Cumpliendo con una segunda parte de lo prometido, es menester que sigamos las siguientes líneas para poder así pasar un rato agradable e hilarante.
Es posible que entre estas historias descubramos el porqué de la trompada al ojo de Gabo, como así la insolente respuesta de Juan Rulfo hacia una estudiante. O la admirable generosidad de Dumas hacia los desconocidos. Y de como un jovenzuelo Hugh Hefner, antes de ser dueño del imperio de Playboy apostó por unos textos de quien luego sería reconocido como el genio del cuento. Como también descubrir la obsesión de Chejov por la comida. Y la increíble desconfianza del escritor francés Víctor Hugo hacia el danés Hans Christian Andersen… entre otras anécdotas.
– En 1976, los dos autores más famosos del boom de la literatura latinoamericana, asistían a la proyección en México de la película La odisea de los Andes. Al concluir la película, García Márquez se acercó a su colega peruano para saludarlo y lo que recibió fue un puñetazo en el mentón que lo dejó tirado sin sentido en la alfombra del teatro.
Ese estupendo directo que amorató el ojo de Gabo, creó desde entonces, docenas de airados debates sobre el origen del encontronazo. El escritor Francisco Higartua, que asistió al evento, explica en sus memorias, “Huellas de un desierto” haber traído un bistec para bajarle la hinchazón al colombiano: “Yo estaba presente. Fue terrible. Cuando nos dimos cuenta, Gabriel estaba sentado y Mario se había ido. Fui yo quien trajo el bistec para bajarle la hinchazón al ojo de Gabo”.
Antes de noquear a Gabo, Vargas Llosa sí parece demostrado que afirmó: ¿Cómo te atreves a querer abrazarme después de lo que hiciste a Patricia en Barcelona? Patricia era, claro está, la esposa de Vargas Llosa.
– A Juan Rulfo siempre le preguntaban por qué, tras escribir sus dos únicos libros publicados en vida, Pedro Páramo y El Llano en llamas, no escribía más, dedicándose luego a su otra pasión: la fotografía. Una estudiante le preguntó una vez en una conferencia:
—-Maestro, ¿Por qué no escribe usted más libros?
A lo que Rulfo contestó sencillamente:
—-Porque no me da la gana.
Y la respuesta tenía su lógica: una vez alcanzada la cumbre de una montaña, ¿para qué seguir subiendo?
– En una reunión de escritores que tuvo lugar en España, Antonio Gala explicó que estaba sentado al lado de Borges, que ya estaba casi ciego. Hablaron de El Quijote, libro del que el argentino refería que su mejor versión la había leído en inglés.
Molesto por el comentario durante el aperitivo, el escritor cordobés explica que fue poniendo al alcance de la mano de Borges todos los huesos de las aceitunas que él se iba comiendo. Por lo que se ve, eso puso al gran escritor argentino bastante nervioso, ya que no daba con ninguna aceituna entera.
– En 1862 Víctor Hugo pone fin a la que será su obra maestra, los miserables. La amplitud de su argumento hizo que el escritor francés fuese incapaz de resumirla en una cuartilla por lo que temiendo que su editor no la publicase escribió tan solo un signo de interrogación. La cuartilla acompaño a los cientos de hojas que conforman el manuscrito. Cuando el editor recibió el sobre, lo abrió lo miró detenidamente y no sabiendo cómo expresarle a Víctor Hugo su fascinación respondió…con un signo de exclamación en una cuartilla en blanco.
– Una de las anécdotas más famosas de la literatura norteamericana cuenta que Raymond Carver, autor entre otros de Neighbors y They’re Not Your Husband, no era minimalista, que sus párrafos estaban llenos de sentimentalismos y reflexiones, pero que su editor Gordon Lish, también escritor, corrigió esos aquellos excesos, contra la voluntad del autor incluso, por lo que acabó convirtiendo a Carver en el maestro del minimalismo.
