JORGE BASADRE CREYÓ EN LA PROMESA DE LA VIDA PERUANA
Por Luis Chávez
No se puede negar que en la actualidad existe entre los peruanos una actitud sobresaliente de querer descollar con tenaz interés. Quizá el gran detonante han sido las crisis políticas, sociales y económicas atravesadas en las últimas décadas, cuyos actores principales no han hecho más que sobrevivir a las oscuras corrientes de la globalización. Es a partir de allí, que esas ganas de querer emerger nos hacen mirar hacia el futuro, pero no podemos pretender un alentador futuro sin antes dar vistazo al pasado. En ese sentido, la Historia se juega uno de los papeles más protagónicos de nuestra patria. Y uno de sus más notables discípulos fue Jorge Basadre Grohmann (1903-1980), tacneño de corazón, y cuya niñez la desarrolló en plena ocupación chilena, época en que no se podía entonar el Himno Nacional ni flamear la bandera peruana. Quizá tales acontecimientos represivos, y el autoritarismo del régimen del presidente Leguía, lo indujeron a querer sobresalir desde muy joven, pero no para alzarse en armas, más bien sus potentes armas llegarían a ser en un futuro próximo; las letras, la jurisprudencia y la historia. Es allí donde Basadre empieza a comprometerse hacia la búsqueda de sus orígenes, como peruano, como hombre que quiere saber y enfrentar la injusticia social; de allí su predilección por el estudio de la República, cuyo análisis vendría plasmado en su primer libro “La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú” (1929).
Gran parte de sus ideas fueron consideradas sacrílegas para muchos historiadores de su época que lo menospreciaban alimentando una crítica feroz contra sus libros.
Entre ellas, tenemos algunas muy peculiares:
-El Perú no es inca, ni español, ni criollo, ni mestizo, es una realidad más compleja.
El Perú es un país de contrastes y de contradicciones. Un “país que en la guerra con Chile produjo un bizantino faccionalismo político y un arquetipo de hombre como Grau”. Gran parte de nuestra historia, la podemos entender como un debate entre las ideas de libertad y autoridad, ambas como opciones políticas contrapuestas y justificadas por la búsqueda del ansiado progreso material. Un debate entre la institucionalidad democrática, con todas sus implicancias, y los gobiernos autoritarios, que sacrifican la democracia.
La historia del Perú en el siglo XX es una historia de oportunidades perdidas y de posibilidades no aprovechadas. Aquí tenemos que pensar fundamentalmente en su noción de Estado empírico, ineficiente, clientelista y caudillesco, para entender porque la riqueza del guano no permitió la aplicación de políticas estatales más inteligentes y nacionales. Los problemas provienen de los avatares, las conquistas, los colonialismos que encontramos en nuestra historia, lo que no nos debe impedir mirar al futuro como posibilidad de una vida mejor.
Tales reflexiones sobre nuestra historia son reveladoras y reflexivas y demuestran que no hemos hecho casi nada por salir de ese “colonialismo” que nos persigue hasta hoy.
La mirada de Basadre hacia la historia fue para crear una conciencia colectiva, que en primera instancia nos identifique con nosotros mismos, para luego emprender un proyecto común. Pues un primer precedente fue la República nacida con la Independencia, pero que desafortunadamente cayó en taras como los clientelismos, los privilegios, las exclusiones, los autoritarismos intransigentes, que produjeron una serie de conflictos cuya herida aún tarda en cerrar.
Por ello hoy siguen vigentes los deseos de reeditar sus libros, por una sencilla necesidad de recurrir a nuestros guías para que nos orienten en nuestros dilemas existenciales que permanentemente se presentan a raíz de las injusticias sociales y de una precaria ilustración.
Jorge Basadre entonces no está muerto, vive en todos los que siguen sus textos, al igual que mi padre vive en mi, en cada momento, en cada instante que me encuentro con él en mis pensamientos. Y si ellos nos enseñaron que el proceso es fangoso como desalentador, también nos enseñaron que no debemos matar nuestros sueños y tampoco perder siquiera un ápice de esperanza.
“La promesa de la Vida Peruana” es un ensayo escrito por Jorge Basadre (1943) donde afirma que los próceres buscaron la independencia no por meras figuraciones personales, sino inspirados realmente en conseguir una vida libre para las futuras generaciones. Y en 1978, el maestro regresa al mismo texto en un apéndice titulado “Algunas reconsideraciones cuarentisiete años después” que aparecen en la reproducción facsimilar de la primera Edición de 1931 de “Perú: Problema y Posibilidad” a continuación el texto de 1943, seleccionado por el filosofo Carlos P. Lecaros Zavala, fuente: www.idl.org.pe/idlmail/boletines/113.doc .
“(…) Ninguna de nuestras soluciones nos vendrá, pues, cocida y masticada de otros países, aunque sean hermanos, primos o prójimos. Y, sobre todo, nada se podrá hacer a fondo si al país no le conmueve la conciencia de sí, si no afirma en esta hora feroz su querer existencial nacional. Por eso, la promesa de la vida peruana atañe a la juventud para que la reviva, a los hombres de estudio en sus distintos campos para que la conviertan en un plan, a la opinión pública en su sector consciente para que la convierta en propósito.
(…) Porque la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad y con tanta fe y con tanta abnegación por próceres tribunos, ha sido a menudo estafada y pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los Podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos hechos e instituciones al servicio de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y de sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los Incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata.
Toda la clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o inacción de los peruanos.” (Basadre, Jorge. La promesa de la Vida Peruana. Lima, editorial Mejía Baca; julio 1958; pp. 50-51).
En el apéndice de noviembre de 1978, Basadre se reafirma en aquello que había escrito en 1943. (pp. 414-415) añadiendo:
“A pesar de todo, sin embargo, y por encima de las desgracias que puedan venir por más horrendas que sean, seguimos creyendo en lo que modestamente llamáramos desde 1941 “la promesa de la vida peruana”. Concepto que alguna relación tiene con lo que Ernest Bloch definió en 1959, “como el principio de esperanza” en el libro de ese título en el que explicó que el hombre ha vivido siempre en la prehistoria y que el verdadero génesis está al final y no al principio” (Basadre Jorge. Perú: Problema y Posibilidad. Lima; Studium; 5ta. Edición, 1987; p. 415).
Pero lo que plasma al final del capítulo primero (“El sentido de la historia Peruana”) de la obra de 1931, es increíblemente provocador y nos reta a abandonar nuestra actitud casi siempre encontrada en dilemas:
“Quienes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero también, felizmente, posibilidad”. (Basadre, Jorge; “Perú: Problema y Posibilidad”; op. Cit. P. 7)