El problemático concepto de la “post-verdad” arroja, muchas veces por el suelo, algunos elementos propios de la modernidad que vale la pena tener en cuenta. No sólo para aquello que llamamos “verdadero”, claro, si no para los diferentes discursos, artísticos o científicos, sociales o políticos, en los cuales estamos metidos de antemano. Y aquí me quiero concentrar, brevemente, en el problema de la verdad en el discurso periodístico.
El pasado 26 de agosto, en la editorial que suele tener el periodista Jorge Lanata en Clarín, el diario con mayor tirada del país (y una de las patas del multimedio más poderoso de la Argentina: el Grupo Clarín), cualquiera podía leer un conjunto de observaciones que, a las claras, presenta el problemático asunto de no citar ninguna fuente para alguna de las cosas más resonantes de este breve artículo. En una especie de guerra encarnizada con el movimiento mapuche de Chubut, Lanata retoma la idea de que todo es parte de “setentistas que creen que la guerra sigue” que estarían luchando por la fundación de un Estado separatista en la Patagonia argentina. Hasta ahí, sólo podemos decir que es parte de la retórica de un periodista que se ha construido un enemigo y utiliza determinadas caracterizaciones para descalificarlo. El problema es cuando pasa a los datos duros. Dice que el RAM y su líder, Facundo Jones Huala, “mantiene reuniones con La Cámpora y la Universidad de las Madres, y recibe financiamiento y apoyo logístico de las FARC colombianas y grupos extremistas kurdos de Turquía”.
Lo de las reuniones con La Cámpora –un grupo militante peronista de centro-izquierda aparecido durante el kirchnerismo- y con miembros de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo es algo que bien pudo darse o no, y cuya contrastración con la realidad es bastante sencilla. Pero… ¿De dónde saca el dato del financiamiento de las FARC y del apoyo de los extremistas kurdos? Aquí hablamos de un tema que excede, sin dejar de lado, la ubicación política actual de Jorge Lanata. Estamos, ante todo, frente a un serio problema deontológico, de ética profesional: un periodista no puede salir a afirmar nada si no presenta las fuentes que lo respaldan. Un periodista no puede salir a interpretar, solamente, lo que le parece que son los hechos: también tiene que documentarlos, mostrarlos. Nadie niega que la retórica y la capacidad persuasivo-interpretativa sean fundamentales, pero no pueden ser precisamente las únicas que exhibe alguien dentro del tan mentado cuarto poder.
Periodistas como Jorge Lanata blanden, como única defensa, la crispación y el ataque irracional y escasamente ético. Su empleador, el Grupo Clarín (adicto al gobierno de Mauricio Macri y a la cuestionada Ministra de Seguridad Patricia Bullrich), quiere imponer la idea de que Santiago Maldonado, desaparecido en la represión del 1º de agosto en Chubut, probablemente haya sido víctima de estos “guerrilleros” o de su propio compromiso “setentista” a destiempo. Con la Gendarmería cuestionada y el propio presidente en tela de juicio, no podemos esperar menos de sus voceros. O mejor: esperamos precisamente eso, lo menos, lo más bajo.