– Norman Mailer (Long Branch, 1923-Nueva York, 2007), fue junto a Truman Capote, uno de los precursores del periodismo literario. Algunas de sus obras más conocidas son Los desnudos y los muertos, donde cuenta sus experiencias sobre la Segunda Guerra Mundial, los tipos duros no bailan o la Canción del verdugo. También fue guionista y ensayista, donde se volcó en duras opiniones contra el modo de vida estadounidense. Mailer se casó seis veces, dándose la circunstancia de que en el año 1960, apuñaló a una de ellas, Adele Morales, con un cortaplumas en el transcurso de una fiesta. “Aja toro, aja—gritó– Venga mariquita, ¿dónde están tus cojones?” Explica la ex esposa en La última fiesta, escenas de mi vida con Norman Mailer, libro editado en castellano por la editorial Circe y donde pone a caldo al escritor. La situación es que Mailer se encontraba absolutamente borracho en una fiesta literaria. La mujer hizo de toro y Mailer de torero. Cuando fue el momento de entrar a matar el escritor no tuvo recato alguno de clavarle el cortaplumas en la espalda de su esposa. Por poco le cuesta la vida. Adele no presentó cargo contra el aguerrido literato y todos los amigos que se encontraron en la fiesta le defendieron pero nada pudieron hacer cuando tuvo que pasar diecisiete días internado en un psiquiátrico.
Morales había escrito ya su biografía, obra que se llevó al teatro, a cuyas representaciones acudió acompañado de su sexta esposa y el propio Norman Mailer y cuyo original había leído previamente. Tras leerla su única exclamación fue: “Todo está muy bien, salvo que nunca le dije joder a la criada”.
– Guerra y paz de León Tolstoi (Yásnaya Polaina, 1828-Astapovo, 1910), es una de las grandes novelas del siglo XIX. El escritor ruso comenzó a escribirla durante una convalecencia tras haberse caído del caballo durante una jornada de caza en 1864. La novela recorre la historia de Rusia desde las guerras napoleónicas hasta mediados del siglo XIX. Su publicación en forma de libro no tuvo lugar hasta finales de 1869 porque previamente había aparecido en forma de capítulos sueltos en el diario Ruskki Viestnik (El mensajero ruso). Lo curioso del tema es que, hasta la versión definitiva, Tolstoi escribió la obra siete veces. Inseguro como estaba por la calidad de la obra, fue Sofía Behrs, su esposa y fiel compañera, la que le dio el sentido práctico a la obra, quien la corrigió y dio los retoques finales. Y lo hizo también en siete ocasiones.
– Alexander Von Humboldt (Berlín, 1769-ídem, 1859), escritor y naturalista alemán, tenía una gran fascinación por la locura. Así, una vez que viajaba a París, le pidió a un amigo suyo doctor y psiquiatra que le organizara una cena con un loco. El amigo aceptó encantado y, cuando llegó el momento de la reunión, avisó a su invitado de que, con ellos, iba a cenar un hombre muy especial.
A parte del doctor y del escritor, con ellos había dos comensales más. Uno de ellos era un caballero muy bien vestido, silencioso, que comía con mucha educación y que hacía el ademán de brindar cada vez que se acercaba la copa a la boca. El otro tenía un aspecto desaliñado, iba mal peinado y no hacía más que hablar mientras contaba anécdotas y se llevaba la comida velozmente a la boca. En un momento dado, el médico y Von Humboldt se habían levantado de la mesa. El naturalista le comentó al psiquiatra que estaba fascinado por el comportamiento del loco que tanto hablaba e inventaba historias tan difíciles de creer.
¡Pero hombre de Dios, que dice usted! Ese señor es el famoso escritor Honoré de Balzac. El loco es el otro, el que no habla, le explicó el médico.
– Vargas Llosa explica que, cuando su novela La casa verde ganó el Premio Rómulo Gallegos, en 1996, y Juntacadáveres, la de Onetti, quedó finalista, dos novelas que giraban sobre un prostíbulo, Onetti sabía la razón del fallo del jurado. El burdel del peruano tenia orquesta y el suyo no.
