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Arriba Perú: Pisco hecho a leña gana oro en España

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Escribe César Costa Aish

Viernes 23 de febrero en horas de la mañana  pienso que el día no es fácil, no ha sido una semana fácil, que es un día triste y estoy trasnochado y he publicado en mi muro de Facebook la crónica que escribí cuando conocí a Ramón Leyhuacc “que pena –sigo pensando– por la noche mis compañeros de colegio y yo iremos a despedir a Ursulita quien falleció en Francia, sus cenizas las velaremos y las ha traído su marido, acompañado de su pequeña hija y recién conoceré a los padres de mi amiga”, mientras se me rompe el alma pensando que es la primera persona que se va de nuestra promoción y todos andamos atareados con alguna obligación personal o laboral pero no puedo faltarle a ella que quiso hablar conmigo y no pude tomarme ese café  para decirme que tenía que operarme, antes de regresar a París.

Los días en la semana no han sido fáciles. He tenido que descartar un artículo por los 30 años del Pisco como patrimonio cultural de la Nación  de un libro, escrito especialmente para ello, porque no hay presupuesto para la fotografía y comprar el papel couché donde mi amigo Willy Alvarez –el histórico jefe de bares del Sky Room del Crillón, que empezó siendo un niño venido de Tauca en Ancash vendiendo coctel de fresas en el suizo de La Herradura– nos brinda tres clásicos (pisco sour, capitán y chilcano)  como los hacía entre 1960 y 1999, y también la foto de mi amigo Raúl Modenesi Kesel, presentando las causas escabechadas, lomo saltado y un suspiro limeño con merengue en aromas de chirimoya que había creado como postre y callarle la boca a los chilenos –con mención incluida de la página donde reconocen que la chirimoya es peruana– en una obra que dicen que costó un millón de dólares y que llevaba por título “El Pisco nació en Chile” tremenda ofensa para los peruanos que sabemos que no es cierto, porque el Pisco, así como la causa, el lomo saltado y el suspiro limeño lleva tradición, historia y cultura que nació, creció y se hizo en el Perú.

Pero como el artículo fue el último en hacerse con ocasión de los 30 años del Pisco como Patrimonio Cultural de la Nación, ya no va en el libro de artículos que con paciencia ha compilado con mucho y notable esfuerzo en tres años Cesibell Sánchez, artículos que llevan parte de nuestra respuesta documentada y en honor a 30 años de nuestro destilado declarado Patrimonio cultural de la Nación el 7 de abril de 1988. Y no va porque el Estado no tiene presupuesto y nosotros lo estamos sacando adelante con almuerzos, donaciones y aportes voluntarios y no tenemos el respaldo de alguna universidad, Banco o el mismo Estado que lo financie, sino que lo saca Cesibell en base a coraje de mujer peruana y en silencio durante tres años, y el editor acaba siendo el destino.

30 años de esa declaración –voy pensando– y nadie ha hecho mención a ello en lo que va del año donde muchos se han preocupado de presentar interesantes publicaciones personales pero nada en conjunto, y he tenido que descartar mi artículo, en fin para otra vez será, mientras voy pensando en Ursulita, mi amiga, y el gran hombre que escogió como marido y en su hijita, entre tanto la semana ha sido triste, muy triste con la muerte de Daniel Peredo, cuya voz nos fue llevando a punta de narraciones y goles luego de 36 años nuevamente a un mundial de Fútbol.

36 años desde que término el mundial de España 82 y Ramón Quiroga se trajo 6 goles más en la maleta. El buen ramón que siempre acompañaba a Peredo en sus narraciones. 36 años donde los que conocimos  y vimos partir a “Pocho” a quien admiraba Peredo y al engreído de Pocho, el buen Micky, fuimos encontrando en Peredo a un buen sucesor del sentir apasionado de la tribuna.

36 años donde el tiempo nos fue entregando la voz del hincha que no perdía la fe  y se metió a la cabina para decirnos que “algún día tendríamos que volver a un mundial” y que con la fe  sí se podía, que con fe todo es posible y que el señor de los Milagros es Peruano, y él no estará con su voz desde Rusia cuando era el que más lo merecía, sin siquiera haber marcado un gol y lo merecía porque fue el que los narró toditos. Los que hicimos y los que nos hicieron, y los que más gritó tras la corrida con el empuje, los huevos y el pundonor de Vargas –el futbolista- contra Argentina, fueron los que hacíamos contra los amigos del Sur como el que le hizo Jefferson Agustín Farfán Guadalupe, por su mamacita, el día que debutaba con Chile el “hombrecito” Sampaoli en el Nacional de Lima y Jefferson se fue llorando contra Uruguay en esa eliminatoria para Brasil 2014. Y

