Anoche, en el programa oficial 20/20 que conduce Mávila Huertas en Canal N, pudimos ver una exposición de periodismo culposo. Trató de justificarse al ver descubierta la maniobra de desinformación que quiso generar.
Todo empezó el viernes pasado, a las 9 de la noche. Mientras en el Congreso se estaba debatiendo el voto de confianza del gabinete de Pedro Cateriano, la conductora Huertas arrancó diciendo que las fuentes con que cuenta su programa le informaban que el Congreso estaba pidiendo como una señal la cabeza del ministro Benavides y que eso constituía un chantaje. El anuncio era un disparate porque en pleno debate era imposible ese pedido y era imposible su cumplimiento. Es decir, Mávila Huertas quiso vestir como noticia algo que ni Cateriano ni el Congreso podían ejecutar porque el debate ya estaba en curso. (Ver informe de Lima Gris).
Lo que en realidad hizo Huertas no fue periodismo. Lo que hizo fue encender la mecha de una maniobra de desinformación. Para decirlo en términos actuales una fake news. En Palacio de Gobierno tenían la información de que la votación no pintaba bien y decidieron ir creando una excusa por si ocurría la debacle de Pedro Cateriano. Para esa tarea nadie mejor que Mávila Huertas, quien durante la pandemia decidió pasar del oficialismo al ultra oficialismo. Entonces, lanzó la consigna “Hay un chantaje” que al día siguiente repitieron en coro los periodistas oficialistas como si hubieran recibido el media training que ellos suelen dar al Estado.
Durante el día se fue despintando la fake news del chantaje hasta llegar a las 9 de la noche cuando Mávila Huertas no solo fue desautorizada por el ex premier Cateriano sino que se sintió obligada a dar explicaciones. Este fue el monólogo de Huertas:
“Cuando nosotros dimos a conocer en nuestro caso y en el de otros periodistas que teníamos esa información, estaba claro para la interpretación de cualquier periodista que se estaba condicionando, que era una advertencia que llevaba un mensaje y que ese mensaje tenía que ver directamente con la presencia del ministro de educación y esto sí se lo decimos, desde nuestra propia perspectiva y autoría, desde la capacidad que podemos tener algunos de sacar conclusiones y es que evidentemente el Congreso a través de algunas bancadas como la bancada de Podemos ha venido intentando boicotear el trabajo de la Sunedu y traerse abajo la reforma universitaria, entonces era coherente con la información que recibíamos lo que estaba sucediendo . Esa fue una interpretación y nosotros sí dijimos acá hay una extorsión o hubo una extorsión, pero entiendo que usted ya no se quiera referir concretamente a esa reunión con el señor Merino”.
Y esta fue la respuesta de Cateriano:
“Pero a ver Mávila, yo ya declaré. En ningún momento he empleado el término extorsión o chantaje. Y mi papel en este momento no es azuzar los ánimos”.
¿Por qué en su explicación Mávila Huertas insistió en decir que el famoso chantaje fue una “interpretación” y que lo hizo desde su “propia perspectiva y autoría”. ¿Por qué insistió anoche en sus derechos de autora del “chantaje” y “extorsión”? Porque apelando a la interpretación periodística quiere negar sus evidentes vínculos con el gobierno.
La maniobra de la extorsión y el chantaje fue urdida desde Palacio de Gobierno y fue Mávila Huertas quien se prestó a ello. Para decirlo en su propio estilo: nuestras fuentes nos han dado detalles muy interesantes sobre la relación que existe entre la jefa de Comunicaciones de Palacio, Mónica Moreno, con Huertas y con varios de los periodistas que, al día siguiente, hicieron el coro a la fake news iniciada en el programa 20/20. Un coro muy sazonado que pidió hasta la intervención de la Fiscal de la Nación para meter presos a los chantajistas y extorsionadores. El problema es que la supuesta víctima del chantaje y extorsión, Pedro Álvaro Cateriano Bellido, le dijo en vivo y en directo a Mávila: “En ningún momento he empleado el término extorsión o chantaje”. (Ver video)
Al caer el disfraz de la maniobra hay un punto que queda en claro. A Cateriano, efectivamente, el presidente del Congreso, Manuel Merino, le dijo que había bancadas que estaban cuestionando al ministro de Educación, Martín Benavides. Pero no fue lo único que le dijo, lo alertó también de que su pedido de confianza podía tener problemas porque se cuestionaba a la ministra de Economía, María Antonieta Alva, y al de Trabajo, Martín Ruggiero.
Para efectos de la maniobra de desinformación, usaron un solo nombre. Así, Cateriano, Palacio de Gobierno y Huertas decidieron referirse únicamente al ministro de Educación porque con él podían crear un cuco: “Se quieren traer abajo la reforma universitaria”. Lo gracioso es que los operadores de prensa del gobierno también son ineptos: la reforma universitaria ya está ejecutada, ya se realizó, ya finiquitó. ¿Cómo se puede traer abajo algo que ya se realizó?
Precisamente, porque había finalizado —queda un saldo mínimo de cinco o seis universidades diminutas— Martín Benavides dejó la jefatura de la Sunedu para convertirse en ministro de Educación. El falso cuco se acompañó de otro fantasma falso: “Telesup quiere volver” y “Luna Gálvez lidera la caída de Cateriano”. Un disparate. La “universidad” fantoche Telesup ya no existe y no puede recuperar su licenciamiento porque no hizo el reclamo administrativo. Se le fue el plazo. Está fuera de juego. Pero, lo más absurdo es que el coro de periodistas pretendió hacer creer que un personaje cuestionado y desprestigiado como Luna Gálvez podía mover el voto de decenas de congresistas que no quieren ni sentarse a tomar un café con él.
La prensa en su gran mayoría está llegando a extremos excesivos de manipulación y falsedad y creen que están en un país de tontos y que la opinión pública no lo percibe. Una muestra. Basta comparar esta foto veraniega de Cateriano y sus amigos periodistas y luego buscar quiénes fueron los que se pusieron a gritar “chantaje” y “extorsión”.
En cuanto a Mávila Huertas tiene derecho, como ciudadana, a ser Vizcarra lover pero no puede pretender que el periodismo sea la caja de resonancia de Palacio de Gobierno. Tampoco insistir en excesos como cuando dijo, en una entrevista al presidente Vizcarra: “Me dicen desde Palacio que apure la entrevista”. Todo tiene un límite, incluso el maquillaje, arte que ella conoce y debería aplicar.
El tema de fondo tendrá que debatirse en estas semanas: ¿por qué el presidente de la República mantiene en el ministerio de Educación a Martín Benavides? ¿teme acaso que Benavides, suelto en plaza, termine dando detalles sobre la sociedad que parece unirlo a Vizcarra en unos poderosos licenciamientos que se dieron haciendo tabla rasa de las normas?