– El escritor, poeta y periodista Carlos Ernesto García (El Salvador, 1960) dice que “en la Feria del libro de Guadalajara, en el 2005, fui a una conferencia de Bryce Echenique. Había cuatro estudiosos y académicos presentando el acto. El primero habló del sujeto y del predicado en la obra inicial de Bryce, la gente no entendió nada. Yo tampoco. El segundo disertó sobre los tiempos verbales, sobre todo los pluscuamperfectos, en su obra, por lo que el público se quedó estupefacto. El tercero hizo algo parecido, mientras que el cuarto pues, más de lo mismo. Como el tiempo lo habían ocupado los académicos, Bryce Echenique solo pudo hablar los últimos diez minutos, pero ya la sala se había vaciado. Vamos, que los académicos vivieron sus cinco minutos de gloria gracias a Bryce”.
– El 20 de noviembre de 1975, en la embajada mexicana en París flameaba en lo alto la bandera de México. De ello y de otras anécdotas del reencuentro entre España y México treinta años después da fe la agencia France-Presse, en una nota publicada, entre otros medios por el Periódico de México. En aquella época, el régimen del gobierno mexicano no tenía relaciones diplomáticas con el régimen español y el día de la muerte del dictador se celebraba el Día de la Revolución mexicana. El escritor Carlos Fuentes, que entonces era embajador de su país en Francia, explica el suceso: “De todas las embajadas latinoamericanas me llamaban y me decían, Tú estás loco, ha muerto Franco y yo respondía que la bandera estaba por la revolución mexicana”, aseguraba sobre aquel hecho el autor de, entre otros, Aura. La muerte de Artemio Cruz o Terra Nostra.
– A la periodista y escritora Rosa Montero (Madrid, 1951), ganadora en 1981 del Premio Nacional de Periodismo y en 1997 del Premio Primavera por La hija del caníbal no le entusiasma la Fiesta Nacional. Y uno se preguntará, ¿y qué importancia tiene que a uno no le gusten los toros? Sencillamente porque Pascual Moreno, su padre, era matador. La guerra civil española truncó su carrera reconvirtiéndose en banderillero en las cuadrillas de Antonio Ordoñez y de Luis Miguel Dominguín. Del primero llegó a ser, incluso el peón de confianza. La misma Rosa, que empezó a escribir en la cama a los cinco años debido a una tuberculosis, recuerda “que yo era muy pequeñita cuando mi padre toreaba en Madrid, que después dejó para dedicarse en una ladrillera. Recuerdo que él ingresaba al cuarto de baño vestido de padre normal, y luego cuando salía, estaba vestido de Dios, lleno de brillos, relumbrando alamares. Las primeras palabras que aprendí a decir fue “suerte papa”, porque siempre escuchaba que la familia y los amigos al despedir a mi padre le decían “suerte maestro”. Así suele despedirse a los toreros antes de la faena”.
– Truman Capote autor de A sangre fría o Música para camaleones, se defendía a sí mismo de esta forma. “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”. No está mal para un autor tan exquisito como soberbio que, además de escribir grandes paginas y de retratar todo lo que le rodeaba, sobre todo a la gente adinerada, con una certeza y frialdad difíciles de imitar, fue también un perverso escrutador de lo cotidiano. A partir de la publicación de A sangre fría, libro que vendió más de trescientos mil ejemplares y que le dio una notable presencia pública, quien también se consideraba un “buitre” con ademanes de paloma”, empezó a aparecer en portadas de revistas, entrevistas de televisión, prensa, charlas en las universidades, fiestas en la alta sociedad donde se codeaba con las estrellas del cine y con gente de mucho dinero. El vitriólico autor que, tras de sí, dejaba siempre una estela de inteligencia, acido humor y glamour, en una auto-entrevista en la que se interrogaba por sus miedos respondía que: “De sapos verdaderos en jardines imaginarios”. En esa misma conversación consigo mismo cuenta una anécdota que sin duda merece ser transcrita por la medida en que refleja quién fue y cómo fue el gran escritor.
“Por ejemplo, la otra noche estaba sentado con unos amigos en un bar atestado de gente en Kay West. En una mesa vecina, había una mujer medianamente bebida con su marido, completamente borracho. Al poco, se me acercó la mujer y me pidió que le firmara una servilleta de papel.
