No debería sorprendernos estar en el último puesto.
Pero no deberíamos apuntar con el dedo a los jóvenes y niños, pegar el grito en el cielo y lamentar que el futuro del país esté perdido, porque bastaría revisar nuestros muros de Facebook para encontrar una miríada de errores ortográficos, de expresiones inexistentes, de temas superfluos, de asuntos banales. Porque bastaría hacer mea culpa y preguntarnos cuál es el último libro que estamos leyendo, cuál es el último tema social que nos ha preocupado.
Y si la respuesta a nuestras inquietudes las podemos encontrar prendiendo la televisión de lunes a viernes a las 6 de la tarde, o los sábados a las 10 de la noche, entonces no levantemos el dedo. Si al llegar a nuestra casa nuestra biblioteca personal –si es que la tenemos- sólo guarda las lecturas que compraron nuestros padres en los tiempos del colegio, entonces no señalemos, que ni siquiera se nos ocurra acusar. Y si constantemente la respuesta que le damos a nuestros hijos cada vez que nos preguntan “¿Por qué?” es “porque sí” o “pregúntale a tu abuelo”, entonces olvidémoslo. Si durante tres fines de semana nuestros hijos no han pisado una librería, menos una biblioteca, si no tenemos energía para llegar y leerles un cuento en la noche, si estamos haciendo una cola desesperada en algún colegio de clase esperando que sea el colegio y no nosotros quien forje la mente de nuestros hijos, entonces no señalemos. Si estudiamos o exigimos resultados solo pensando en la nota, si sacamos títulos académicos sólo por tener un mejor empleo, entonces no señalemos. Si después de graduados no volvimos a investigar nunca más; si no sabemos diferenciar “Hay” de “Ahí” y de “ay”, entonces no señalemos.
Si no hemos leído a Gabriel García Márquez o a Julio Cortázar entonces no señalemos. Si nunca le hemos dado una lección valiosa a alguien, si nunca hemos recomendado un libro de alta literatura, si sólo nos sentimos orgullosos de nuestra patria por la comida que hace y los feriados de fiesta, si seguimos pensando en votar por un mal menor, si dejamos que una combi nos siga vapuleando, si dejamos que nuestros jefes nos sigan vapuleando, si desconocemos nuestros derechos y a la vez pregonamos que de política es mejor no hablar en la mesa, si la solución a las inquietudes de nuestros niños es ponerlos a jugar en el Play Station, si no sabemos qué significa PISA y mucho menos quées la OCDE entonces mejor hagamos silencio.
Nosotros también fuimos niños, nosotros también, plagiamos, también dejamos de lado los libros, también pasamos muchas pruebas memorizando, sin comprender nada de lo que nos ponían delante, solo repitiendo una y otra vez el mismo nombre, la misma ciudad, la misma fecha. También nos ha dejado de interesar nuestra patria, también nos ha dejado de interesar el futuro, también nos hemos desconectado del pasado y seguimos atontados todo lo que la televisión nos pone al frente; también cruzamos el semáforo en rojo y mandamos a rodar a la gente cuando nos critica, diciéndoles que se busquen una vida, y sin embargo esperaremos sentados frente a la televisión para ver la segunda parte del amorío entre una modelo y un futbolista y hacer la misma crítica que tanto odiamos, y asentiremos con una sonrisa boba cuando nuestros pequeños nos digan que son Cobras o Leones y luego pagaremos una suma fuerte para que un buen colegio los forme, pero jamás querremos que sean profesores, ‘porque ser profesor es lo más bajo que puede haber en este país’.
No debería sorprendernos estar en el último puesto. Debería preocuparnos. Porque ya sabemos lo que ocurre en un país con franco crecimiento económico y pésima educación.