1. Cuando asistí a mi primera clase de Redacción I en la Escuela de Periodismo en el barrio de Santa Beatriz, un desusado profesor, aquel que sentenciaba: “el periodismo es un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad”, afirmaba también -con sus tizas de colores y su mota- que para llegar a ser profesionales medianamente competentes había que saberse de memoria las ranciedades de los textos de Vivaldi -el ya fosilizado catedrático español, no el músico de “Las 4 estaciones”- y de José Luis Martínez Albertos, aquel del la antigualla teórica en la Complutense de Madrid.
En aquel tiempo yo era lector afiebrado de González Prada, de sus “Horas de lucha”, de “Pájinas Libres” [Sic] [1] y de su poesía y baladas en las que aniquilaba a la mediocridad vigorosa de esas horas [2]. Pero fue con su memorable “Discurso del Politeama”, en tiempos de las ruinas de la guerra con Chile, donde admiré el filo del maestro: “los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”
De aquel tiempo viene el dilema como sistema de este tema. En el Perú y en América Latina, la puja se ubica en el mismo ombligo de lo que se entiende por ‘pasadista’ versus aquello que comprende por moderno y de vanguardias. No me refiero a lo posmoderno o al concepto “hipermoderno” a la manera de Gilles Lipovetsky. No, ya advertía en esos días dos tipos de periodismo excluyentes: el buen y el mal periodismo. Pongo punto. Luego, mis lecturas de Reed, Capote, Wolfe, Talese, Thompson, Mailer, amén de mi Hemingway de cabecera y mis Dos Passos de borrachera, inyectaron la luz que existía una arquitectura del texto integral, de una poética y de una erótica, que se escapaba del canon del viejo estilo español.
2. Advierto ahora que la cancamusa, aquella de la escuela en que nos embutieron como horma la factura de los maestros hispanos, es anémica más que anómica: Ejemplo: “Las frases cortas separadas por puntos, lo que algunos dicen el periodo “azoriano”, es útil y hasta recomendable en el periodismo informativo. Pero quien aspire a la belleza literaria (e incluso periodística), no puede conformarse con este estilo entrecortado: debe procurar -cuando el tema o asunto lo requiera- el periodo amplio cervantino. Y para conseguirlo -para su estudio y aprendizaje- nada mejor que la lectura asidua del “Quijote”. [El subrayado es mío]. ¿Quién lo escribe? Nada menos que Gonzalo Martín Vivaldi, en su texto de culto, “Curso de Redacción. Teoría y práctica de la composición y del estilo”. [3] ¿Lectura asidua del “Quijote”? Más que demencia senil, una estulticia en pleno S.XXI, la del nonagenario. Mi experiencia como profesor universitario del curso de Expresión Escrita me demuestra que la obra de Cervantes, leída tal como quiere GMV, llega a provocar el ‘vómito verde’ en mis alumnos.
Don José Luis Martínez Albertos, en su libro ancestral “Curso General de Redacción Periodística” es propietario de otra candonga. Advierte el versado perverso que, en el caso de los géneros periodísticos, estos son exactamente 18 ¿Cómo que 18? Entre los géneros explicativos hasta los de “vista original” pasando por aquellos que denomina de “reportaje objetivo”. Harta monserga y mucha filatería. Cito la cita: “Los géneros periodísticos, tal como aparecen hoy a nuestros ojos [sic] son el resultado de una lenta elaboración histórica que se encuentra íntimamente ligada a la evolución del mismo concepto de lo que se entiende por periodismo” [4]. ¿Entendieron? Puro chamullo y potente parrafeo del feo. Acaso no está hablándonos de la burocracia lingüística de los hermeneutas antigüistas. Cierto. Hoy, que habitamos en los fastos de la nanotecnología, de la brevedad, del imperio de la imagen, del vídeo clip y del los “tips y los test” [que así proclaman las chicas “Cosmo”], el diarreico estilo de JLMA resulta rimbombante contra los dos únicos géneros periodísticos anglosajones del periodismo escrito: el news y el stories.
He leído con atención a los dos viejos doctos. Reconozco su adiposa inferencia. Al respecto, me ha costado reducirlos. Hoy existen solo cuatro géneros: el informativo, el opinativo, el investigativo y el interpretativo [que éste es lo mío]. Digo que un periodista textualiza, es decir, obra en los constructos de la escritura con las herramientas propias que sustrae, y con toda la concha, de los adminículos de la literatura. Vallejo fue un notable periodista. Igual, Mariátegui fue el mejor cronista hípico. –Léase: En busca de “Juan Croniquer” de Hugo Neira–. ¡Piñas, carcamales!, ellos jamás leyeron a Vivaldi, ni al tal Martínez. Acaso debo citar a Neruda, a Borges o Paz. Todos periodistas anti-vejetes para quienes lo escribal era sinónimo de noticia. Noticia, sinónimo de primicia. Primicia sinónimo de buen periodismo. Entonces, ser imaginativo, creativo y original, es naturalmente articular una estética inédita al texto y contexto.