Al parecer, eso no le gustó al marido; vino dando bandazos a nuestra mesa y, después de abrirse la bragueta y sacar todo el aparato, dijo: “Ya que está firmando autógrafos, ¿por qué no me firma esto?”. Las mesas de alrededor se quedaron en silencio, así que muchísima gente oyó mi respuesta: “¿No sé si cabrá mi firma, pero quizá pueda ponerle mis iniciales?”.
– El mejor exponente de la novela realista española del siglo XIX fue el canario Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920). Este novelista y cronista nos ha legado uno de los mejores frescos de la historia de España, los Episodios Nacionales. Pero para llegar hasta aquí, sus inicios como escritor no fueron fáciles.
Cuando daba los primeros pasos de su carrera literaria fue con su primera novela La Fontana de Oro, escrita entre 1867 y 1868, donde presenta la situación española durante el Trienio Constitucional. El editor, cogió la novela, la miró por encima y le dijo a Galdós:
—Siento tener que desilusionarle, joven, pero nuestra editorial tiene por norma sólo editar nombres conocidos.
Galdós tomó el manuscrito, salió del despacho y volvió a entrar. Sentado de nuevo ante la mesa del editor, exclamó: —Ningún problema, señor; me llamo…Pérez.
– Hans Christian Andersen (Odense, 1875-Copenhague, 1975), autor de celebres cuentos infantiles como El soldadito de plomo, El sastrecillo valiente o el patito feo, dedicó sus años de juventud a viajar por Europa. Sus experiencias personales le sirvieron para escribir posteriormente sus célebres cuentos para niños. Al llegar a París tuvo ocasión de relacionarse con Víctor Hugo. La fama del escritor galo había traspasado fronteras y el danés le pidió un autógrafo.
Víctor Hugo, que tenia de desconfiado lo mismo que de gran escritor, pensó que aquel jovenzuelo le solicitaba una firma para utilizarlo como un reconocimiento de una deuda. Tras dudar un poco, finalmente accedió a firmar el autógrafo, pero lo hizo con letra muy pequeña y garabateándolo en el extremo superior derecho de la hoja de papel en blanco que Andersen, tan amablemente, le había facilitado.
– La ciencia le debe mucho a François Marie Voltaire (París, 1694-ídem, 1778), el filosofo y escritor francés máximo representante de la Ilustración del siglo XVIII. Voltaire ordenó a una de las muchas amantes que tuvo en vida, que escribiera al francés una traducción de la obra de Newton Principia Matemática. Cuando la tuvo en su poder realizó a pie de página una serie de comentarios. Tuvieron tanto éxito que los principios expuestos por Newton adquirieron en Francia una dimensión hasta ese momento insospechada.
– Cabrera infante explica en su libro de memorias Cine o sardina que, en 1925, la escritora Gertrude Stein, autora entre otros libros de The Geographical History of América or the Relation of Human Nature to the Human Mind o Everybody’s Autobiography, una mujer muy orgullosa de su automóvil, hallándose en Francia y necesitando ayuda para su vehículo, fue a pedirles opinión a unos mecánicos expertos en automóviles americanos pero que no conocían su idioma. Según Stein los empleados ni sabían ingles ni tampoco nada sobre autos americanos y al final fue el dueño quien le arregló el vehículo. Mientras Stein preguntaba a los mecánicos, uno de ellos le respondió en francés: “C’est une génération perdue, Madam”. Gertrude pensó que la frase era lapidaria y la tradujo al joven Hemingway: “Es una generación perdida”. Hemingway aprecio pronto la ironía de la frase y se la apropió para el titulo de su primera novela.
– Se encontraba Vila-Matas en Portugal, en un congreso de escritores. El barcelonés apenas salía del hotel y se pasaba todo el día dando paseos arriba y abajo. Después de cuatro o cinco días Santiago Roncagliolo preguntó:
— ¿Nunca sales del hotel?
Le dijo que en ese hotel había escrito una de sus columnas semanales del El País como si estuviera allí. Describía las cortinas, la vista del mar desde el hotel, los pasillos.
— ¿Y?— volvió a preguntar el peruano—
— Bueno, quería saber si todo estaba como lo inventé.
