Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Pedro Suárez Vertiz ha muerto

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Pedro Suárez Vértiz ha muerto. Fue un músico técnicamente eficaz y mesurado de gran criterio comercial, que expone una suculenta paradoja. Por un lado, fue un baladista extraordinario (pese a asomarse siempre hasta el borde de la cursilería).

Por otro lado, malacostumbró a sus adeptos al facilismo y la mediocridad durante casi cuatro décadas con canciones vacías y más o menos demagógicas (tanto en Arena Hash como en su faceta solista).

Claro que el arte puede ser entretenimiento, pero ser solo eso sin tener ninguna pretensión mayor (ya sea existencial, intelectual, o, incluso, social) es un desatino y un gesto demasiado complaciente con la realidad y con uno mismo.

Sé que hay mucha gente de mi edad que escuchaba al tipo, pero, siempre en la onda de comparar, dudo que cualquiera que haya disfrutado de buena música y de exploraciones trascendentales genuinas pueda hacer una defensa de la obra del finado. Sin embargo, me sorprende que gente impensada en términos de rock (conocidos cumbieros y merengueros) deploren la partida de PSV. Eso implica que, se quiera o no, aproximó una propuesta aparentemente rockera a las masas y eso en un país como el Perú es otro mérito suyo que debe resaltarse, pese al núcleo de la presente exposición.

Tenía talento y oído, también oficio y técnica, pero, también, una desvergüenza tremenda en torno a la ambición estética de sus producciones. Siendo que hasta los Beatles aprovechaban para ser profundos de vez en cuando, e, incluso, los Stones agregaron a su repertorio más vacío canciones como Gimme Shelter o Sympathy for the devil, auténticas exploraciones de la profundidad de la experiencia humana que no se limita a minucias, el hombre que era un gran admirador de estos dos grupos no tenía ninguna justificación.

Ni siquiera puede considerarse que su propuesta haya sido rockera salvo en su faceta más superflua y pop. No niego que en algunas canciones haya tenido pincelazos e intuiciones como sucede en Me elevé o Sentimiento increíble; tampoco, que tenga tres grandes baladas que seguramente son de lo mejor que se ha compuesto en el Perú en las últimas décadas como ¿Cómo te va mi amor?, Sé que todo ha acabado ya o No pensé que era amor (lo que lo vuelve acaso el mayor baladista nacional), pero todo eso es insuficiente y lo consagra, en todo caso, como un baladista, no como un rockero.

De haber sido argentino habría sido otro Miguel Mateos, pues no aguanta un round con Carlos Alberto Solari o Luca Prodan. Ni siquiera con Cerati (a quien no aprecio aunque valoro varias canciones suyas de modo singular y excepcional por su virtuosismo guitarrero sobre todo).
Su obra estuvo plenamente destinada y fue creada con el único objetivo de vender y eso es más o menos un mérito y tuvo éxito, pero acabó siendo un desperdicio. Si siquiera tuviera un disco de propuestas personales y arriesgadas, pero no.

Su proyección internacional fue insuficiente porque su propuesta era demasiado local y porque no tenía realmente nada importante que proponer pese a la excelsitud de sus baladas.
Como buen peruano, abusó de la cotidianeidad y la ridiculez sobre todo en sus temas de mayor alcance comercial.

Halagar sus records de ventas es como calibrar que los deplorables libros más vendidos en las librerías no piratas son los grandes referentes de la literatura actual.

Su última etapa como comentarista de actualidad acaso sea lo que mayores elogios debe producir pues defendía sus puntos de vista (en cierta medida conservadores) con desenfado y honestidad por lo que fue objeto del odio de los resentidos sociales y los pseudomoralistas más despreciables del país. Ese debe haber sido el mayor mérito de sus últimos años.

Salud por ello aunque, por lo demás, representó como ningún otro el facilismo del artista peruano que cree que con solo lograr una ejecución técnica decente ya hizo suficiente sin entender que sin riesgo, sin disposición de trascendencia y sin aspiración de profundidad solo se pueden crear obras menores.

Su apoyo al Fujimorismo en nada lo desacredita y es exactamente proporcional al de cualquiera que haya apoyado a la subdesarrollada y nociva izquierda peruana aún cuando siempre se finjan los depositarios de la moral encubriendo malamente sus tendencias antidemocráticas y proviolentistas ya sean estas revolucionarias o, incluso, terroristas.
Aun así fue superior a la casi entera totalidad de exponentes del rock subterráneo que fueron sus coetáneos.

¡Pax Vobiscum!

Pese a lo expuesto cabe recordar que lo más rollingstoniano qué se escuchó nunca en la escena del rock peruano, muy comercial y muy bien hecho, con la simple rasposidad lujuriosa del más eficaz rock n’ roll y el saxofón de Jean Pierre Magnet inspirado como si fuera una réplica del capo Bobby Keys (legendario saxofonista de los Stones) fue la interpretación de Globo de gas durante el Festival de la Cerveza Cusqueña de 1995 ( https://youtu.be/v3Z2dUjmMlM?si=KLabPW7tn8NFnDso).

¡Requiescat In Pace!

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