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Perú, historia de epidemias y pandemias

Antes de la llegada de la covid-19, el país fue asolado por varias epidemias. En el siglo XIX y XX, por ejemplo, miles de personas se contagiaron y murieron por causa de la peste, la viruela, el cólera y la fiebre amarilla.

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Por causa de la gripe española, más de 50 000 personas murieron en el país.

La primera pandemia que llegó al Perú fue la gripe española. En 1919 la vida de los limeños cambió radicalmente por la presencia de este virus de la influenza. Y semanas después también aconteció lo mismo con los pobladores de Trujillo, Ica e Iquitos. La gente ante el número de infectados que reportaba las autoridades comenzó a usar mascarillas, a tener una disciplina higiénica más meticulosa, a colocar sus zapatos y ropa afuera del cuarto de dormir, entre otros cuidados.

Durante el tiempo que estuvo la gripe española en el país, que fue hasta 1920, más de 50 000 personas murieron, según reportes de la época.

Las causas que originaron las epidemias del siglo XIX y XX son múltiples. El doctor Jorge Lossio Chávez en su libro Acequias y gallinazos. Salud ambienta en la Lima del siglo XIX, da cuenta que la proliferación de muladares que se formaron dentro de la ciudad, y los repositorios de basuras municipales establecidos en las inmediaciones de Lima, se constituyeron en principales focos de contaminación urbana en la capital.

La respuesta municipal para enfrentar estos peligros de salud pública, no fue del todo inmediata.

En la Lima del siglo XIX, el recojo de basura era efectuado por la Baja Policía. La Baja Policía era un servicio municipal puesto en contrata pública.

Cuando algún distrito no lograba subastar, era la misma municipalidad la que asumía el recojo de la basura.

Los interesados se comprometían, una vez acopiadas las basuras, a trasladarlas hacia los repositorios municipales, ubicados en las afueras de la ciudad, como el Tajamar, el Martinete y las Maravillas.

En los repositorios municipales, los trabajadores ediles quemaban la basura, y en algunos casos lo enterraban, o lo arrojaban al río. Una costumbre perniciosa que aún persiste.

Con el paso de los años, el problema de la basura se agudizó en Lima. Esto llevó a los médicos a resaltar la necesidad de atender no solo el aseo público sino también indagar las condiciones higiénicas al interior de las viviendas.

El doctor Jorge Lossio revela en su libro que, según los reportes del Archivo de la Municipalidad de Lima, los médicos ingresaban a las viviendas para conocer las condiciones sanitarias de la gente.

Producto de ese trabajo, dice, los galenos concluyeron que el hacinamiento, la precariedad, la acumulación de basuras y la poca ventilación e iluminación de los cuartos, constituían focos para la aparición de enfermedades contagiosas. Y que para evitar la reaparición de epidemias se requería tomar medidas urgentes. Infortunadamente, los virreyes de ese entonces muy poco se preocuparon por mejorar las condiciones sanitarias de la ciudad

No fue hasta la llegada de los Borbones al trono de España, que se empezó a invertir en salud pública en la capital del virreinato.

En el siglo XIX la costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias constituyó un foco de infección, que las autoridades virreinales resolvieron con la construcción y edificación del Cementerio General de Lima.

En 1806 el virrey José de Abascal, aprovechando que había llegado desde España la Real Filantrópica Expedición de la Vacuna al puerto del Callao, ordenó que toda la población del territorio se vacunara.

El doctor Eduardo Zárate Cárdenas afirma en su libro La Higiene en Lima, que en los años siguientes se instaló en la capital la Real Junta Conservadora de la Vacuna, institución integrada por el virrey, el arzobispo, el alcalde, dos médicos, el fiscal, el oidor y dos vecinos notables.

Los esfuerzos por prevenir la aparición de epidemias en Lima, lamentablemente fueron abandonados con la llegada de la República. Esto provocó la reaparición de la viruela en 1824 y de la fiebre amarilla en 1855.

