Por Márlet Ríos
(escritor e investigador social)
En nuestro país, a lo largo del siglo XX, las poetas peruanas no han tenido el mismo reconocimiento y tratamiento que recibieron sus colegas hombres. Aun hoy, críticos reconocidos como Ricardo González Vigil siguen ninguneando e invisibilizando a poetas valiosas como Rosa del Carpio, autora de La conquista del trigo (1964) y miembro del Grupo Intelectual Primero de Mayo. Famosas antologías de poesía peruana de los 60 y los 70 apenas si incluyen a un puñado de escritoras. Es sabido que la poesía de Blanca Varela solo consiguió el debido reconocimiento y la difusión apropiada durante los últimos años de su vida.
Una rara avis es el libro Poesía, impreso en 1959, cuya selección estuvo a cargo de la poeta y dramaturga Sarina Helfgott. En esta obra se incluyen poemas de 16 escritoras: Rosa del Carpio, Blanca Varela, Magda Portal, Cecilia Bustamante, Julia Ferrer, Rosa Cerna, Nelly Fonseca, etc. La misma Sarina Helfgott, autora del impresionante y sobrecogedor Libro de los muertos (1962), no suele aparecer en las antologías de poesía peruana. El poeta Jorge Luis Roncal y otros escritores han criticado el canon literario hegemónico, inserto en una estructura social jerárquica, antidemocrática (elitista) y patriarcal.
Poetas invisibilizadas
Debido a que la literatura no es un compartimento estanco y a causa de que los críticos oficiales se ven, probablemente, orientados por criterios epistemológicos unilaterales y sesgos ideológicos concretos las recientes generaciones desconocen –o conocen poco– la obra de poetas como Rosa Carbonel, Rosina Valcárcel, Gloria Mendoza, Nora Alarcón, Sui-Yun, Patricia Roberts, etc. Los jóvenes lectores de poesía ignoran que hay autoras que escriben en quechua y en aimara. Como parte del campo cultural específico, la literatura peruana está cincelada por los graves problemas sociales que son parte de la estructura básica de nuestra sociedad. Es decir, la discriminación sexual, el racismo, el clientelismo, etc. afectan al campo cultural. No resulta arbitrario si hablamos incluso de guetos y de mafias dentro del campo cultural.
A lo largo del siglo XX, lejos de Lima, se ha escrito buena poesía y han actuado grupos literarios míticos como Orkopata, Norte, Liberación, Aquelarre, etc. Hacia 1956, en Lima, surge el Grupo Intelectual Primero de Mayo. Una década después, nace el grupo Narración. De algún modo, estos grupos literarios visibilizaron la labor artístico-cultural de las escritoras en un mundo notoriamente patriarcal.
Canon hegemónico
Lamentablemente, a pesar de los cambios culturales y de los avances de la democracia, en las últimas décadas, siguen existiendo factores socioculturales que obstaculizan la labor de las escritoras peruanas. De esta manera, tal como lo señala una importante poeta de la generación de los 80: “Las mujeres poetas hemos conquistado espacios con esfuerzo y mucho trabajo creativo, hemos construido redes, no obstante, seguimos siendo víctimas del sistema patriarcal también expresado en el mundo literario y más aún si en nuestra propuesta confluye una postura de enfrentamiento con los poderes hegemónicos”1.
Y es que si la literatura oficial y los críticos establecidos pasan por alto que nuestro país es multicultural y diverso (con más de 60 grupos étnicos que representan el 24 % de la población), entonces, caen en un abierto etnocentrismo. ¿Qué debemos hacer para impugnar este canon hegemónico y unilateral? Una propuesta democrática y antielitista pasa por reconocer la diversidad y lo arbitrario del canon literario hegemónico. Por lo tanto, debemos reivindicar la labor de las editoriales independientes, de las revistas literarias autofinanciadas y de los escritores críticos como Jorge Luis Roncal, Mary Soto, Ricardo Vega, Feliciano Mejía, Julio Carmona, José Luis Ayala, entre otros, que apuestan por la diversidad y la disrupción contrahegemónica.
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1 RÍOS, Márlet. “Entrevista a Mary Soto”. En: revista Ergo. N° 4, enero 2022, Lima-Bilbao, p. 38.