Literatura

PLACERES ONÍRICOS

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¡QUÉ FAITES!

Luis Chávez A.

 

El traje negro a rayas, encajaba bien en su esbelto porte, además de esa sonrisa encantadora que logró cautivar a la dama suiza, la que no paraba de observarlo coquetamente. Entonces se dispuso avanzar por el enorme salón, hasta llegar muy cerca de ella, y al tenerla enfrente; la cogió de la mano y le dio un tierno beso de galán, y simultáneamente abrió con el dedo pulgar el broche que sujetaba la costosa pulsera que ella ostentaba entre los invitados. La misma que cayó sigilosamente hacia el bolsillo del traje del facineroso, quien luego se perdió entre la bruma de invitados…
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Ese tío sí que fue una “caca”, porque se lo tumbó delante de su hijita sin ningún remordimiento, metiéndole dos tiros directo al pecho; cosa que yo no haría si quiero “ponerlo” por 50 soles. ¡Así son los huevones de Castilla!
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De hecho, las dos historias son delictivas, pero están en distintos contextos. Una de las fechorías, quizá es más creativa y hasta deferente. Sin embargo, la otra es totalmente inhumana y sanguinaria.  Es una realidad que nuestra sociedad vive cada día, el de la delincuencia feroz, en donde lo que prima es el objetivo de matar por matar.
Pero si nos remontamos al tiempo, en la historia del crimen limeño, los delincuentes eran más “liricos” en sus fechorías, por ejemplo: ¿qué veterano limeño no recuerda? el memorable duelo entre Carita y Tirifilo, allá por 1915 en el barrio de Malambo (hoy Rímac). Dos “faites” de época, en la que por un lado “Carita” (Emilio Willmant) de buen “caramelo” como dirían algunos del barrio, por su buena fisonomía, y elegancia. Y por el otro; el temible “Tirifilo” (Cipriano Moreno), un morenazo “agarrado” que ya había tenido varios “fríos” en su haber, pero que sin embargo, terminó atravesado por un “chavetazo” en el mencionado duelo.
Tal suceso, inspiró tanto a poetas, periodistas, compositores y escritores. A tal punto que el mismo Ciro Alegría, terminó publicando en Cuba (1962) el libro de cuentos “Duelo de Caballeros” el mismo que tuvo buena acogida, además de las crónicas policiales que eran el pan de cada día. Allí cuentan que había un joven José Carlos Mariátegui, que se encargaba de cubrir las notas rojas.

Luego, algunos años después, se habló mucho de “Tatán” (Luis D`Unian Dulanto) un ladrón de fina estampa, que era una especie de Robín Hood de los pobres, allá por la calle Las Carrozas de los Barrios Altos, y aunque fue convertido en un mito, a pesar de ser abatido por un homosexual del Callao (la China Peralta); terminó siendo desmitificado por su lugarteniente, el  “Gavilán” Cortés, quien lo vengó ahí mismo en el penal. Y al cabo de los años, el mismo “Gavilán” termino siendo guardaespaldas del gordo Thorndike cuando dirigía el diario La Republica.

Luego, en los años ochenta figuraron “el Loco Vicharra”, Django, el Loco Perochena, y luego La Gringa, entre otros. Pero la crueldad de otros criminales que iban surgiendo, se hacía más creciente. Delincuentes que ya no respetaban un código del hampa, sino más bien, tenían un incontrolable afán de figurar; creyendo ser los más bravos a costa de matar por matar. De ahí que surgieron temibles bandas de asaltantes y secuestradores, como: Los Retacos, los hermanos Sánchez Bedón, Los Malditos de Santa Luzmila del cholo Coropuna, los Destructores, etc. Entonces  pareciera que el tema se iba degenerando en cuanto a la insania  de los nuevos delincuentes. Por allí aparecieron los  indeseables: “el  negro Canebo”, el cojo Mame, Momón, los Malditos de Castilla, los Noles, y el cobarde de “Bolón”; hoy considerados bazofias del crimen, puesto que carecen de toda valentía y mística delincuencial, por lo que ahora son repudiados en las paginas policiales de todos los diarios; a diferencia de los de antes, como el Ultima hora, La Crónica y La Prensa. Diarios cuyos tirajes se agotaban porque la gente quería seguir las peripecias y aventuras de sus “caneros” favoritos.

 Ojala que a algún poeta maldito se le ocurriera en un afán surrealista, la idea de narrar en verso una contienda entre los “faites” de antaño y “los cobardes” seudo-faites de hoy; resaltando la desaparición de los segundos a punta de “rima” y “verduguillo”.

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