Literatura

PLACERES ONÍRICOS: DOS CUENTOS BREVES DE JUAN RODOLFO WILCOCK

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“LOS AMANTES” – “AGRIMENSOR BENE NIO”


Escribe Luis Chávez
Fotografía Iván Pawluk


Juan Rodolfo Wilcock (Argentina, 1919-1978) otrora notable escritor y poeta que nació en Buenos Aires. Fue miembro de la generación del 40, y sobresalió por su literatura algo surrealista, pues, a través de sus textos manifestaba la ironía de la vida, pero con tono mordaz y melancólico. A los treinta años fue ganador del premio de Poesía de la Sociedad Argentina de Escritores. Y luego de algunos años, después de su estadía en Roma, hizo gran amistad nada menos que con el ilustre director Pier Paolo Pasolini; tanto así que tuvo un papel en su cinta: El Evangelio según San Mateo.

A continuación siguen dos relatos brevísimos, y singularísimos, que proyectan esa atmosfera extraña y surrealista; propia de los que vemos más allá de lo convencional…

 

LOS AMANTES

Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de  los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de la luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama esta toda desarreglada, las sabanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.

La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.


AGRIMENSOR BENE NIO

Es notable la cantidad de partes y de órganos que puede perder una persona y aún así seguir incólume, o casi. Como una estatua antigua, con apenas cincuenta y cinco años de edad el agrimensor Bene Nio ya ha perdido las piernas y los brazos, buena parte de la pelvis, el hombro derecho, además le falta casi toda la mitad izquierda de la cabeza y también el ojo y la oreja derechos, y por eso ya no ve ni oye; le ha desaparecido la nariz, y la lengua –o lo que queda de ella- está parcialmente al descubierto y se le ha endurecido de modo tal que no se entiende bien lo que dice. Vive sentado, si puede decirse así, en una especie de silla de ruedas que parece más bien un carrito para hacer las compras, y dentro de este carrito, embutido y atado para evitar que se caiga, está el agrimensor Nio. Manos solícitas lo llevan de un lado a otro, oídos todavía sanos escuchan sus órdenes y las interpretan; porque el agrimensor, afecto desde siempre a las tareas del campo y a los nuevos métodos de avanzada, es hombre de una actividad envidiable. Es dueño de una serie de cañadas, montes y barrancos en el  Alto Lazio, terreno arcilloso y friable que el agrimensor Nio se ha propuesto sanear con numerosos proyectos que le ocupan todo su tiempo. Antes que nada, el proyecto de irrigación, que se nutre de dos grandes manantiales permanentes existentes en la propiedad y que en pocos años promete transformar esos desiertos en una tierra prometida. Luego, el proyecto de forestación que, con la ayuda de la Dirección Forestal, transformará en pocos decenios esa tierra prometida en un jardín colgante. Mientras tanto el agrimensor Nio está haciendo cercar todo con sólidos postes de cemento y con una red de dos metros de alto, para después meter dentro toda clase de animales y de aves exóticas, y transformar ese jardín colgante en un Edén. El proyecto de riego prevé una hermosa piscina olímpica para uso particular del agrimensor (o de lo que queda de él), ya que el agua de los manantiales es más que abundante. Después construirá en los puntos más panorámicos, media docena de pabellones de caza o de descanso, comunicados entre sí por cómodos senderos asfaltados; todos contarán con luz, teléfono y demás servicios indispensables para la vida moderna. El agrimensor Nio piensa terminar este paraíso en apenas veinte o treinta años, luego de lo cual espera vivir allí: después de todo aún es joven.

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