A fines de los noventa, Gonzalo Portals Zubiate me llamó por teléfono para hacerme una propuesta literaria: “Hermanito —me dijo— quiero sacar un libro contigo, conversemos”. Y en su casa de Teruel tuvimos un largo intercambio aderezado con vinos tinto y quesos gruyere y una larga caminata por la avenida Arequipa. Y al final, quedó el primer diseño de este libro que llamamos “Por la boca, muertos”.
Pero el asunto no resultó tan fácil. En unos meses teníamos el primer borrador de casi mil páginas, pero el texto en su conjunto no nos convencía. Gonzalo no sabía cómo decirlo y yo tampoco, así que nos hicimos de valor con más bebidas espirituosas y casi al unísono nos dijimos: “No me gusta tu texto” y tomamos un taxi a Chorrillos y en la playa que está al lado del Cultural Lima decidimos arrojar al mar esos textos inservibles y que nos había costado casi un año escribirlos a cada uno.
Entonces empezó la segunda arremetida, la segunda opción, el segundo round. Esta vez el asunto iba en serio, casi como si estuviera en juego nuestras vidas. Gonzalo se tomaba muy a pecho la poesía. Y nos comunicábamos cada dos o tres días para ver cómo iba el libro en cuestión. Cuando ya sentía que el texto estaba por terminarse visitaba a Gonzalo y afilábamos y corregíamos lo que no nos parecía. Otras veces, él me devolvía la visita en La Encantada y nos quedábamos varios días mirando el mar y leyendo poesía en voz alta.
Hasta que en 2002 quedó listo nuestro endriago literario: “Dos-rostros-que-sobre-una-muesca-apuran-sus-registros-personales-e-ínfimos-Una-gran-historia-que,-siendo-vacío-y-consumación,-perfeccionamiento-y-desgaste,-invoca-la-presencia-de-nuevos-protagonistas-para,-provistos-de-acción-y-palabra,-revelar-lo-ya-fundado-y-privilegiar-el-patrocinio-de-las-ideas”.
El libro salió editado en un cortísimo tiraje bajo el sello El Lamparero Alucinado, una editorial marginal que había fundado Gonzalo y que, entre otros libros, publicó La Estirpe del Ensueño, Urge púrpura la niebla, Los Otros (volumen I y II), El llamado de Gea, con Alan Bisso y otros más.
Estando ya gravemente enfermo en el hospital Rebagliati, el lagarto Gonzalo Portals, pidió que le trajeran su ejemplar Por la Boca, Muertos (eso cuenta su fiel compañera Alejandra Monterroso) y, seguro, se ponía a recordar ese trabajo a destajo que significó escribirlo y que hoy necesita urgente ser reeditado, así como toda la obra de este obrero de la palabra que incluye Piedecuesta, ganador del premio Copé oro 1993.
(Columna publicada en Diario UNO)