Opinión

Poetas Latinoamericanos actuales: Héctor Hernández Montecinos

Lee la columna de Julio Barco

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Para ningún lector enterado es una sorpresa la alta calidad y diversidad de propuestas de la poesía del presente. En tiempos de crisis, el arte de escribir resiste como una trinchera de libertad y crítica. Es cierto: cada época da su cosecha de autores, grandes, medianos y prescindibles.  Autores que conjuga tradición e innovación.

En el país del sur, Chile, donde hemos observado el nacimiento de grandes poéticas: sea el creacionismo (Huidobro), la antipoesía (Parra), o lo cósmico (Neruda-De Rokha) -entre muchísimos otros- surgió a inicios del siglo la voz de Héctor Hernández Montecinos. De entrada, vemos que es un poeta lúcido y crítico: en su poética se fagocita la reseña, el texto erudito, la poesía coloquial, la intertextualidad, el juego lingüístico.

Vemos que no es un poeta inocente, en el sentido de que no conoce; al contrario, es un poeta que mordió el fruto del Paraíso. Su proyecto poético más atrevido es La Arquitectura Mentalidad, conformada por La Divina Revelación, Debajo de la Lengua y OIIII. De antemano, podemos notar una influencia -en relación a la construcción poética como un teorema del todo- en un autor como Enrique Verástegui y su genial Splendor.

En sí, hay varios autores, en este continente, que corren esta búsqueda: Churata, Borda, etc. Por ejemplo, en Debajo de la Lengua observamos un monumento al juego intertextual. Hernández en ese sentido es un poeta lector, sabe que hacer poesía, antes que una pose inútil, es un complejo sistema de experimentación. Si en el jazz standards, hay muchos autores que tocan los mismos temas (Coltrane, Bill Evans, etc) lo esencial gira en el toque personal.

Así, en Debajo de la lengua el autor bebe de muchas mentes -coordenadas, esencias, olores, metáforas- y crea su propia versión, reutilizando textos diversos y abriendo nuevos sentidos al poema. Verbigracia: «El Cadáver Exquisito de la Lengua» donde el autor arma un poema río con versos que muchos otros autores agregaron en una convocatoria por Facebook.

Una obra como la de Hernández nos avisa que los límites de la autoría y la originalidad son vaporosos. ¿Acaso no utilizó Shakespeare toda clase de historias ya conocidas para volver a recrearlas? Es un libro que también trata de una bitácora de viaje. Incluyendo, claro, una visita al Perú, donde hace años es admirado y celebrado.

(Columna publicada en Diario UNO)

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