Populismo en vez de política cultural ¿Qué pasó ministro Salas?
Una mirada al populismo del ministro Alejandro Salas, que durante los últimos meses ha desvirtuado el trabajo cultural que se debe realizar en el Ministerio de Cultura.
El día 30 del pasado mes, durante el XVIII Consejo de ministros Descentralizado, el titular de Cultura, abogado Alejandro Salas Zegarra, anunció que, a petición del presidente de la República, Pedro Castillo, este año se hará «la devolución» de la valiosa Estela de Raimondi, para ubicarla en el Museo Nacional Chavín en Áncash. Primera observación, aunque se trata de un museo nacional (o sea público), se está pasando por alto la importante consideración técnica de que este es solo un repositorio regional; por lo tanto, de un alcance museológico y cultural únicamente local. De ahí que se trate de una decisión sorprendente.
El ministro no está haciendo política cultural, definitivamente; lo que ha anunciado es populismo puro y duro, y, además, según sus propias palabras, por orden de quien a todas luces no es una persona conocedora o ni siquiera mínimamente enterada sobre la materia; hay que decirlo, aunque se trate del señor presidente de la República. El presidente en la delicada coyuntura política y en el marco de ese tipo de reuniones descentralizadas, ya ha sobrepasado largamente los 250 ofrecimientos “al pueblo”. El presidente, por lo visto, no sabe ya qué ofrecer para captar la adhesión del pueblo peruano que, por el contrario, se la retira cada día más y más.
La Estela Raimondi fue hallada en 1840 por un campesino cerca al templo de Chavín de Huántar; en 1860 el destacado naturalista y viajero italiano Antonio Raimondi al visitar Chavín se dio con ella y procedió a hacer un calco, que en 1873 fue de conocimiento general al publicar: El departamento de Ancash y sus riquezas minerales. En él, Raimondi dio primera noticia sobre el valor arqueológico que poseía el lito labrado en duro granito, de medidas 198, por 0,74 y 0.17 cm. de profundidad. Fue en esta obra cuando, también, expresó que debía ser conservada en el Museo Nacional. Tras el naturalista, el historiador Toribio Polo también la encontró en Chavín, y entre 1890 y 1900 escribió sobre ella, destacando igualmente su enorme importancia. Para entonces, la hermosa piedra era conocida, a tal punto que el presidente Manuel Pardo en 1873 ordenó su traslado a Lima, donde fue expuesta en el Palacio de la Exposición. Ya en 1940 se encontraba en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, en el distrito de Pueblo Libre. El lito ha sido analizado por Julio C. Tello, Uhle, Rowe y Kauffmann entre otros destacados estudiosos, resaltando en todos los casos su excepcional valía arqueológica e histórica. Exhibida en su adecuado contexto museográfico, es admirada y estudiada por propio y foráneos.
Sin embargo, no hace mucho tiempo ha surgido la idea de trasladar la Estela Raimondi a Ancash, algo que por atendibles razones no tuvo eco. Lo he escuchado plantear a una señora excongresista el año 2018, respondiendo —decía— al «sentimiento ancashino», hecho con sinceridad, no cabe la menor duda; pero que, todo indica, no alcanza a entender otro mayor, que es el sentimiento fundado de peruanidad. El año pasado el ex ministro de Cultura, Ciro Gálvez lo volvió a plantear, “argumentando” que la «estela es su patrimonio»; o sea de los ancashinos. La pregunta es de dónde ha sacado ese “concepto” este señor, porque hasta donde conocemos, desde la expedición del Decreto Supremo Nº 89 del 2 de abril de 1822, fue establecido que los monumentos que quedan de la antigüedad del Perú son de propiedad de la nación. Ergo, la Estela Raimondi es un bien cultural de la nación, bajo responsabilidad tuitiva del Estado.
La excongresista, el ex ministro de Cultura, y ahora el oportunismo presidencial y el permisivo señor ministro Salas, tampoco alcanzan o no quieren entender que en la actualidad hay bienes culturales que en razón de su excepcional significado nacional sobrepasan el de una localidad; y, por tanto, deben estar en el Museo Nacional a lado de otras de la misma categoría. Solo un museo nacional cuyo diseño museográfico ofrezca una visión panorámica integral de la historia de una nación, entendida como la suma de todas sus manifestaciones culturales relevantes a través del tiempo, puede cumplir tal objetivo, que es una necesidad. La expresión de valor nacional, es el criterio museológico que determina posteriormente la elección de algunas piezas museables en todo el mundo civilizado.
Por no extenderme, voy a poner aquí solo dos ejemplos irrebatibles: la Dama de Elche (siglos V y IV a C.) fue hallada en 1897 en el yacimiento de La Alcúdia, en Alicante (Valencia), y fue llevada al Museo Arqueológico Nacional con sede en Madrid, donde se exhibe sin contradicción alguna. Digo más, este año, el ayuntamiento de Elche solicitó la salida del famoso busto para una exhibición temporal; pero el ministerio de Cultura español lo ha rechazado, porque hay piezas que por su valor excepcional no pueden salir bajo ningún concepto de los museos nacionales. Y, de otro lado, la tumba de Tutankamón, hallada por Howard Carter en 1922 en el valle de los Reyes (cercano a Lúxor), con sus 5000 piezas que la componen, incluida la famosísima máscara funeraria de oro macizo del citado faraón, fueron trasladadas al Museo Nacional del Cairo, y desde el año pasado al Gran Museo de Egipto de Giza, al lado de otras 100,000 piezas. Ningún egipcio patriota lo podría cuestionar. Por el contrario, provenientes de las más distintas partes de ese país, todo el mundo ha visto a su pueblo desfilar trasladando sus bienes culturales al mencionado imponente museo. Así se comporta un pueblo conocedor, orgulloso de su grandiosa historia, civilización y de su diversidad, pero siempre en imprescindible clave nacional.
Ocurre que por encima de todo localismo o regionalismo, en la valoración, conservación y exhibición histórico cultural de la Estela Raimondi, el cabal reconocimiento de su excepcional significado para una Nación milenaria como es también el Perú, es lo que ha llevado casi al filo de los 150 años y con acertado criterio a trasladar la Estela Raimondi hasta el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, que por serlo, reitero, puede ofrecer esa visión histórica integral.
Concienciar al pueblo de ello, es precisamente tarea de los gobernantes. Cuando se ejerce una autoridad pública, sobre todo en temas atinentes al patrimonio cultural, es para educar al pueblo, con altura de mira, buscando su elevación educativo cultural, la cohesión social, y para este objetivo resulta fundamental reforzar desde la política pública los vínculos relacionales; en el presente caso, a través de la necesaria reunión, conservación y exhibición de ciertos bienes culturales que sean signos colectivos de la Nación. No debe tratarse, por el contrario, de afectar este fundamental concepto desde la política pública; porque a ese fin apunta, por oportunismo político, satisfacer una valoración social solo local. A ver si lo que he puesto aquí conlleva un reordenamiento de los conceptos y sobre todo la decisión de rectificar.