El día de ayer estuve en un encuentro social nocturno, y en un instante me encontré rodeado de un grupo de féminas algo maduras, y en su mayoría casadas. Luego vino lo curioso e inevitable; pues las copas iban haciendo su efecto y empezaron los debates muy insinuadores e irónicos de parte de “ellas”. Empezó entonces una batalla de los sexos…
Al margen de las disputas que hoy existen entre hombres y mujeres, para poder dejar muy en claro en la sociedad actual, ¿cuál de los dos géneros es mejor o posee mayor capacidad para despojarse de algún problema?; habría que reconocer que los tiempos no han pasado en vano, pues son en realidad “tiempos modernos” cuyos vientos hoy van soplando cada vez más en dirección y a favor de ellas, las mujeres. Pues, si algo debemos reconocer los que en algún momento le damos cierta ojeada a la historia; es que ésta casi siempre fue cruel e injusta con el género femenino.
En la antigua Europa cristiana (año 800) por ejemplo, los religiosos consideraron que las mujeres eran inferiores por naturaleza en todo aspecto, pues no dudaron en cambiar sus reglas para adecuar lo que ellos denominaban naturaleza más débil de las mujeres. Pese a que aceptaban a algunas cristianas a ejercer tareas no muy comunes como ser maestra, misionera, o mártir; otras prácticas consideradas más ejemplares y tradicionales para ellas era su incondicional subordinación a los hombres.
Una de las fuentes principales se encuentran en varios pasajes que subordinaban a las mujeres en el Antiguo Testamento, un libro que fue considerado sagrado para los judíos, esas mismas tradiciones que subordinaban a las mujeres se encontraban sin excepción en todas las culturas, además de la cristiana, en la romana, la griega, la celta, la germánica y la hebrea. Además en los escritos de San Pablo se afirmaba como justificación bíblica, la subordinación de las mujeres, y los demás apóstoles, evangelistas y los primeros escritores cristianos, describieron a las mujeres como inferiores por naturaleza y así justificaron su lícito sometimiento a los hombres “superiores”. A su vez estas tradiciones cristianas se convirtieron en un gran legado para las siguientes generaciones de mujeres europeas.
A diferencia de Jesús, los escritos de Pedro, Timoteo y Pablo, y de los padres de la Iglesia, como San Jerónimo, San Agustín y san Juan Crisóstomo, ratificaron la inferioridad de las mujeres y declararon que siempre debían estar sometidas a los hombres. Pues, el cristianismo iba cobrando mayor aceptación e institucionalización, por lo tanto, se denegaba la igualdad concedida inicialmente a las mujeres durante los primeros siglos.
Revisando el segundo relato de la creación, Pablo enuncia que “el hombre…es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre” aludiéndose a la supuesta creación de Eva a partir de la costilla de Adán, añade: “ni fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre”. Pero la epístola de Timoteo es aún más contundente:
“La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Qué se mantenga en silencio. Porque Adán fue tomado primero y Eva en segundo lugar. Y el engañado no fue Adán sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión.
Se dice también que Pedro había dicho a las mujeres que fueran sumisas, para que “sean ganados” más conversos, atraídos por su “conducta casta y respetuosa”. En una actitud similar a los primeros profetas, reprendió a las mujeres por adornarse y las exhortó a ser humildes, aludiendo a la figura de Sara, que llamaba a su marido “Señor”. Por su parte Tito y Timoteo sostuvieron que únicamente los hombres podían ser obispos en las nuevas iglesias cristianas. Luego estas prescripciones fueron perpetuadas como parte del Nuevo Testamento.
Por el siglo V, los teólogos del cristianismo reafirmaron las tradiciones más denigrantes con respecto a las mujeres. Asociaban todo lo maligno e inferior con la mujer; y todo lo bueno y superior con el hombre.
En el siglo II, Clemente de Alejandría atribuyó que la característica del hombre es la acción, y la de la mujer es la pasividad.
Volviendo a San pablo y los demás apóstoles, al relatar la historia de la creación, en la que Eva nace a partir de la costilla de Adán. El acto de desobediencia de Eva en el jardín del Edén representó la debilidad y maldad inherente a toda mujer, y en la principal justificación de su eterno sometimiento a su superior “natural”, el varón, obviamente más racional y espiritual. Los rabinos judíos recalcaron la inocencia de Adán y la mayor culpa de Eva, y luego estos escritos fueron aceptados como ortodoxia por los padres de la Iglesia. Los mismos que recurrieron a la leyenda griega de Pandora, que les resultaba similar, pues insistían en la semejanza entre Pandora y Eva como portadoras del mal a los hombres. Es así que a partir del siglo II, la Iglesia cristiana consideró a Eva la fuente del pecado, la tentadora del hombre y la encarnación de todas las mujeres. Alrededor del año 200, Tertuliano escribió “¿No sabéis que cada una de vosotras es una Eva?
La sentencia de Dios sobre vuestro sexo persiste en ésta época, la culpa, por necesidad, persiste también. Vosotras sois la puerta del infierno. Tú eres la que empezaste el árbol prohibido. Tú eres la primera que desertaste de la Ley divina. Tú eres la que le convenció a él, a quien el diablo no se atrevió a atacar. Tú destruiste con gran facilidad la imagen de Dios, hombre. Por causa de tu mérito, que es la muerte, incluso el Hijo de Dios tuvo que morir.
San Agustín expresó la doctrina que luego se convertiría en dogma cristiano. Adán vio a Eva desnuda y, él que personificó la mente y el espíritu; perdió el control sobre su cuerpo, al tener una erección incontrolada que la visión de ella le sugirió, entonces los padres de la Iglesia definieron a Eva como objeto, y como la causa de la lujuria, pasando a condenar a todas las mujeres; es así que empezaron a alabar el celibato y repudiar el tema sexual en sus escrituras. La Iglesia, el Estado y la familia creía y difundía que las mujeres eren seres inferiores a los hombres y por tanto se debían sometidas a ellos, en lo sucesivo vivirían en una cultura cuyas leyes e instituciones decretaban su inferioridad y sometimiento a los hombres, en la cual, la subordinación femenina alcanzó a ser la tradición más poderosa y duradera heredada por las mujeres europeas, llegando incluso al medio oriente.
No cabe duda entonces, que existen importantes precedentes que a lo largo de los siglos consiguieron enquistarse en las mentes masculinas y también femeninas para conceptualizar el rol de la mujer, y sin duda tales precedentes, y en especial los bíblicos; hoy llegan a escandalizarnos por ser tan discriminadores y machistas. Quizá es necesario hacer un mea culpa por todas las atrocidades cometidas en contra de la mujer y que aún en muchos lugares se siguen cometiendo.
Afortunadamente, hoy la mujer se ha liberado de ese estigma gracias a su emprendimiento y fuerza luchadora, y el hombre asume a la vez, una actitud cada vez más liberal y solidaria hacia ella, cualidades que logran finalmente integrar y complementar dos visiones que son distintas en cuanto al género (hombre y mujer), pero que llegan a enriquecernos como seres humanos integrales, tratando de aminorar cuales sean las diferencias en pos de una mejor sociedad.