me llevo la imagen de otro hombre llorando, la del amigo que lo llora, la del hincha que lo extraña, y la del colega que le dice “Daniel para desearte suerte porque tu voz quedará inmortalizada en los anales de la historia con los goles que llevaran a Perú al mundial nuevamente” y Peredo confeso hincha de la selección donde se juntan los de la U, Cristal , Alianza, el Muni de mi viejo, el Boys de los Olímpicos del 36 y los notables emergentes de provincia, defendiendo una sola camiseta la del Perú le responde al amigo diciendo “Gracias….gracias amigo” y el amigo lo lloró en el estadio cuando se despedía de sus tribunas, de su césped, de su cabina, de su gente y ahí estaba Pedro Eloy sufriendo el martes y el miércoles  como por la noche del viernes mi amiga Marisol lloraría por su amiga, por su hermana Úrsula, nuestra amiga y nosotros llevábamos en silencio el dolor de verla en un cofre que llevan sus cenizas y la imagen de su padre recogiendo la foto de ella entregándonos su sonrisa con el fondo del mar  en el altar donde se realizaría la misa por la noche, donde teníamos que ir con colores vivos porque ella no había muerto sino entrado a la eternidad donde todos alguna vez volveremos a estar reunidos y sólo Dios sabrá en que momento. Como sólo Dios sabía que 36 años después de España 82 volveríamos a estar en un Mundial, en el de Rusia.

Y por la tarde –aun triste- de ese viernes 23 de febrero otros amigos míos, los del Pisco, recibían unos correos electrónicos informándoles que habían ganado Oro en España en el CINVE de Madrid y cuando se enteraban también derramaban lágrimas de emoción que contienen felicidad y nostalgia. La felicidad  de haber ganado Oro en un concurso internacional, de reconocimiento mundial, con otros Piscos –y cuando hablo de Piscos me refiero solo a lo que el Perú produce- pero el suyo era hecho a leña mientras los otros, buenos también,  los hacen con gas incorporando tecnología y está muy bien porque la tecnología esta para eso, para ser aplicada.

Pero ellos lo hacían a la antigua, a la forma de hacerlo que vieron lo hacían sus Tatarabuelas, bisabuelas, abuelas, su madre,  su tías y su tío y de quienes aprendió el viejito Leyhuacc, Ramoncito, como le llaman, el ahijado de Rosa Victoria, su madrina quien lo crió desde los 8 o 9 años cuando los padres de Ramón  lo dejaron   desde Ayacucho en la vieja chacra iqueña, que ya era bodega humilde y cuyo alambique es del siglo XIX en tierras que es de una tradición familiar -poco antes poco después- desde 1821. Ahí en esa tierra de Tate donde creció Ramón, para que Rosa Victoria lo crie como si fuese un hijo, y como tal le enseñó los secretos de la destilación de la familia, y entre ellos era el manejo del calor de la leña, y por ello Leyhuacc es un maestro y una leyenda, porque muy pocos manejan la leña para el alambique sin que se les queme como el viejo Ramón porque lo aprendió de su madrina, y su madrina, y todos de Etelvina, la mamá de Rosa Victoria y Julia Francisca quien a su vez lo fue Julia y del Tío Ismael, el viejo y recordado catador, cuando los catadores aprendían en el campo y en las noches estrelladas a veces con luna y a veces sin luna los secretos de la destilación,  mientras conversaban con un purito en las manos y brindando con una mulita como lo hacen los que saben y cuando se acordaba de ello, el nieto, el hijo y el sobrino su emoción de alegría recordaba con nostalgia los días de niñez con la abuela, la madre y el tío, cuando el viejo Leyhuacc,  era el joven Ramón y retornaba en silencio alguna noche para que no lo pille la tía –su madrina- porque Ramón había tomado su cachina en algún lugar del valle, la cachina como los antiguos llaman al mosto, y Ramón sigue llamándolo cachina porque así aprendió que se decía y a los 83 años él no le va a decir mosto porque así dice la ley o los enólogos formados en academia porque para el viejo Leyhuacc su universidad fue la vida, su maestra su madrina y su escuela el campo que lo vio crecer bajo parrales que hoy destilan sus uvas a la antigua, con sus leños y logran sus medallas haciendo el Pisco como se hacía a la antigua cuando se le conocía como Puro de Ica, Purito o Aguardiente de Uva, y alguien inmortalizaría la frase de “mientras las uvas lloren beberé de sus lágrimas” un hombre, un padre, un  hijo, un nieto, un sobrino se emocionaba con su familia al saber que había ganado Oro en el CINVE de España, y si hace 36 años los peruanos retornábamos con 6 pepas encima en la maleta de otro Ramón y dos goles a favor, el ultimo ante Polonia de Guillermo La Rosa y el primero ante Italia del buen Rubén Toribio Díaz, el “Panadero”, y panadero por leñador porque a todos repartía.

