Opinión

Piura, Dina y el apocalipsis

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Por Fernando Casanova Garcés

El viento piurano traslada la incertidumbre, hay preocupación en las miradas, todo en sus calles parece confirmar la inminencia del fenómeno del Niño. En el vientre de la tierra, a lo lejos se incuba un alarido geológico sin antecedente registrado. Algunos privilegiados han empezado a provisionar alimentos enlatados y agua potable en improvisados almacenes, las grandes mayorías que madrugan por el sustento eligen no pensar y levantan muros de fe como refugio.

Un ardiente cielo, niños corriendo hacia colegios y hogares cuya vulnerabilidad ante lo pronosticado es tan evidente que desgarra el alma. El río, normalmente sosegado, amenaza con desbordarse cubriéndolo todo. La promesa de los expertos es que estas lluvias no tienen parangón, serán definitivas. El espíritu ancestral del piurano parece tambalear ante el repetido desafío pues el desastre siempre encuentra una Piura burlada por sus propios “líderes” de quienes ya nadie espera nada, solo se aguarda, quizás de manera ingenua, una naturaleza benevolente con sus hijos.

Entre tanto, en el teatro sombrío de la política peruana, el telón se levanta revelando un drama perpetuo, autoridades en descomposición actúan cual marionetas de los monopolios, sacrifican la integridad y el bienestar de los pueblos en una danza de codicia y ambición. Los intereses de la nación y sus ciudadanos naufragan en el aluvión de prebendas y alianzas partidarias para llegar al 2026 entre el repudio masivo y el centenar de muertes que el modelo entiende como costo del desarrollo, mientras, los hilos invisibles del narcotráfico y sus blanqueadores financieros los guían expertamente. La infinidad de pobrediablos congresales desfilando en tv reconfirman la percepción de que cualquier político vive y muere por consolidar su influencia y enriquecerse de manera voraz. En el Perú hemos encontrado la fórmula para coimear y dormir en paz.

Adela Yovera, vendedora de miel en Catacaos, contempla en soledad el oscuro presagio y piensa “tenemos hijos chicos, solo me queda trabajar hasta donde se pueda”. La sombra amenazante del dengue cual espectro pandémico y el abandono estatal garantizado sellan la embestida de enfermedad y desgracia. “Como comunidad, nos preparamos para una batalla desigual. Miles de piuranos, en el umbral de la adversidad, aguardan con valentía y dispuestos a enfrentar una nueva crisis humanitaria, no hay Estado, la realidad es que estamos solos, en emergencia permanente, y hay una Piura dispuesta a luchar más allá de la soberbia de politicastros, comechados y oportunistas” declara en redes el periodista político Ricardo Parra.

Dijo el poeta Juan Luis Velázquez, “Piura, qué soledad sin soledad si quiera”. Mi tierra, olvidada y solitaria, toma un giro sombrío en los días presentes. Abandonada a su suerte, observa a Boluarte y sus esbirros caminando obnubilados por las calles de Nueva York donde anuncian a todo viento que el Perú es la sucursal del cielo. Poseídos por la ansiedad del poder son incapaces de entender el hartazgo social, la catástrofe que su ineptitud y egomanía engendran, lo absurdo de culpar hoy a la naturaleza por sus inaplazables ciclos. Tarde o temprano se verán en el espejo de la historia como el principio y el fin de su propio apocalipsis.

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