Zárate Cárdenas cuenta que el miedo a la muerte por la presencia de la fiebre amarilla en la capital, llevó al gobierno de Ramón Castilla a pedir apoyo al Colegio de Medicina.

«Gracias a la intervención de los galenos, se prohibió echar basura en las acequias, igualmente poner en las calles fogones, caballerías sueltas, u otras animales. Quien incumpliera con esas medidas sería sancionado con fuertes multas», sostiene.

El presidente Castilla también impulsó el cambió de las cañerías de barro a fierro en la conducción del agua potable hacia el interior de las casas y piletas públicas; así como la instalación del alumbrado a gas en la plaza mayor y en los meses siguientes en las principales calles, comercios y lugares de recreo de Lima y el Callao.

Con la Guerra del Pacífico (1979-1883), las mejoras en salubridad de las principales ciudades fueron dejadas de lado hasta 1908, año en que asumió el poder Augusto B. Leguía.

Con Leguía, sobre todo en su segundo periodo de gobierno (1919-1930), se inició la modernización de Lima, Trujillo, Arequipa y Chiclayo. Por esos años, la gripe española y la peste bubónica hacían presa de los limeños, y en el norte del país, hacía lo propio la fiebre amarilla.

La propagación de estas enfermedades se vio favorecida por el espantoso estado de salubridad de esas ciudades y las malas condiciones higiénicas de la población.

La revista Variedades del 30 de noviembre de 1918 dio a conocer que como consecuencia de esta situación la Dirección de Salubridad dispuso una campaña para el saneamiento extraordinario de Lima, a la vez de disponer la vacunación obligatoria de todos los vecinos

Pese a los esfuerzos de las autoridades por dotar de agua potable y un sistema de alcantarillado a la ciudad, de mejorar los servicios de recojo de la basura en Lima, y de educar a la población para que refuerce sus medidas de higiene, en los años siguientes las epidemias continuaron reapareciendo en el país. 

El Comercio el 29 de mayo de 1920 advierte sobre el peligro de la gripe.

En El regreso de las epidemias, Carlos Cueto afirma que esto acontecía porque la gente no acataba las disposiciones estatales, como cumplir la cuarentena.

También porque la población no aceptaba la explicación bacteriana en el origen de la peste y más bien optaba por explicaciones y soluciones basadas en lo sobrenatural o mágico.

Otra razón de la desobediencia, explica el historiador, es que las autoridades imponían sus medidas de manera autoritaria. Por ejemplo, en la epidemia de la fiebre amarilla, el médico estadounidense contratado por el Gobierno para dirigir la contención de esta enfermedad dispuso quemar el puerto de Paita, medida que fue rechazada por la población.

Otro aspecto de difícil implementación fue la prohibición de misas o procesiones en tiempos de pandemia.

Con la caída de Augusto B. Leguía, las obras de saneamiento en las ciudades se abandonaron. Solo se retomaron cuando Manuel Odría llegó a la presidencia.

Los siguientes presidentes que tuvo el país muy poco invirtieron por prevenir la aparición de epidemias, por esa razón, cuando llegó el cólera al Perú en 1991, esta rápidamente se diseminó en Lima y Callao, como también en Chimbote, Piura y otras ciudades de la costa, sierra y selva.

Tarde o temprano la covid-19 pasará a la historia, pero siempre estaremos amenazados por la aparición de otras epidemias. ¿Qué hacer para estar mejor preparados desde el punto de vista sanitario?

El doctor Jorge Lossio recomienda tener una política de saneamiento, que no solo incluya obras sino también campañas para cambiar los hábitos de higiene de la gente.

«Precisamos trabajar juntos Ejecutivo, gobiernos regionales y locales, solo así tendremos una mejor respuesta cuando llegué la próxima epidemia», asevera el historiador de la PUCP.

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