Los Moquillaza Robatty (con otros peruanos más), 36 años después regresaban de Madrid con el Oro para un Pisco hecho a Leña de huarango y espino. Alegres como peruanos que también estaban felices porque sus compatriotas del 1615 de San Nicolás, Toro Santo de Destilería La Caravedo, y Barsol de Bodega San isidro también habían ganado, Grandes Oros, Oro y medallas de Plata con mucho mérito y resultado de su trabajo aplicando su forma de destilar, pero los Moquillaza Robatty regresaban más que felices porque su Oro había sido obtenido con el Pisco que ellos logran por hacerlo a la forma que les enseñó la abuela Etelvina, a leña, porque es la forma en que se hacía desde antaño de manos de Etelvina, madre de Rosa Victoria y su hija menor Julia Francisca la mamá de Julia y del catador Ismael Orellana Mendoza, el tío Ismael y que era el fiel reflejo de lo que es la cultura peruana del Pisco. Porque el Pisco no nació en Chile, tampoco en alambique  y menos destilado a gas, sino que fue incorporando la tecnología conforme pasaron los años, porque su cultura, sus raíces son peruanas y por eso con mucha dignidad los peruanos encabezados por Martín Santa María le dijimos no al Concurso Mundial de Bruselas que se organizaba en Chile, porque la autoridad de ese país no quería respetar nuestra tradición y el organizador del concurso no se hizo respetar. El mismo Santa María que el año 2017 había triunfado también en el CINVE de España con Gran Oro, con una sola muestra porque solo produce Italia, y además cuesta mucho presentar alguna muestra para ser evaluada y su pequeña empresa responde  a otra realidad como la de muchos.

Por eso no interesa si lo de Bruselas se haga este 2018 en Pekin, China o la Cochinchina, porque ningún peruano que se preste de ser productor de un producto que lleve la herencia y la tradición cultural debería participar en el Concurso de Bruselas hasta que ellos pidan sus disculpas a los peruanos, porque las medallas se logran en base al mérito, no sólo de la destilación sino de una tradición y la misma merece respeto y la denominación de origen no es porque se declara ni es porque se construye documentariamente, porque el papel aguanta todo, sino porque existe en una tradición, en la memoria de un pueblo, en una herencia cultural de siglos y que hace 30 años fue declarada Patrimonio cultural de la Nación.

Así el 23 de febrero, por la noche del viernes, otra noticia, esta vez de la asociación Nacional de Productores de Pisco, tras la alegría por mis amigos pisqueros, me volvió a entristecer pero eso será motivo de otro artículo y así me fui pensando en el café que no tomé con Úrsula y si pude hacerlo la noche anterior con Willy Álvarez el jueves 22 y mi amigo Agustín en Miraflores, antes de encontrarme con un joven investigador de la Universidad de Duke y posteriormente intercambiar opiniones alturadamente frente a un productor pisquero muy grande con quien puedo discrepar pero no por ello vamos a perdernos el respeto y lo hicimos brevemente en el Capitán Meléndez. En tanto esa noche del viernes iría a ver a mi amiga en el cofre donde sus cenizas reposaban mientras sus padres, su marido, su hijita y ella misma con la sonrisa en los labios de una foto con el mar como acompañante y Dios como testigo  nos recibían en la misa a los chicos que empezaron a crecer y quererse como hermanos en la calle donde quedaba alguna vez un Colegio   38 años atrás. Descansa en paz Ursulita y en la noche brindé por tu recuerdo con un “quitapesares”, nombre con el que también se le conocía al Pisco desde hace siglos y nos lo decía Don Ricardo Palma, porque a veces un pisquito nos ayuda a ahogar las penas y por eso se le decía quitapesares y solía tomarse en velorios. A ver si eso existe Chile. No lo creo ¿verdad? Porque eso es parte de la cultura pisquera, cultura peruana de nuestra Eau et Vive, el agua de la Vida eterna. Así que ya sabe que el Pisco no solo es para conmemorar momentos de alegría sino también de reflexión. Semana difícil, pero a pesar de todo arriba Perú… ¡siempre arriba!

 

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