– El escritor poeta y periodista Edgar Allan Poe (Baltimore, 1809-ídem, 1849) ha pasado a la historia de la literatura por ser el inventor del relato de detectives aunque también cultivó la poesía. Tenía una forma muy peculiar de leer en público sus poemas. Con el fin de dar un tono más dramático a sus poemas, unía con cola sus manuscritos de modo que, a medida que iba los iba leyendo, el manuscrito se desenrollaba. Con esta técnica lograba que el público asistente a las lecturas públicas prestase atención a los poemas.
– Franz Kafka organizaba su vida alrededor de la literatura: “Si experimenta cambios, lo hace para adaptarse lo mejor posible al escritor, porque el tiempo es corto, las fuerzas son escasas, la oficina es un espanto, la habitación es ruidosa, y hay que salir del paso con artificios cuando no se puede hacer con una buena vida recta”.
– Chejov escribió para el teatro del Arte de Moscú, dirigido por Konstantin Stanislavski, tres obras de teatro que tuvieron gran éxito en su momento: Tío Vania (1897), Las Tres Hermanas (1901), y El Jardín de los Cerezos (1904). En cierta ocasión un crítico teatral le recriminó, que en su teatro, había demasiadas escenas de comida. Chejov, molesto por el contrario, replicó:
— Eso es en lo que pensamos todo el tiempo. Y lo que hacemos cuanto nos es posible.
– En el epilogo de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, cuenta las dificultades del libro para salir a la luz. Los problemas tenían que ver con que su autor era desconocido y, la segunda, el tema, la censura y los crímenes del progreso reflejados en la quema de libros. El tema lo ilustraba el propio Bradbury: “Mientras tanto, nuestra búsqueda de una revista que publicara partes de Fahrenheit 451 llegó a un punto muerto. Nadie quería arriesgarse con una novela que tratara de la censura, futura, presente o pasada. Fue entonces cuando ocurrió: un joven editor de Chicago, escaso de dinero pero visionario, vio mi manuscrito y lo compró por 450 dólares, que era todo lo que tenía. Lo publicaría en los números dos, tres y cuatro de la revista que estaba a punto de lanzar. El joven era Hugh Hefner. La revista era Playboy, que llegó durante el invierno de 1953 para escandalizar y mejorar el mundo. El resto es historia. A partir de ese modesto principio, un valiente editor en una nación atemorizada sobrevivió y prosperó. Cuando hace unos meses vi a Hefner en la inauguración de sus nuevas oficinas en California, me estrechó la mano y me dijo: “Gracias por estar allí”. Y solo yo supe a que se refería.
– Preguntado sobre el sentido de un poema Rimbaud le contestó a su madre:
— En sentido literal y en todos los demás. Todos los demás están a cargo del lector, no del poeta.
– Todos los amigos de Alejandro Dumas, el célebre autor de Los tresmosqueteros, señalaban que era un hombre muy generoso y que su casa estaba abierta a la hora del almuerzo para todo aquel que quisiera sentarse a su mesa.
La mayoría de las veces los comensales se sentaban a comer a las once de la mañana y entre platos y tertulia nadie se levantaba de la mesa hasta bien entrada la tarde. En uno de aquellos almuerzos en los que se hablaba de todo y de nada, un amigo de Dumas le pidió al escritor que le presentara al comensal que se hallaba sentado a su lado. El escritor miró a aquel caballero y dirigiéndose a su interlocutor, le dijo:
— ¿Cómo voy a presentaros? Si no le conozco.
– Nos lo cuenta el periodista y escritor Joan de Segarra: “Una vez fuimos a comer Ibañez Escofet y Avel.lí Artís Gener, (Tísner) a la casa que Escofet tenía en un pueblo cercano a Vic. Con nosotros venia también Gabriel García Márquez y su mujer. Por aquella época solía coincidir con él en la sede del Fondo de Cultura Económica. Aquel día estábamos todos muy ilusionados con la compañía del autor de Cien años de soledad y de su esposa, entre otras cosas porque suponíamos que él iba a contar muchas anécdotas, pero lo cierto es que no abrió la boca en toda la comida. En un momento dado pidió permiso para ir al lavabo. Su mujer aprovechó la breve ausencia para aclarar la repentina mudez del marido: “Perdonen que Gabo no esté muy simpático hoy, es que ayer le operaron de fimosis”.