Los Ponchos Rojos bolivianos negaron tajantemente haber transportado municiones al Perú y denunciaron abiertamente “la violencia y saña con la que el gobierno peruano está masacrando a nuestros hermanos de Juliaca, Puno y otros pueblos del Perú”. Asimismo, expresaron su plena solidaridad y apoyo moral al “valiente y noble pueblo” peruano que resiste la arremetida armada desde el gobierno.
De otro lado, esta organización que tiene como objetivo contrarrestar los “abusos en el país por la conquista imperialista”, mencionaron al cuestionado congresista Jorge Montoya quien, durante una entrevista con un canal de La Paz, sostuvo que “gente del MAS, llamados los Ponchos Rojos, han sido descubiertos pasando la frontera con munición debajo de su ropa, munición tipo dum dum que ha sido empleada en las asonadas de violencia que ha habido en Puno y Juliaca”.
Los Ponchos Rojos rechazaron las aseveraciones en el mismo sentido del diputado del partido boliviano Creemos, Erwin Bazán, y lo emplazaron a que en un corto tiempo explique cuáles son los elementos y por qué tan suelto de huesos acusa a esta organización social que tiene mucha trayectoria histórica y democrática. Caso contrario, estarían demandando a todos los implicados por difamación.
En Perú, el alcalde de Juliaca, Óscar Cáceres, dijo no haber tenido ninguna información sobre el supuesto traslado de municiones y, al contrario, consideró que el mensaje de Boluarte es ofensivo. En esa línea, ratificó la demanda de la población sobre la renuncia de la presidenta.
El gobernador de Puno, Richard Hancco, también manifestó que la población de Puno exige la renuncia de Boluarte y la retó a viajar a Puno, un pueblo levantado, para intentar dialogar con la ciudadanía.
Ayer por la noche, en el programa de Juliana Oxenford se entrevistó a Rosa María Palacios sobre la versión poco creíble del gobierno de que hay un complot internacional y que Bolivia y Evo Morales estarían detrás de estas matanzas. Palacios señaló que todo estaba claro y que la misma policía y el mismo ejército habían ametrallado al pueblo y lo que más le convenía al gobierno era que dijera la verdad y que confesaran cómo y por qué las fuerzas del orden habían disparado contra el pueblo desarmado. Y que finalmente, no había ninguna prueba del uso de las balas dum dum y una prueba de eso es que no había ningún policía muerto por este tipo de balas.