Con la “nueva normalidad” (más de 18 meses) hay un principio que la prensa ha perdido para siempre. Si el periodismo no se ejerce con libertad y crítica entonces no es digno de ser un servicio para las mayorías. Y me refiero a los periodistas que deberían ejercer su actividad con una cualidad creativa, original e imaginativa, amén de la verdad. Ese es su único aporte, su marca, su sello de profesión. La pandemia, sin embargo, nos hizo más crueles y egoístas. Los ricos son más ricos y los pobres más miserables. Y esa información no se consigna en los grandes medios salvo el detritus político de las horas.
Pero hasta para juzgar hay que ser generoso. Fiscalizar no es enlodar. Nuestra concentrada prensa y la señal abierta es una exhibición de ese aborrecimiento y vómito que es encharcar la esencia pública. ¿Generoso? Sí, pero no cojudos. Y ese ser magnánimos nos obliga a ser cultos. Un libro purifica, una melodía desinfecta, una película higieniza. Hoy que es el Día del periodista me pregunto si mis colegas habrán leído a Borges. O habrán visto Good Night, and Good Luck de George Clooney. O acaso sus oídos fueron acariciados por un jazz de Miles Davis, Kind of Blue por ejemplo.
Y esa terneza de la cultura, es lo que nos hace generosos y no aquellos operadores de la ignorancia que descalifican y muerden. Y como diría el viejo Denegri, hoy somos damnificados de “los medios de comunicación masiva que vician y desnaturalizan a la gente, la pervierten y lo que es peor aún, la embrutecen porque no hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente. Esa es la desgracia”.
Pero la mayoría estamos advertidos de esta pandemia del oscurantismo y el atraso que necesita miles de dosis de vacunas. Pero se insiste en la monserga del lugar común, el facilismo y la incultura. Y cierto, algunas universidades –no todas– alientan en la formación de nuevos periodistas y deben ser gestores de una nueva prensa de interés público que hoy surgió en medio de este desastre de la salud y la miseria. Ese periodismo de las plataformas digitales y las multimediales, precisamente influidas por la literatura, la música, el cine.
Porque un periodismo que deja fuera a la mitad de la población, no puede ser buen periodismo. Esa es información o para una clase o una banda que es la ignominia de la sensatez. Y no es la prensa capacitada para dar su lugar a los temas de género, de salubridad, de políticas participativas y que hoy no reciben ningún tipo de atención. Ese sería el periodismo que es parte de la solución y no de todos los problemas.