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PLACERES ONÍRICOS

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DE CORTA DIMENSION PERO LARGA EN TIEMPO

Luis Chávez A.

Es seguro que por el resto del día, me espera una pesada jornada de trabajo, pero creo que ya estoy acostumbrado; además en mi condición de Director gerente, siempre me encargo de dar buen ejemplo en la oficina. El problema es que ya tengo una semana sin la señora Dolores (mi fiel secretaria), y la verdad que todo se me ha complicado. Pero la agencia felizmente ya está buscando un reemplazo. En eso, el timbrado de mi anexo rompe el silencio. Es la recepcionista anunciándome a una de las candidatas. –Que pase– le respondo, no sin antes dejar de acomodar mis tupidos bigotes. Y al instante golpean a la puerta. —Adelante— respondo. En eso, ella ingresa a mi oficina. Es una chica alta y delgada, y la verdad que no me he fijado muy bien en su rostro porque lleva una minifalda tan corta, que la hace muy deseable.  —Bienvenida y tome asiento— Es lo primero que se me ocurre decirle.  Me responde —Muchas gracias—  y al momento de hacerlo, hace un cruce de piernas que mataría de envidia a la mismísima protagonista de una de las más sensuales escenas; la bella Sharon Stone. Entonces, empiezo a sentir un temblor en mi cuerpo, quiero preguntarle su nombre, pero un inoportuno carraspeo me interrumpe, no sé que me sucede, pero lo único que tengo que reconocer, es que a partir de hoy — ¡Amo a las minifaldas!—

Es indudable que hoy, a pesar de estar en pleno siglo XXI, en donde todo se muestra cada vez más explicito, la famosa “minifalda”  no deja de causar  todo tipo de efectos y reacciones a todos los que la apreciamos. Eso, sin contar los años sesentas en donde ella surgió como una revolución, diríamos “sexual” o de “las mujeres” de la época. Pues la iconoclasta diseñadora británica  Mary Quant, fue quien la lanzó por primera vez en el año 1964, en medio de una polémica generalizada, sobre todo de parte de los eclesiásticos. Aunque muchos otros entendidos le atribuyeron el “invento” al modisto francés André Courrèges, que a diferencia de la Quant, creaba prendas “futuristas”. Pero lo que cobra más relevancia, es no disputar el crédito de tal “creación”, sino más bien, consolidar la autoestima y personalidad de la mujer que elige libremente llevarla puesta. Sin importar el mensaje que quieran transmitir, pues algunas lo harán para sugerir, otras para tener la libertad de experimentar, y otras simplemente, para rendir tributo a la moda. Todas ellas sin excepción, son razones perfectamente validas para su uso.

Si bien todos los machistas y los que no lo somos, prohibimos a nuestras novias salir a hacer “shopping” en minifalda; a la hora de estar en algún multicine de la ciudad, no nos privamos de observar unas lindas piernas en una bonita minifalda. El tema en realidad es la actitud con la que se luzca la prenda, y así no dar lugar a la satanización de su uso, pues como mencioné anteriormente, la chica que la use, sabrá que mensaje proyectar y al mismo tiempo tendrá toda la libertad de trasmitirlo. Aunque siempre existan los que “se rasguen las vestiduras”. Por ejemplo, hace dos años en México, su Arquidiócesis, descalificó el uso de minifaldas y el arzobispo José Martín Rábago indicó que son indecorosas para la sociedad, puesto que constituyen factor de riesgo para las violaciones sexuales. Pero los jóvenes estudiantes no se dejaron esperar y mostraron su absoluto rechazo ante la iniciativa eclesiástica.

Tampoco olvidemos que en nuestro país, en el año 98 un desconocido congresista del fujimorismo, y pastor Pentecostal, Alejandro Abanto Pongo, presentó un insólito proyecto de ley, que prohibía el uso de las minifaldas en las entidades del Estado. Y también recientemente, el “puritano” congresista Ricardo Belmont también presentó un proyecto de norma que prohibía el contenido de escenas obscenas en los programas de televisión, (habría que determinar que es obsceno) aplicando penas efectivas (cárcel) para los dueños y editores de los canales. Olvidándose, que en su propio canal 11 no hace mucho, emitían presentaciones de innumerables grupos de cumbias femeninos, mostrando sus pulposas y descubiertas anatomías a toda hora del día. Felizmente ambos proyectos no prosperaron y fueron archivados.

Por eso desde los sesentas y setentas donde figuras como la Miss Mundo Madeleine Hartog y una coqueta modelo de Inka Kola, Gladys Arista, nos deleitaron con el uso de la minifalda. Luego vinieron Teddy Guzmán, Camucha Negrete y un número incontable de mujeres faranduleras, políticas, y hasta empresarias, que dejaron en claro su comunión con la moda. Y aunque hoy veamos a una “rolliza” Monique Pardo, y a una “regia” Olenka Zimmerman, minifaldera popular y minifaldera fashion, lucirlas sugerentemente, no cabe duda que no existe edad, credo, o segmento que pueda frenar el grito de este importante lenguaje de la moda.

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