Opinión

PERÚMIN y FIL de Arequipa: una convención minera exitosa y una Feria del Libro desastrosa

Lee la columna de Edwin Cavello.

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El sol arequipeño nos recibió el lunes 26 por la tarde. Antes de llegar a la ciudad blanca ya había mapeado algunas actividades que se estarían realizando en el marco de PERÚMIN y la Feria Internacional de Libro (FIL) de Arequipa, dos eventos distintos que abrieron sus puertas la misma semana pero que atraen a públicos diferentes y que son, además, eventos que concitan el interés tanto de peruanos como de extranjeros.

Por un lado, PERÚMIN es la convención minera más importante del continente, y es organizada por el Instituto de Ingenieros de Minas; la presidenta de la organización de la convención minera es Claudia Cooper. En esta 35 edición de PERÚMIN el evento es trilingüe: español, inglés y quechua. Además, sus cifras son admirables: 1400 stands, más de 60 mil participantes, más de 400 proveedores y todo esto se realiza en un espacio de 17 hectáreas de terreno.

La tecnología, innovación y las reflexiones en torno a la energía es lo que más resalta en PERÚMIN, donde, además, la crítica al actual gobierno no se hizo esperar y estuvo presente en distintos conversatorios. El cobre, la plata, el oro, el gas y la electricidad han despertado un masivo movimiento en la ciudad arequipeña, el cual inyectará a la economía local un aproximado de 80 millones de soles.

La historia en la FIL de Arequipa es la cara de otra moneda. Una cara más bien triste. Un evento cultural que no cuenta con difusión ni visitantes. Un espacio donde solo falta una bola de paja recorriendo sus ambientes mientras el viento silba entre los cactus. Esto se debe a una mala organización y una pésima gestión por parte de los responsables. Este año la FIL de Arequipa fue organizada por una institución privada que se hace llamar «Asociación Feria Internacional del Libro de Arequipa», y está dirigida por Gonzalo Ávila. De internacional, la Feria del Libro solo tiene el nombre, pues solo cuenta con un puñado de stands y dos pequeños auditorios donde abundan las sillas vacías. 

Visitar el Parque Libertad de Expresión, donde se realiza la FIL de Arequipa y donde el ingreso es libre, ha resultado una lamentable experiencia. Eventos tan importantes como este, donde se convoca lectores y curiosos, es esencial en el desarrollo de una sociedad menos ignorante. Hoy en Arequipa, los libros y los nombres de Mario Vargas Llosa y Oswaldo Reynoso parecen ya no importarle a nadie, y son apenas la referencia inmediata —una suerte de respuesta rápida de cultura general— pero sin el conocimiento de su valioso aporte al mundo de las letras nacionales. Una pena.

(Columna publicada en el diario La Razón)

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