y la extrema derecha recalcitrante ya tienen ahora a su elegido: Keiko ha comenzado a perder piso.

Sin embargo, a pesar de la aparente novedad, López Aliaga no es un outsider, ni viene a refrescar la política. Proviene de la cantera de los viejos empresarios que se beneficiaron durante el fujimorato. Dice no pagar deudas porque no ha sido notificado y emprende una lucha contra la concentración empresarial: un oxímoron; su riqueza proviene de la práctica monopólica que ahora quiere combatir. López Aliaga ofrece promesas como quien regala caramelos. Sabe lo que la gente quiere escuchar, como buen populista.

Las últimas declaraciones, que lo posicionan —invariablemente— como el Bolsonaro peruano han sido la comidilla de gran parte del electorado. López Aliaga despliega así sus filias más secretas en un intento por monopolizar la atención pública: una estrategia que no lo desdora y  le viene muy bien a sus intereses de figuración política. Es caserito de los programas y en sus últimas apariciones se le ve ordenando y dirigiendo: su efervescencia electoral lo mantiene con la pata en alto.

Pero el fenómeno López Aliaga no se agota en derecha y extrema derecha; sus votos provienen también del gran electorado peruano que ve en él —erronamente— al empresario honesto y exitoso. El mismo lo dice: trabaja para el sector C y D. Este sector del electorado – cansado de tanta mecida de los políticos tradicionales – encuentra en él un pragmatismo cercano a su cosmovisión política. El pueblo ve en él una especie de Buda andino, con jama y billete para todos. López Aliaga lo sabe y lo aprovecha. En una sociedad con instituciones endebles no sería sorpresa que el país se convierta en una porqueriza.

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