“Ya quisiera ella la suerte de la fea”, dice el dicho. Pues no hay peor feo, que el que quiere serlo.
La fealdad conlleva un juicio subjetivo de considerar a las personas o cosas, como desagradables o repulsivas al momento de observarlas. Pero eso sí, todo ello dependiendo del criterio del observador. Pues la percepción de la fealdad así como de la belleza, puede ser equivocada o acertada de acuerdo a la influencia que ejerce la cultura del observador.
Hoy muy tristemente se rinde gran tributo a la belleza, y a lo estético. Y no es que esté mal hacerlo; pero, lo malo de todo ello, es caer en aterradores excesos. Tanto, que en muchos casos llegamos a perder ciertos valores y principios como el respeto, la dignidad y la tolerancia.
En ese sentido, la mujer cumple un papel importante relacionado a la belleza, pues hoy llega a ser inconcebible que haya una mujer fea, para muchos expertos en belleza. Pues en pleno siglo XXI, existen tratamientos integrales de belleza, cirugías y programas de rejuvenecimiento, etc.
Por otro lado, la publicidad se encarga de bombardear a la sociedad, con todo lo bonito, y siempre relacionando a la mujer, como sinónimo de sensualidad y erotismo.
Si no, recordemos cuando alguna vez hemos asistido a un motorshow, siempre hemos encontrado bellas anfitrionas en sensuales licras apoyadas encima de los “fierros”, o luego de algún torneo de tabla en las playas del sur; seguían los esperados bikini-contest o Hawaian-tropic.
En la televisión, afortunadamente se ha tratado de reorientar los criterios de la imagen con respecto a las personas. Recordemos por ejemplo que en los años noventas las producciones de Iguana, por cierto, en su mayoría banales; mostraban entre sus actores “caras bonitas” de jóvenes acomodados. Contrario a ello, pudimos espectar las producciones del canal nueve, que promovía a jóvenes provincianos y “no bonitos” de las clases emergentes. Prueba viva, de la actualidad televisiva es Magaly Medina. Una mujer fea pero atractiva al mismo tiempo, tanto como cruel y fascinante.
Los feos también pueden llegar a ser bellos, en la medida que tengan rasgos positivos en su persona, pues la belleza interior supera grandemente la superficialidad de lo estético y armonioso. Cualidades como la ternura, la sensibilidad, la compasión y la inteligencia constituyen los valores que hacen a un ser humano bello y agradable en su forma de ser.
No olvidemos a personajes como Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand 1897), un feo que logró cautivar con sus bellas cartas de amor a su prima Roxana. Y al marginado Quasimodo (Victor Hugo 1831), un ser tierno y sensible cubierto de una apariencia monstruosa.
Pero un símbolo de la belleza del alma, es el caso de Joseph Merrick (Inglaterra 1862-1890), conocido como “El Hombre Elefante”. Él, a pesar de sus malformaciones, y de los maltratos que había recibido de la sociedad londinense de la época, nunca sintió rencor alguno, y siempre mostró amor y dulzura hacia los demás.
Una prueba de su sensibilidad, es un poema que escribió y que unió a otros versos del pastor protestante inglés, Isaac watts (1674-1748). Aquí un fragmento del poema “False Greatness” (Falsa Grandeza), cuyo primer cuarteto es de Merrick y los cuatro últimos versos, del poeta Watts:
Es cierto que mi forma es muy extraña,
Pero culparme por ello es culpar a Dios;
Si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo
Procuraría no fallar en complacerte.
Si yo pudiese alcanzar de polo a polo
O abarcar el océano con mis brazos,
Pediría que se me midiese por mi alma,
Porque la verdadera medida del hombre es su mente.