Literatura

PLACERES ONÍRICOS: UN CAPUCHINO EN SAINT-GERMAIN-DES-PRÉS

Published

on

 

UN CAPUCHINO EN SAINT-GERMAIN-DES-PRÉS

Escribe Luis Chávez A.


Un día en el Café Les Deux Magots, se encontraron un par de viejas amigas que habían ejercido de putas en épocas jóvenes, y entre otras cosas, recordaron el tiempo en que se llenaban los bolsos de dinero con el sudor de sus coños.

Mientras el camarero le servía el capuchino a Violeta que se mantenía aún deseable a pesar de lo madura que era, Camila apenas bebía un vaso con agua fría para atenuar el calor, y no paraba de hablar de sus escabrosas experiencias que vivió en “El Dulcinea” mítico burdel que la albergó desde los veinte años cumplidos, cuando el padre de su primer bebé, se alejó de ella para siempre.

–¿Te acuerdas cuando el viejo Cayetano nos juntaba de rodillas para hacerle una paja? —  dijo Violeta.

—Claro que me acuerdo, pero ese era un trabajillo simple en comparación de la fantasía del jefe de Estafetas Franz Teullet, que cada vez que mandaba a tragarme por el culo dos o tres huevos de gallina, se echaba sobre el piso de tapiz escarlata, y en cuclillas yo pujaba y le arrojaba huevo tras huevo dentro de su boca babeante para que se los comiera a su gusto—  respondió Camila, mientras le daba otro sorbo a su vaso con agua. Enseguida el camarero se acercó a la mesa para ofrecerles más baberos de tisúes y no pudo evitar escuchar el pícaro diálogo de las féminas, pero muy atinadamente y con porte de caballero, supo mantener un perfil imperturbable.

Violeta para no quedarse atrás, replicó: —oye !Camila! no me vengas con juegos de niños, ¿Acaso no recuerdas que tuve que convalecer una semana en el hospital de la periferia por culpa de esos dos turistas africanos que me destrozaron el culo al mismo tiempo? ¿Acaso no te conté que uno de ellos tenía  la verga tan grande que parecía la cabeza de un gato? es por eso que acabé desangrándome, que pensé que ya no la contaba—

—Está bien querida, está bien… las dos nos hemos follado casi medio Saint-Germain-des-Prés, pero lo hemos ganado dignamente con nuestras espaldas y nuestras rajas, además nos hemos asegurado un prospero futuro y ahora incluso vamos a la opera—

—No olvides que también ha sido gracias a nuestros maridos que nos sacaron del “Dulcinea”— replicó Violeta.

Transcurrida cerca de una hora de fluida tertulia, apenas quedó media onza del capuchino en la diminuta taza de porcelana que por última vez alzaba Violeta, ante la mirada solemne del camarero que permaneció al lado, tan erguido como un mástil de navío; y Camila algo sobresaltada exclamó: — ¡Estamos retrasadas, pronto empezará la función del teatro! ¡Vámonos querida!—  y de un salto abandonaron la mesa que estaba forrada en  finos encajes. De pronto, se dirigieron a la salida del Café cuidadosamente escoltadas por el atento camarero, y se encontraron con dos elegantes y desconocidos caballeros en chistera, que las observaron con sugerente sensualidad.

El camarero antes de retornar al salón principal; se cruzó con los mismos caballeros que no tardaron  en hacerle una pregunta: — Oiga camarero ¿Acaso no son esas encantadoras señoras, las que van a la misa de Santa Teresa los domingos por la mañana?—

—Están en lo cierto distinguidos señores—  respondió el inefable camarero  —ellas son una de las tantas honorables damas que honran Les Deux Magots con su presencia.

Comentarios
1 Comment

Trending

Exit mobile version