3. Asistimos a las taras del llamado “Ciberismo”. Es decir, la extracción y manipulación de información de manera desordenada. Ello ocasiona la irresponsabilidad de verificación de la verdad en el uso de información. De la misma manera que genera estrés informativo y “lentitud” en la toma de decisiones. Si existe un imperialismo lingüístico, existe también un imperialismo cultural americano. Así, hoy vivimos en lo que se denomina el “Hollyweb”, que es una de las tantas formas de dominación cultural. Hollywood y la web operan como conglomerado de industrias culturales que imponen patrones de conductas. Hay un peligro hoy de confiscación en los bienes culturales de países y usuarios. Por ello es necesario generar una estética propia y defender aquello que es nuestro.
En los últimos encuentro de Felafacs de La Habana y de Lima [5], el tema central fue: La Comunicación en la sociedad del conocimiento: desafíos para la universidad y La comunicación y la industria digital. Tendencias, escenarios y oportunidades. Existe pues una preocupación por el uso de nuevas tecnologías y recursos audiovisuales en un escenario como la universidad en el tema de la investigación en comunicación y pensamiento contemporáneo. De eso se trata, de actualizar y capacitar a los “renombrados” comunicólogos en las vanguardias de la llamada Sociedad Red, en lo que se ha denominado Cultura_RAM y en las NTIC. Sería inconsecuente por no decir como el valse: “absurdo fuera” y por no decir otra cosa, encontrar en el temario un ítems, digamos, que trate de: “vigencia y proyectivas textuales en las enseñanzas de Martín Vivaldi”. Cierto, aquello sería arqueología del periodismo escrito y yo diría entonces: “A La Habana no voy más y en Lima me quedo”.
Hay deficiencias en la enseñanza del periodismo escrito en todas las universidades del Perú. Yo he sangrado en varias de ellas. Más que enseñar la tradición del periodismo del siglo pasado se olvida de instruir en aquel que imperará en tiempos de los ‘prosummer’, de la ya utilizada Web 2.0, de las redes P2P, del Second Life, del avatar. Este proceso, hoy demuestra que un periodista no sabe más que un microbusero. Conoce, en todo caso, algunos trucos que cualquiera puede aprender. Repetir: quién, cuándo y dónde, edificar una pirámide invertida, preguntar obviedades, atragantar con un micrófono a un funcionario o a una de sus víctimas. Hay algunos estudiosos que sostienen que hasta un orangután podría aprender a hacerlo. Que no alcanza con repetir palabras que parecen determinantes y que uno lee en el diario renombrado del Perú o en el noticiero América Noticias o en RPP. Ahí lucen frases como “siniestrado”, “apalancamiento”, “dólar a la baja” o “la sumatoria”, solo por nombrar cuatro tópicos o gazapos del barbarismo periodístico.
Pero vale la pregunta: ¿quién dicta estos yerros y por qué? Así, descubriremos que son periodistas de vieja data que jamás se actualizaron o capacitaron. Que no solo se trata de comprar (leer) libros para engordar la decoración del ‘depa’, sino de entenderlos. Y para hacer todo esto, es necesario algo que hoy poseen solo aquellos que se atreven a desafiar el orden establecido de la tradición traicionada. Hace falta lucidez y harta dosis de desahuevina. Es crudo pero es. Y eso es todo lo que tengo que escribir por el momento.
Notas: [1] Algunas ediciones, como la segunda, llevan la ortografía de la Real Academia. En la primera edición: Paul Dupont, de 1894, se lee: “Pájina”.
[2] Font, Eduardo. “Ritmo sonado.” En Antología comentada del modernismo. Francisco E. Porrata & Jorge Santana. Sacramento: Dept. of Sp. & Port., California State University, 1974. [3] Página 180. Martín Vivaldi. XXXIII edición actualizada por Arsenio Sánchez Pérez. Editorial Thomson. Paraninfo. Madrid. 2003.
[4] Página 264. Martínez Albertos. Curso General de Redacción Periodística. Edición Revisada. Editorial Paraninfo. Madrid. 1993.
[5] XIII Encuentro de 19 y 22 de octubre del 2009 en el Palacio de Convenciones de La Habana, Cuba. Lima 15 al 18 de octubre de 2012 en la Universidad de Lima, Perú.