Entre las poetas contemporáneas, Pilar Vilcapaza (Azángaro, 1990), comunicadora social, gestora cultural y periodista, mantiene y renueva un viejo legado: el mundo andino. Podemos citar junta a ella a la poeta Lourdes Apari, autora de Apacheta, o a los últimos trabajos de Carolina O. Fernández o de Teresa Orbegoso, especialmente su poemario Perú. Son poetas que buscan un claro diálogo con el mundo andino, tomando sus símbolos y resemantizándolos para conseguir nuevos enfoques o refrescas los ya conocidos. En ese sentido, podemos afirmar que, en la Modernidad que habitamos, donde la ciencia impone su discurso, le queda un trabajo vital al arte literario: recuperar la voz mítica del hombre. Así, gracias a los mitos y leyendas, poemas y canciones, observamos cómo siente y piensa el hombre.
El tema de Mama hampi es la curación. Hampi en español es un término asociado a curar. La curación, afirma Omar Aramayo en el prólogo, es poesía en sí misma. Sin embargo, estamos frente a un tipo sui generis de curación: la andina, donde los rituales y la religiosidad, como el uso de diferentes plantas sagradas (hoja de coca, el eucalipto, el romero, entre otros), puede curar al otro, ahuyentando los espíritus negativos. No es vano el epígrafe de Arguedas, donde se señala: “…que hay una piedra que cura el mal del corazón”. Para este fin, evocar el poder milenario de los dioses ancestrales, sirve para corroborar el motivo nuclear de la Mama Hampi.
No es superfluo que el papel de curador recaiga sobre una mujer. Es, al contrario, un acto de necesario cambio de enfoque de género, donde la protagonista es la mujer que cura, la madre, el eterno femenino. También es un desafío, como añadimos al inicio, de la ciencia moderna, donde las prácticas de esta naturaleza son vista como supersticiones. En este sentido, todos los poemas que componen este proyecto son escenarios que informan de todo el proceso de curación. Empezando por Mama Hampi, poema del mismo título del volumen, que nos advierte que: “Cuando las mamachas se les enferma las wawas, en el altiplano de Puno, para ser más exactos, en los dominios de Azángaro” (pág.19) Vemos una clara referencia geográfica como un uso de la prosa, como preludio, al canto poético; así, este primer párrafo nos abre la puerta al canto: “En silencio, ella duerme/ como la chiri wayra, / y en los sueños del Hamp´atu/ le canta al tiempo de la luvia,/la casa de los Tintis/donde mueren viendo/ el nacimiento de la luna llena.” Esta mezcla de prosa y poesía responde a un trabajo pensando desde la modernidad, donde los autores usan, como Azul de Rubén Darío, diferentes registros para lograr una unidad temática.
Es decir, este trabajo poético también es una prueba de toda la idiosincrasia fusionada, entre lo andino y occidental, donde los mitos más arraigados a la tierra son, evidentemente, fundamentales. Por todo lo dicho, consideramos que la poesía de Pilar Vilcapaza hunde sus tonos en nuestra tradición más interna y canaliza los rituales y sentires del ande.
Así, logra forjar una corriente poética que rescata lo propiamente andino con un uso de diferentes registros (prosa y poemas) y determina una continuidad original a lo ya establecido por autores como Mario Florián, Gamaliel Churata o José María Arguedas.