Escribe: Rodolfo Ybarra
Un menor de edad que viola y mata
a golpes a otro menor de edad nos dice claramente cómo está nuestro mundo. Un
muchachito envilecido que, para vivir, tiene que cargar bultos en el mercado o
robar nos dice cuánto hemos fallado como país. Ya no tenemos niños (que
celebren los que todavía pueden hablar de “infancia feliz”), tenemos monstruos,
seres que hemos criado de espalda a los valores y el respeto por la vida. Seres
que tarde o temprano se volverán contra nosotros mismos con un cuchillo en la
mano o con un revólver que gatillarán hasta vaciar la cacerina.
Y no nos digan que esto es un
caso aislado. Acaso no hemos tenido ya bastantes Canebos y bastantes Gringashos
que acabaron con sus víctimas sin compasión (un amigo quedó paralítico por los
disparos de Canebo). Y que cuando los entrevistaban en señal abierta, decían:
“Claro, pe, no quería darme la moto y le disparé. Muere, pe, conchatumare”. Eso
es lo que le estamos dejando a esta sociedad que reclama “justicia”, “igualdad”,
“paz”, “orden” y tantas palabras bonitas y edulcoradas, pero que, en la práctica,
no nos sirven para nada.
En los ochenta, era común ver por
el parque Universitario y la plaza San Martín a hordas de niños con bolsas de Terokal.
Niños que se drogaban con la peor y más barata de las drogas solo para no
sentir frío ni hambre, mucho menos esos sentimientos que algunos llaman “amor”
o “cariño”. Todos ellos alguna vez tuvieron padres y, claro, cómo no, salieron
del útero de una madre y fueron arrojados al infierno de las calles a sobrevivir
como puedan. Muchos de ellos se extinguieron como “Petiso” que murió
electrocutado en un poste de luz guareciéndose de la lluvia. Y Muchos de ellos, los más resilientes, se
convirtieron en ranqueados ladrones o asaltabancos. Sin casa, sin padres, sin
estudios, sin estado que los proteja, otro no era su destino.
Y hoy, otra vez, nos damos con la
sorpresa que un menor de edad puede ser tan salvaje como cualquier prontuariado
delincuente. Y para los que conocen Loreto en el Callao, saben perfectamente
que los niños sicarios son la nueva ola del crimen organizado o del crimen día
a día. Muchachitos en scooters o
motos lineales con reggaetón a todo volumen, que acuchillan o abalean a quien
sea por unos cuantos soles. Muchachitos que en vez de estar pensando en
estudiar y salir adelante, están pensando en las zapatillas de marca, en la
gorrita con estampados o en la chiquilla pituca que acaba de ponerse un piercing en la lengua.
Y quién es el culpable de todo
esto. Pues, el estado y toda esa clase política que solo se ha dedicado a robar
a manos llenas, toda esa hez de miserables que ahora desfilan por el poder
judicial y van a parar al sumidero de la cárcel, todos esos que cada cinco años
nos engañan con el cuento de la “democracia”, con el cuento de que el
“congreso” nos representa cuando en realidad solo se representan a ellos mismos.
¡Ya déjense de tonterías! Y también, seamos claros, no miremos a un costado.
Nosotros somos la parte activa y pasiva de que este barco llamado país se esté
hundiendo. Somos buenos para criticar, insultar, levantar infamias o señalar
con el dedo, pero somos malos para poner el hombro o solidarizarnos con el
hermano caído. Entonces no esperen lo mejor. Solo esperen lo peor que tarde o
temprano tocará a sus puertas.
PD: En mi cuenta personal dejé
este post para ayudar a los niños en estado de abandono. Esto va para los que
quieren criticar menos y hacer más:
https://web.facebook.com/RODOLFO-YBARRA-244373448928388/
https://web.facebook.com/rodolfo.ybarra.7/videos/10222010931518332/