Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Poesía, nación y verdad

Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

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La única razón por la que se dice que una poesía nacional es mejor que otra se debe a la ignorancia respecto de cada país que se finge evaluar, a un gesto político cínico o a un chauvinismo tardío.

Incluso las propias nociones sobre la poesía del propio país cambian cuando se estudia a fondo todo lo que allí se ha producido y ponderado por décadas como sucede en el Perú, donde todo está por ser reevaluado e, incluso, descubierto y puesto donde corresponde.

Habría que precisar que lo único cierto en este embrollo es que no existen excepciones respecto del poder que cada país ha obtenido en el curso del tiempo y, así, si se tiene una literatura, un cine o una plástica importante es porque el propio país es importante y si es un territorio menor, sin duda, ha de verse vinculado a una entidad mayor como la Commonwealth y el uso de un idioma como el inglés (véase a Derek Walcott, por ejemplo). Ergo, es imposible que una poesía nacional sea trascendental y que el resto de las artes vayan a la saga.

Todo lo contrario sucede en Perú donde se cree que la poesía es de primer orden cuando solo ha sobresalido en estilismos y florituras sin savia ni espíritu ni intención de grandeza. Y, a todo ello, se suma la ausencia de un critica fundamentada y asequible tanto a académicos como a legos, el padecimiento de una hiperproducción libresca y de gestión que no entiende ni considera que la  gran poesía no se hace en recitales aburridos, ni en festivales de medio pelo, ni pululando en medios electrónicos o impresos, sino que está siempre supera a todas las formas y se da a notar cuando corresponde y si no, no pasa nada, pues en esta apuesta perpetua lo único seguro es que si algo debe darse a conocer de una u otra forma aparecerá en su momento, un hilarante acto de fe sin el que es imposible hacer ni un verso.

Finalmente, el costo de la poesía es la muerte y el que así lo ha aprehendido solo puede huir o enfrentar el exterminio con sus propias manos. Por eso, en cualquier lugar donde al poeta se le dé la gana de hacer reposar su corazón allí radicará su patria. Todo lo demás es política.

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