Opinión

Pisco 7.9: Diecisiete años después

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Por Raúl Villavicencio

Hace 17 años, un 15 de agosto, mi lectura nocturna tuvo que ser interrumpida por un movimiento sísmico que jamás había experimentado. Lima remeció con tanta intensidad que tuve que dejar ‘La hora azul’, el libro de Alonso Cueto. En ese momento se me vienen a la mente infinidad de cosas típicas para una situación extrema, como si el techo se me puede venir encima o en qué lugar debo estar ubicado, o evaluar si salir corriendo o quedarme quieto, y muchas otras cosas más como elevar plegarias al cielo a pesar de ser agnóstico.

Pisco, epicentro del terremoto, es una ciudad del Perú que está a más de 300 kilómetros de distancia de la capital. El movimiento telúrico ocurrido en plena ‘hora punta’ dejó alrededor de 600 fallecidos y cuantiosos daños materiales que hasta la fecha no se han podido restaurar por más que se hayan realizado campañas a favor de los damnificados. Pisco sigue embriagado en las ‘réplicas’ del sismo.

Donaciones de alimentos y medicamentos provenientes de distintas naciones vecinas se hicieron presente en el lugar del siniestro. Aviones de carga del Ejército, organizaciones sin fines de lucro y demás voluntarios acudieron al rescate de los miles de damnificados, pero todo eso resultaba insuficiente. Una prueba de ello es que en la actualidad muchas de esas viviendas continúen con las cicatrices de la furia de la naturaleza. Los recursos básicos como el agua o la electricidad son casi inexistentes debido al olvido del Estado. Las casas que se continúan construyendo se realizan de manera informal, ignorando si esas tierras son firmes o se encuentran ubicadas debajo de una falla geológica.

Resulta increíble ver que otros países cuentan con sistemas de alerta temprana que avisan unos cinco o diez segundos antes a los habitantes la llegada de un sismo; segundos valiosos que podrían servir para prepararse o ponerse a buen recaudo. En el Perú eso por el momento no existe por más que nos encontremos en una zona altamente sísmica. Diversos científicos advierten que el terremoto venidero será catastrófico y que es cuestión de cinco, diez o quince años para que esto ocurra. Para ese momento solo tocará rezar y encomendarse a lo divino, sea usted creyente o no.

(Columna publicada en Diario UNO)

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