La vida virtual no tiene matices: es blanca o negra. De derecha o de izquierda. Mala o buena. Y el recurso más facilista para empezar el debate está en exponer las miserias y complejos de un país como el nuestro, tan lleno de matices y de tonos, desde el color puerta hasta el blanco nieve.
A principios de diciembre el tema fue el catálogo de Saga Falabella y sus caucásicas modelos infantiles con sus caucásicas muñecas Barbie. Hace un par de semanas fue el usuario de una aerolínea que reclamó por la falta de belleza en las aeromozas (que mereció una respuesta a la altura del reclamo: los prejuicios los dejaban en tierra, donde seguramente debería quedarse esa persona). Con todo, el tema central es que vivimos rodeados de la publicidad de un mundo paralelo, uno donde la belleza, la realización, la vida feliz, la casa con jardín y columpio y verja blanca y perrito fino, no es para todos.Si uno observa los avisos publicitarios de venta de departamentos, de chicles, de gaseosas, de todo lo que te imaginas, verás que algo raro sucede. ¿Dónde queda ese mundo?
Recuerden el comercial de Entel del año pasado: en lugar de delfines dando saltos en el mar rumbo a la orilla, habían puesto centenares de impecables cocineros blancos que se reunían finalmente en la orilla para fundirse en un abrazo inclusivo con otras personas semejantes y correr luego a comprarse el último celular de moda. Cosas de la publicidad que uno no termina de comprender.
No se trata, en todo caso, de pedir “cuotas de inclusión”, de organizar marchas o, a lo Roberto López, empezar a utilizar polvo de arroz en la cara y querer parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia. Se trata de enfrentar el problema con ingenio, y el humor es una de las armas más certeras para ello.
Hace poco, “El Cenicero” utilizó un video de promoción turística de la Marca Perú para cuestionar precisamente esto: que el turismo que ofrecen está dirigido (por los publicistas de PromPerú) exclusivamente a personas blancas. En un país donde la palabra “inclusión” ha sido tan prostituida, donde el desprecio por el otro se basa en una escala de color Pantone, donde el canon de belleza se impone desde fuera y se refleja con toda fuerza en los programas concurso que son masivos, donde el cholo cholea de choledad a los demás cholos, uno comienza a pensar que, tal vez, nuestros ojos no son marrones oscuros sino caramelo… mirando así, de costadito, al sol (todos quieren ser felices, como en el comercial).
El video fue denunciado por PromPerú y Youtube le dio de baja. Luego lo subieron a Vimeo, donde ha quedado anclado. No es un texto brillante, tal vez no es gracioso, pero muestra aquello que comentamos al inicio: un mundo paralelo donde no cabemos todos, donde la emoción y la felicidad es ajena a la gran mayoría, aquella que organiza marchas contra el Apartheid en Ancón (como me dijo acongojado un escritor anoche por teléfono y no pude evitar la risa), un lugar donde es común reservarse el derecho de admisión, donde la sonrisa y el abrazo es preciso en campaña electoral o en fechas navideñas, donde la alegría y la felicidad están aseguradas (al parecer) a ciertas personas.