Por Márlet Ríos.
Porque la izquierda se ha quedado en el pasado, olvidando que el socialismo realmente existente y el Muro de Berlín ya fueron liquidados.
Porque sigue pensando que el régimen castrista, liberticida y autoritario, se puede seguir defendiendo.
Porque está convencida de que la famosa “dictadura del proletariado” se aplicó en la antigua Unión Soviética y sus países satélites. En realidad, fueron implementadas una comisariocracia y la dictadura del Partido Comunista, a costa de los trabajadores.
Porque ha perdido la brújula, apoyando a figuras esperpénticas y caudillistas (el “mal menor”) en las últimas cuatro elecciones. Olvida que la profunda tradición autoritaria que existe entre nosotros se nutre del caudillismo y de las relaciones jerárquicas. Asimismo, soslaya que la auténtica democracia no tiene nada que ver con emitir un voto cada cinco años (o cuatro).
La izquierda ya no reivindica las experiencias históricas de autoorganización y autogestión de los mismos trabajadores (Comuna de París, 1871; Consejos de fábrica en Turín, 1919-1920; Revolución española y colectividades en Cataluña, 1936; Revolución de Trujillo, 1932).
Porque recibe, igual que la derecha, enormes prebendas y privilegios como representantes; mientras los ciudadanos observamos –absortos– el despilfarro del erario público.
La izquierda peruana sigue buscando al caudillo indicado y pretende hacer creer –igual que la derecha– que los disidentes no merecen ser escuchados (igual que en Cuba, China, la Unión Soviética, etc.). No valora lo que dijo Alberto Flores Galindo antes de morir: “Discrepar es otra forma de aproximarnos”.
Porque está segura de que “anarquismo” y “mercado” son sinónimos de caos y anomia social. Ignora que el anarquista norteamericano Lysander Spooner fundó en 1844 una empresa privada de correos (American Letter Mail Company), para enfrentarse al monopolio estatal. Tuvo mucho éxito y representó una amenaza real al Estado.
Porque se llenó de privilegios en un país pobre y saqueado.